—No lo puedo creer, realmente te metiste en el auto.
—Deja de quejarte, por favor. Te lo advertí, te dije que me metería al coche, incluso si no lo quisieras. Esta es mi única manera de llegar a Allegro y te recuerdo que necesito pagar la deuda con tu padre para dejar de aguantar tu actitud soberbia.
—Di lo que quieras de mí, pero, no podrás negar que amas mis besos.
—¡Basta!
Tanto la bailarina como el millonario engreído se encontraban dentro de un Lamborghini camino a las instalaciones de Allegro. Cada uno había tomado asiento en una esquina del coche, dejando una gran distancia entre ambos para evitar el contacto innecesario; aun así, parecía que era costumbre suya pelear en cada uno de sus encuentros.
Odette era incapaz de verlo directo a la cara por más de cinco segundos, pues al hacerlo recordaba su acto en el parque y la cercanía de sus rostros. Claro, después de todo, compartieron más allá de un baile apasionado en las horas posteriores de su encuentro en la discoteca y ahora oficialmente eran una pareja para el mundo.
Ella mantenía la mirada fija en el paisaje dibujándose en el exterior, mientras su barbilla yacía apoyada sobre su palma y su brazo en el borde de la ventana abierta del automóvil. De cierta forma, el pueblo le recordaba a su ciudad natal; sin embargo, como la compañía se encontraba saliendo de Ville Di Vento, las calles ajetreadas fueron reemplazadas por senderos atravesando el Bosque Printemps, cuyos árboles de hojas rosadas dejarían sin habla a cualquiera. A Odette, en especial, le encantaba ver el color cerezo invadiendo cada rincón. Entonces, ensimismada en la arboleada del área, el auto entró a los terrenos de la compañía y cruzó un enorme portón al estilo victoriano. Tras estacionarse, los jóvenes procedieron a salir del coche y los ojos de Odette fueron los primeros en iluminarse de la emoción por la imagen plasmada a metros al frente suyo.
Se trataba de un castillo con apariencia del siglo XVII, de ladrillos negros y altas torres como los cuentos de hadas. Poseía un gigantesco jardín repleto de los frondosos árboles rosados y docenas de estatuas de bailarines dispuestas sobre el pasto verde; además, había senderos blanquecinos dirigiéndose hacia distintos lugares de los terrenos de la compañía.
La jovencita se sorprendió al visualizar a cientos de personas entrando y saliendo del edificio principal con vestimentas de gimnasia y bolsos cargando zapatillas de ballet o zapatos para hacer ejercicio. En cambio, ella, desconocedora de lo que haría en su primer día, cargaba unos simples pants oscuros y ligeros, una blusa verde holgada y calzado deportivo.
Entró detrás del heredero al edificio principal, donde fue recibida con un salón gigantesco de paredes y suelo dorados, pinturas y fotografías de artistas pasados e influyentes de la historia de Allegro, varias esculturas dispuestas por el área y un enorme candelabro en el techo iluminando la sala lujosa.
Odette se sintió como un pollito llegando a tierras desconocidas. En cambio, Adriel, sin duda pertenecía a ese lugar; ya que, nada más al ingresar los miembros presentes en esa habitación se inclinaron hacia adelante en una reverencia sutil.
¿Acaso había entrado el Rey de Francia?
Ella caminó detrás del muchacho y sintiendo todas las miradas ajenas clavadas en su nuca por ir junto al heredero de la compañía, el futuro dueño y jefe de todos; mas, la muchacha se preguntó si el resto de los presentes conocía la verdadera actitud de Adriel o simplemente la ignoraban para no meterse en problemas.
Al fondo del Hall principal se encontraban unas escaleras anchas, con alfombra roja de terciopelo, yendo hacia el primer piso. Las personas dejaron de deambular sobre estas y abrieron un camino para el joven; sin embargo, él se mantuvo en silencio y no emitió agradecimiento alguno a aquellas personas. Odette quiso regañar al chico, pero, este se adelantó en hablarle.
—¿Hasta cuándo vas a seguirme?
—¿Disculpa? —Luego, recordó que eran una pareja para los demás— Ehm… ¿Te despertaste de mal humor, mi amor?
El hombre se detuvo en frente de las escalinatas y dio la media vuelta hacia ella para verla directo a los ojos. Incluso se inclinó hacia adelante para colocar su rostro a la altura de la cabeza femenina.
—Los nuevos practican en el último salón del pasillo de la derecha —Señaló un corredor ubicado en una de las paredes laterales del salón grande, con dos estatuas de gárgolas decorando los bordes de la entrada—. Ahí.
Odette viajó su vista hacia donde señalaba el índice masculino y luego regresó la mirada a los ojos azules del muchacho.
—Ya lo sabía.
—Claro —Giró de regreso hacia las escaleras y alzó su mano al aire—. Hasta pronto, cielito, cuídate y apresúrate en dejar la compañía.
—¡Deja de pedir eso! —le gritó, observando al hombre marcharse hacia el siguiente piso e ignorando haberse convertido en el centro de atención del lugar.
—¡Es una advertencia!
La mujer hizo caso omiso a las palabras rudas del adulto, quien no se molestó en seguirle hablando más y para ella eso era mejor que continuar escuchando sus intentos de sacarla de la compañía.
«No, Adriel, no pienso rendirme», pensó, en tanto, emprendía rumbo al salón para los nuevos integrantes. Cruzó la entrada del corredor y en el camino contempló docenas de salones con enormes ventanales que permitían ver el interior de las habitaciones. En cada una de ellas se encontraba un grupo de bailarines y acróbatas practicando, bailando y recibiendo clases. Desde hip hop hasta danza contemporánea o saltos en trampolines, el arte de la compañía no se limitaba a una sola área y aquello siempre se demostró en sus espectáculos famosos y llamativos.
Estaba empezando a emocionarse, deseaba tanto subirse al escenario y mostrar todo su talento al público, recibir aplausos, escuchar las risas de los niños y dar todo de sí misma en los shows. Se entusiasmó tanto en sus imaginaciones que no se percató de las miradas arpías de algunos integrantes. De pronto, su pie tropezó con un objeto sólido y cayó al suelo sin poder hacer algo al respecto. El ardor invadió sus rodillas y las carcajadas hicieron eco en el corredor.
—¡Lo siento! —comentó una voz dulce.
Odette no mostró enojo y tampoco vergüenza. Posó sus manos en el suelo y se impulsó hacia arriba para levantarse. Ella misma, con sus manos rojas, se limpió su vestimenta y luego extendió su palma hacia la señorita. La mujer al frente suyo poseía unas lacias hebras negruzcas, tan brillantes y hermosas como los rayos del sol, dos iris grises en su rostro pálido y pecoso, mejillas redondeadas, brazos largos y un cuerpo esbelto.
Sí, era la clase de dama que sería perfecta para el rol de «Prima Ballerina», aquella artista que desempeña los papeles protagónicos en las obras.
—No es nada —respondió Odette con cortesía.
Ahí, notó a la mujer petrificarse, no supo distinguir si era de horror, felicidad, entusiasmo o por otra razón. Cuál sea el motivo, la señorita dijo un nombre en particular casi sin pensarlo.
—¿Sabine?
—¿Quién?
La mujer ojeó su mano extendida por varios segundos antes de soltar una corta risa. No contestó a su frase, simplemente se limitó en negar con la cabeza, entre sonrisas, y alejarse de ella hasta meterse en uno de los salones de práctica.
«Edo fue raro»
En cambio, la gente presente en el pasillo comenzó a murmurar, de seguro sobre ella y su caída ¿Acaso había algún chisme del que no se había enterado?
Ah, sí, era la novia de Adriel.
Odette decidió seguir avanzando por el corredor hasta llegar al fondo, donde se encontraba el cuarto destinado para los entrenamientos de los nuevos miembros de la compañía. Era el típico salón de danza de ballet, con barras dispuestas cerca de una pared cubierta en su totalidad por un espejo rectangular.
Para sorpresa de la castaña, el salón estaba lleno de jóvenes como ella sentados sobre el suelo en grupo y al frente de ellos yacía parada una mujer de cabello azabache y lacio, con pants oscuros, y, una blusa blanca con escote y mangas largas. La dama meneaba sus brazos en el aire en medio de una explicación entusiasmada y detallista sobre alguna información importante. A ella le hubiera gustado poder escuchar con detenimiento sus palabras, mas, la adulta le clavó una mirada gélida de regaño al verla pararse en la entrada de la habitación. Por alguna extraña razón sintió que cometió un grave error en su primer día.
—Tarde, señorita…
—Chevelire. Odette Chevelire.
—¡Odette! Odette de Chasier —Se cruzó de brazos, dejando mostrar sus delgadas y alargadas extremidades, como muchas bailarinas profesionales de Porta Eau—. Adivino —La observó de pies a cabeza sin disimulo—, ¿nueva integrante?
La castaña ignoró ese nuevo apellido y movió su cabeza hacia adelante como señal de afirmación a la interrogante de la mujer, quien al parecer se trataba de una instructora. La dama, con sus labios gruesos tensos en línea recta, señaló hacia el interior del salón con su índice como gesto de que podía pasar; sin embargo, antes de dar siquiera el segundo paso algo chocó con su espalda, más bien, alguien, llevándola a caer de rodillas al suelo por segunda vez en ese día.
¿Acaso era costumbre de la gente tirar a los nuevos de esa manera?
—¡Lo siento, lo siento! —se disculpó una voz masculina y grave.
Odette, un poco frustrada, se levantó de inmediato y se limpió sus piernas con sus manos, otra vez.
—No hay problema. El suelo de Allegro me ama.
—No, de verdad lo lamento, en serio.
La joven alzó su mirada y fue recibida por unos inigualables ojos verdes, semejantes a dos gemas aguamarina, en compañía de unos labios rosados y gruesos elevados en una sonrisa amigable. La castaña se quedó maravillada ante el rostro angelical puesto frente a sus ojos, quizás era la primera cara confiable que veía en esos días; además, su cabellera rubia y rizada aliviaba más sus facciones, dándole al hombre un aspecto elegante y bondadoso.
Quiso contestar, pero, la instructora los regresó a la realidad.
—Señores, ¿van a pasar o seguirán hipnotizados en el otro como personajes de telenovela?
—Ah, sí, lo lamento —respondió la muchacha de inmediato, antes de dar media vuelta y sentarse detrás del grupo.
El rubio hizo lo mismo, sin tener vergüenza de posicionarse a su lado, como si de cierta forma buscase a propósito permanecer junto a ella.
«Bien, como andaba diciendo», escucharon hablar a la encargada de su entrenamiento.
«Muchos de aquí ya llevan meses en la compañía y otros son nuevos. Están catalogados como principiantes y para poder ser participantes de alguna presentación oficial de Allegro deberán recibir la aprobación de Consejo, que consta de los patrocinadores, los líderes entrenadores, el CEO y su heredero. Antes de la planificación de una nueva obra el Consejo hace audiciones, ahí podrán demostrar si son dignos de dejar ser llamados principiantes y convertirse en miembros profesionales de Allegro»
Odette se preguntó, ¿Adriel la rechazaría en cada audición para que nunca se presente en los espectáculos de la compañía?
—¡Pssst! —le susurró alguien. Buscó con sutileza el origen de aquel sonido. Era el rubio de sonrisa amigable— Cameron Myers —susurró.
—Odette Chevelire —murmuró.
«Poder audicionar no es tan fácil para ustedes. Cada semana recibirán retos y pruebas que deberán aprobar, caso contrario, serán expulsados de la compañía. Al final de cada reto acumularán puntos y aquellos que superen los 700 puntos podrán audicionar», todo el grupo yacía concentrado en la explicación de la mujer posicionada al frente de ellos, misma que proseguía con su charla sobre cada etapa de esa selección: «Ahora están presentando Jack y las habichuelas mágicas, protagonizado por Adriel. Cuando termine el mes dejarán de mostrar esa obra y empezarán los ensayos para una nueva. Ahí, podrán entrar a la audición, para interpretar algún personaje, frente a la directiva y los inversionistas de la compañía».
—Oí que enamoraste al heredero luego de las audiciones.
—¿Cómo lo sabes?
—Se volvió toda una noticia en el país y entre los miembros oficiales. Jamás esperé ver a Adriel enamorado.
—Gran llegada, ¿verdad?
—Muy valiente, la verdad, ya que, no tardarán en sacar especulaciones de tu llegada después de ese rechazo inminente.
—Las personas pueden cambiar de opinión.
—No Adriel, jamás lo hace.
—Suena a que no eres nuevo en estos lares.
—Me retiré —Rascó sus ruidos dorados—, no soy el más querido reintegrante. Enviarme a este grupo es una táctica para evitar mi regreso oficial al escenario.
Odette contuvo una corta risa. El hombre parecía ser del tipo de persona que causaba problemas a donde fuera, como ella.
Le agradaba.
—Alborotas el infierno.
—Solo para darle un poco de diversión; pero, jamás he logrado alterar al mismísimo Demonio Allegro, como tú.
—¿Yo? Fui rechazada por mi novio, no sé de qué me hablas.
—Rechazada por temor, es evidente.
Ahí, recordó su conversación con Adriel la noche anterior. Quizás estaba en lo cierto, ella se parecía a una mujer especial para Adriel y eso le causaba miedo.
—Si eso es un halago, lo agradezco.
—Más bien, Odette Chevelire, es una invitación para causar líos en este averno juntos.
—¡Myers! ¡Chasier! ¡Guarden silencio o se les quitará el derecho de audicionar al final del mes! —gritó la instructora molesta.
El par de jóvenes cubrió sus bocas para evitar mostrar su risa a la mujer, cuyas cejas se encontraban tensas hacia abajo y sus brazos los mantenía posados sobre sus caderas. Ella poseía la clásica mirada de enojo capaz de poner nervioso a cualquiera, incluso a aquellos sujetos problemáticos; sin embargo, les resultaba difícil desanimarse luego de ese encuentro alentador y emocionante.
Sí, las cosas en Allegro estaban a punto de cambiar desde ese día.
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Editado: 15.11.2023