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No soy alguien que se deje influir fácilmente. He aprendido a ser implacable en el mundo de los negocios. Cada decisión que tomo, cada estrategia que diseño, está cuidadosamente calculada. La reunión con Mía había sido una sorpresa; su energía, su pasión por su proyecto, lo habían hecho destacar entre las otras propuestas que había evaluado en las últimas semanas. Sin embargo, mi papel como líder exigía que no dejara que mis emociones nublaran mi juicio.
La sala de juntas estaba inmaculadamente diseñada, con mesas de cristal y sillas de cuero negro que se alineaban a la perfección. Me senté al extremo de la mesa, revisando las notas de su propuesta. Ella había puesto su corazón en este proyecto, y lo podía sentir, pero mi trabajo era garantizar que el resultado final fuera viable y eficaz. Y eso significaba que debía hacer ajustes.
Cuando Mía llegó, la vi con su carpeta bajo el brazo, una chispa de determinación brillando en sus ojos. Su presencia era innegable, pero el entorno serio y profesional pronto disipó cualquier atisbo de camaradería. Comenzamos la presentación, y mientras ella exponía su visión, mi mente analizaba cada detalle.
—Gracias, Mía, por tu presentación —comencé, interrumpiéndola antes de que pudiera hacer la pausa que normalmente me pedía. Su mirada se mantuvo firme, pero pude notar una leve tensión en sus hombros—. Sin embargo, creo que debemos hacer algunos cambios significativos. La propuesta necesita ser más... conservadora. En lugar de ese enfoque innovador que propones, podríamos centrarnos en métodos más tradicionales que garanticen resultados inmediatos.
La reacción de Mía fue inmediata. Vi cómo su expresión se tornó de la confianza a la incredulidad, y mi estómago se contrajo ligeramente. Sin embargo, no estaba aquí para ser amable. Era hora de que entendiera la realidad del negocio.
—Lucas, entiendo tu punto de vista, pero—comenzó ella, su voz firme, aunque había un tono de ansiedad.
—Escucha, Mía —interrumpí—. La creatividad es esencial, pero en esta etapa, debemos centrarnos en lo que funciona. Estos cambios son necesarios para que el proyecto tenga éxito.
A medida que continuaba hablando, noté su lucha interna. Su expresión pasó de la resistencia a la desilusión, pero se obligó a mantener su compostura. Pude ver en sus ojos que la idea de renunciar a su visión le causaba un gran dolor. Había algo admirable en su tenacidad, pero no podía permitir que eso interferir con los objetivos de la empresa.
—Lucas, yo creo en esta propuesta —dijo, su voz elevándose ligeramente—. Hay una razón por la que la presenté de esta manera. Está diseñada para captar la atención de un nuevo público, para innovar en un mercado que se está estancando.
Sus palabras me hicieron dudar por un momento, y vi que tenía razón en un punto. Había algo en su propuesta que realmente tenía potencial. Sin embargo, el miedo a arriesgarme me empujó a reafirmar mi posición.
—Aprecio tu pasión, pero necesitamos ser cautelosos. El éxito no se logra solo a través de ideas emocionantes; a veces, es necesario hacer sacrificios.
Su mirada se endureció, y por un instante, las emociones lucharon dentro de ella. Podía sentir la frustración emanando de su cuerpo. Era como si una tormenta se estuviera gestando en su interior. Pero en lugar de rendirse, decidió luchar.
—Mira, Lucas, sé que el mundo de los negocios es duro, y que estás acostumbrado a que todo se haga a tu manera. Pero mi propuesta tiene una historia que contar, y no creo que debas ignorarla solo porque te resulta incóoda.
El aire se volvió denso entre nosotros. La tensión era palpable, y aunque quise apartar la mirada, no pude. Su determinación era poderosa. Era un desafío que me sacudió, y me encontré admirándola de una manera que no había anticipado.
—Te aprecio, Mía, pero debes entender que al final del día, es mi decisión. No podemos permitir que la pasión nos nuble el juicio —dije, tratando de volver a la lógica.
Su rostro se encendió. Sus mejillas se tiñeron de rojo, y me di cuenta de que había cruzado una línea. La tensión se acumuló, y fue entonces cuando ella tomó una decisión que me sorprendió. En lugar de rendirse, respiró profundamente y continuó con su defensa.
—Puedo aceptar críticas constructivas, Lucas. Pero lo que estás pidiendo es una renuncia a mi visión, y no puedo hacer eso. Estoy dispuesta a escuchar tus sugerencias, pero también necesito que reconozcas el valor de mi propuesta.
Estaba impresionado. Esa chispa de desafío en su mirada me hizo reconsiderar. Había algo admirable en su pasión, algo que resonaba conmigo. Tal vez había un camino intermedio, una forma de amalgamar nuestras ideas.
—Está bien —respondí finalmente, sintiendo que mi corazonada me empujaba a ser más flexible—. Tal vez podemos encontrar un equilibrio. Démosle un giro a tu propuesta, pero incorporando algunos elementos más conservadores que puedan asegurar el interés de los inversores.
Mía parecía aturdida por un momento, y entonces su rostro se iluminó con una mezcla de alivio y gratitud. Podía ver que había luchado por sus ideas y que, a pesar de las dudas iniciales, había logrado penetrar mi fachada de frialdad.
—Gracias, Lucas. Creo que con tu experiencia y mis ideas, podríamos crear algo realmente único.
Mientras ella hablaba, me di cuenta de que no solo estaba aprendiendo a ser un mejor líder, sino que también estaba descubriendo un nuevo lado de mí mismo al interactuar con ella. Su autenticidad y fuerza me desarmaban, y, aunque no me había propuesto dejarme llevar, comenzaba a reconocer la importancia de la colaboración.
Al final de la reunión, mientras nos despedíamos, una sensación extraña me invadió. Era un atisbo de conexión, un rayo de luz en medio de mi mundo controlado y a menudo solitario. Aunque los obstáculos eran inevitables, sabía que, tal vez, el desafío más interesante había sido conocer a Mía, una mujer que no se dejaba intimidar, incluso por mí...
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Editado: 26.10.2024