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Me apoyé contra el frío metal del auto, observando el edificio donde Mía vivía ahora. Habían pasado años desde la última vez que la vi, pero no importaba el tiempo que transcurriera, no podía sacarla de mi cabeza. Lo que me había arrebatado... lo que me escondió... Mateo. Mi hijo. Y lo peor de todo, Lucas.
No era suficiente con que me haya dejado fuera de su vida. No. Ahora tenía al gran Lucas de su lado, un hombre que, aunque poderoso, no sabía a lo que se enfrentaba. Lo que me quedaba claro era que si quería recuperar a mi hijo, y de paso derrumbar a Lucas, tenía que jugar sucio. Muy sucio.
Me aparté del auto, mirando a la distancia con una sonrisa torcida en los labios. Lucas no era tan invulnerable como todos creían. Había aprendido cosas, conexiones que él no tenía idea de que yo conocía. Y ahí, en la sombra, estaba mi oportunidad. No iba a enfrentarlo de frente como un tonto. Haría lo que mejor sé hacer: golpear donde más duele, sin que me vean venir.
Me subí al coche y encendí el motor, la vibración bajo mis manos me recordó que esto no se trataba solo de Mía, ni siquiera de Mateo. Era personal. Lucas había interferido en mi vida desde que llegó. Primero me lo quitaron todo, y ahora, él pensaba que podía quedarse con mi familia. Pero no tenía idea de quién soy realmente, ni de lo que soy capaz.
Mientras conducía hacia mi próximo destino, repasaba los detalles de mi plan. El siguiente movimiento era clave. Por eso me asocié con alguien que detestaba tanto a Lucas como yo: Arturo Méndez. Un empresario caído en desgracia, una vez socio cercano de Lucas, hasta que su reputación fue destruida por una serie de decisiones cuestionables. Él había sido desechado y humillado, y desde entonces no había hecho más que buscar la manera de vengarse. Era la herramienta perfecta para lo que yo necesitaba.
Nos reunimos en su oficina, un lugar desolado en comparación con lo que había sido en su apogeo. Méndez estaba sentado detrás de un escritorio antiguo, con una botella de whisky casi vacía frente a él.
—Graviel —me saludó con una sonrisa tensa, sus ojos reflejaban una mezcla de rabia y desesperación—. ¿Estás seguro de que quieres continuar con esto? No hay vuelta atrás una vez que empiece.
—No tengo nada que perder —le respondí, mi tono era seguro, aunque el fuego de la venganza me quemaba por dentro—. Lucas se ha metido en mi vida, ha tomado lo que es mío, y es hora de devolverle el favor.
Méndez rió entre dientes, como si disfrutara el momento que estaba por llegar.
—Bueno, entonces sabes lo que debemos hacer. Tengo a las personas adecuadas para esto. Los rumores ya están comenzando a circular, y no pasará mucho tiempo antes de que la prensa empiece a morder el anzuelo.
—¿Qué rumores? —pregunté, aunque ya conocía la respuesta.
—Vamos a destruir la reputación de Lucas, a hacer que su relación con Mía parezca un sucio engaño. Ya sabes, mezclar a la mujer del mafioso con un empresario respetable, eso siempre atrae a los buitres. La gente se devora esos escándalos.
Me quedé en silencio por un momento, saboreando la idea. Sabía que a Mía no le gustaría verse envuelta en algo así, pero era un daño colateral. No podía preocuparme por ella ahora, no cuando tenía algo mucho más grande en mente.
—Y sobre Mateo... —comencé, dejando que las palabras se deslizaran lentamente—. Quiero que quede claro que estoy dispuesto a todo para verlo. Lucas no tiene idea de lo que significa para mí. Si esto lo golpea a él también, mejor.
—Ya me encargaré de eso. Pero déjame advertirte algo, Graviel —dijo Méndez, inclinándose hacia adelante—. Lucas es peligroso. No es el típico empresario que puedes arruinar con un par de titulares sensacionalistas. Si te enfrentas a él, tienes que estar listo para la guerra. Y créeme, él sabe jugar sucio.
—No subestimes mi capacidad de ensuciarme las manos —le respondí, mis palabras cargadas de promesa. No había llegado hasta aquí para retroceder ahora—. Lo quiero destrozado. Y lo quiero rápido.
Méndez asintió, satisfecho con mi determinación.
—Entonces estamos de acuerdo. Esta será nuestra primera movida. Llenaremos los medios de historias sobre Mía y Lucas, lo pintaremos como un escándalo prohibido. Y después... lo remataremos con algo mucho peor.
Sabía lo que quería decir. Había cosas sobre Lucas, secretos bien enterrados, que podrían destruirlo si salían a la luz. Méndez tenía contactos, gente que había trabajado en sus negocios sucios, y una vez que esos detalles vean la luz, no habrá vuelta atrás.
Mientras salía de la oficina de Méndez, sentí una oleada de adrenalina. No era solo el deseo de venganza lo que me impulsaba. Era la necesidad de reclamar lo que siempre fue mío. Mateo. Mi hijo. Y esta vez, no dejaría que nadie, ni siquiera Lucas, se interpusiera en mi camino.
Sabía que Mía también sufriría las consecuencias de todo esto, pero en mi mente ya no había espacio para el arrepentimiento. Esto era una guerra, y en la guerra, las bajas son inevitables.
Mientras conducía de vuelta, un mensaje iluminó la pantalla de mi teléfono. Era de Méndez. Solo una palabra.
"Empezamos."
Sentí cómo la tensión se apoderaba de mí, una mezcla de emoción y temor. Había comenzado el juego, y esta vez no habría piedad para ninguno de ellos.
Lucas y Mía se enfrentarían a la tormenta que yo había desatado. Y yo, desde las sombras, disfrutaría cada segundo...
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Editado: 26.10.2024