EL CONSEJO
—¿Realmente necesitas todas estas cosas, Mariposa? —pregunto con temor al ver como el carrito del supermercado se seguía llenando.
—Que sí, Bruno, las necesito todas y cada una —respondió mientras metía chocolates y gomitas al carrito del súper.
Llevaban alrededor de treinta minutos en los pasillos del supermercado con Clara tomando alimentos básicos, higiene personal, insumos y cosas de "contrabando" como ella las llamaba que en otras palabras son cosas que no necesitaba, pero que ella decía necesitar.
—Oye, toma dos botes de leche, quiero tomar otro batido cuando llegue a casa, antes de hacer la limpieza.
—Aja —hizo caso omiso viendo el celular.
—Hey..., ¡Ey!
—¿Que?
—¡Que tomes dos botes de leche que quiero otro batido!
—Pareces una bebé que quiere su biberón —río tomando los botes.
—Vuelve a decir que soy una bebé y no vuelves...
—¿A qué? —la reto con la mirada.
—Te recuerdo que eres mi esclavo por el día de hoy y no tendrás permitido tomar de mis chucherías.
—Ya, puedo comprar las mías.
—Dame tu cartera —ordenó, con la mirada en una bolsa de frutos secos.
—¿Qué?, no.
—Dije, dame tu billetera —exigió apretando la mandíbula.
Respiro profundo y se la entregó.
—Bien hecho, ahora ya no podrás comprar chucherías —la guardó en su bolsillo.
—¿No podías simplemente decirme que no puedo y listo?
—Tal vez, pero me gustó más la idea de quitarte la billetera.
Siguieron por todos los pasillos, tanto de alimentos como se insumos, el carrito estaba casi vomitando todo lo que metía Clara, llevaba mucha fruta, poca carne y verdura, chucherías, una escoba, jabón líquido para las manos, cuerpo y trastes, entre muchas otras cosas. Después de un rato deambulando por el área de cuidados personales paro en el pequeño estante de semillas para sembrar flores.
—¿Te gustan las flores? —preguntó con cierto interés en si respuesta, tomando otro paquete de semillas diferentes a las que había tomado ella.
—Algo así —tomo dos paquetes de lavanda y los echó al carrito.
—Explícate, que con dos no dices nada.
—Necesito plantas para que mi apartamento no se vea muy seco y de un toque especial, mágico y que me recuerde que no estoy sola en ese lugar —se encogió en hombros tratando de ocultar su vergüenza.
—No creí que te sintieras sola en su casa.
—No soy de piedra. Las apariencias engañan, no todo lo que vemos en las personas es real, las personas constantemente estamos fingiendo, ya sea en nuestra forma de ser o pensamiento. Te diré algo no porque sea, rubia de ojos azules y con lo que parece un buen estatus significa que mi vida es perfecta o un cuento de hadas.
—Guao, ¿no vienes con tus padres?
Dudo en responder. —Eh no, no vivo con ellos.
—¿Qué hay de Fernando y Stefan? Tenía entendido que vivían en la misma casa, aunque no entiendo muy bien tu árbol genealógico, se supone que son tus hermanos, pero no llevan el mismo apellido.
—Es porque no somos hermanos, ellos son mis mejores amigos por así decirlo, pero soy con Toretto, ellos no son mis amigos son mi familia, no importa si no llevan mi misma sangre. Los amigos son la familia que escogemos y sin darnos cuenta los queremos y protegemos como tal.
—Eso es muy cierto.
—Ves, yo también soy buena poeta y sin leer —alardeo.
—Todos podemos ser poetas, sin necesidad de leer, solo si tienes la suficiente imaginación para crear.
—Es suficiente, basta de poetas por un rato.
—¿Necesitas algo más?
—Sí, pasar por los trajes de Stefan, Fernando y Will, y pasar a comprar maquillaje —hizo una mueca con la boca.
—¿No tienes maquillaje?
—No, no me gusta ponerme plastas de eso en el rostro además no sé cómo maquillarme, nunca aprendí hacerlo, nunca no lo necesite. Por otro lado, no me siento cómoda usándolo. Solo cuando son situaciones donde lo necesite y el baile es una de esas ocasiones, claro que tendré que contratar a alguien para que me ayude, aun cuando no me importaría llevar mis ojos de mapache porque los mapaches son lindos, eh.
—¿Te gustan los mapaches?
—¡Si! Son demasiado tiernos cuando no te están robando la comida del plato, presupuesto.
—¿Has convivido con alguno?
—Y no solo con uno, si no con una manada entera. Una vez estaba en un hotel que se encargaba de proteger a esos animales y conservar las reservas de manglares, era bellísimo —suspiro.
—¿Era?
—Haces muchas preguntas, Anderson.
—Perdón, solo quiero saber más de tus experiencias.
—Si, era, ya no está abierto, al menos no para todo el público, no desde que un menor fue lastimado por uno pequeño mapache al querer quitarle su manzana, los padres pusieron una demanda en contra el hotel, pero realmente es una tontería, de acuerdo, entiendo que los padres se preocuparon por la seguridad de su hijo, pero ¿entiendes que lo llevaron a un lugar lleno de animales salvajes? ¿Quién lleva a su hijo menor de cinco años a un lugar así? Es ridículo que se molesten con el hotel por "no dar la suficiente seguridad a los turistas" discúlpame, pero ellos no pueden estar detrás de cada nene que entra, en mi opinión, claro que no todos están de acuerdo y es entendible, tampoco es que mi explicación sea muy buena porque hasta aún adulto le pudo llegar a suceder, ahg... lo que intento decir es que cada quien es responsable de donde se mete.
—Qué lástima, tanto por el nene como por el lugar.
—Era hermoso, se podía respirar el aire libre de contaminación humana, las habitaciones de madera, las más lujosas estaban en los árboles, podías hacer contacto con los animales, por su puesto había mucha seguridad, por desgracia aquel niño tuvo la mala suerte de que el mapache fuera de noche, dejando eso de lado, era sensacional estar en la naturaleza. Amaba ir cuando había vacaciones de verano, con Will y en ocasiones con los hermanos Ortiz, si es que Hugo los dejaba.