Bajo el mismo techo ni loca

Capitulo 1

Llegué al café diez minutos tarde. A propósito. Porque si ya iba a conocer a mi “futuro esposo por contrato”, al menos iba a empezar marcando territorio.Nada de sonrisas falsas ni vestiditos elegantes. Llevaba mis jeans rotos favoritos, unacamiseta negra con la frase No estoy disponible, ni emocionalmente ni legalmente y el delineado más caótico que mis manos fueron capaces de hacer. Si iba a ser una tragedia, que al menos tuviera estilo.

El lugar era tan silencioso y perfecto que daba ganas de gritar. Las mesas brillaban. Los camareros llevaban guantes blancos. Y la música de piano de fondo parecía salida de una película de esas en las que nadie tiene problemas de dinero, solo dilemas existenciales carísimos.

Y ahí estaba él.

Sentado en una esquina, con una taza de café y cara de estar oliendo algo feo, estaba Ethan Lancaster. Traje azul oscuro perfectamente entallado, postura recta como si se hubiera tragado una escoba, mirada fría como témpano. El tipo parecía más una estatua del museo de cera que un ser humano. Guapo, sí. Pero también tenía toda la vibra de me vas a arruinar la vida si respiro mas cerca de ti

Me miró. Me escaneó. Frunció un poco el ceño. No dijo nada.

Perfecto ya empezamos bien

—¿Te enseñaron que llegar tarde es una falta de respeto? —soltó al fin, sin siquiera un hola—

Me senté frente a él con mi mejor sonrisa cínica

—¿Y a ti que te enseñaron a ser tan encantador o es algo que se te da natural?—

Vi que una vena de la frente tembló. Tal vez hasta lo hice sudar. Punto para mi

—Pensé que esta reunión era formal —continuó él, sin rastro de humor.

—Y yo pensé que casarme con un extraño era cosa del siglo XVIII. ¡Sorpresas para los dos!

El camarero se acercó a tomar mi orden, y pedí lo más colorido y poco elegante del menú.Un frappé de fresa con crema batida y chispas. Ethan simplemente levantó una ceja, como si ese vaso con azúcar fuera una ofensa personal.

—Escucha —dijo, cruzando los dedos sobre la mesa—.No quiero esto más que tú. Pero nuestras familias ya tomaron la decisión.

Ah claro reglas por que nada dice romance como un contrato lleno de condiciones

—Estoy escuchando abogado del amor — respondí, girando mi popote con dramatismo.

Ethan ignoró mi sarcasmo con la paciencia de quien ya está harto de todo. Sacó una carpeta de su maletín y la colocó frente a mí. En la portada decía: Acuerdo prenupcial – confidencial. Sentí como si me hubieran tirado un balde de agua fría.

Apretó la mandíbula. Yo me reí. Porque me provocaba hacerlo en su cara. Porque odiaba todo esto. Y porque, en el fondo, ya sabía que estaba atrapada. Mis padres habían hecho el trato. Las deudas eran reales. Yo era la moneda de cambio. Una pieza más en su tablero de ajedrez.

—¿Y si me niego a firmar esto? —pregunté, señalando el contrato.

—Tus padres pierden el rescate financiero. Tú pierdes tu independencia. Todos perdemos.

Un silencio tenso nos envolvió. Afuera, la ciudad seguía su curso. Gente que vivía sin contratos matrimoniales ni trajes de oficina. Gente que probablemente pensaba que casarse por amor era lo normal.

Que afortunados

Ethan me observaba y por un momento creí ver algo en sus ojos ¿Cansado? ¿Aburrimiento? ¿Vacío?

Pero fue tan rápido que tal vez lo imagine

—¿Qué pasa si una de las partes rompe el acuerdo antes del año? —pregunté, con la voz un poco más baja.

—Multa y escándalo

— perfecto. Que romántico

Cerré la carpeta sin leerla. Él la recogió con cuidado y la volvió a guardar como si fuera oro.

—La boda es en una semana. Será privada. Asistencia limitada. Solo familiares, prensa seleccionada y socios importantes.

—Oh claro. ¡Por que vamos a arruinar nuestra vidas qué sea con la boda más sencilla del mundo—

Él no respondió. Solo se levantó, se abrochó el saco y me extendió la mano. Fría. Firme. Odiosamente correcta.

La tome por compromiso

Y sentí ese cosquilleo incómodo, como cuando rozas el hielo con la piel caliente.

—Nos vemos el lunes —dijo él, sin emoción alguna, y se fue.

Me quedé sentada, sola con mi frappé derretido, preguntándome en qué parte de mi vida tomé la curva equivocada que me trajo hasta aquí. Tal vez fue cuando decidí ser honesta con todos. O cuando me negué a vivir según las expectativas. Tal vez fue cuando decidí ser honesta con todos. O cuando me negué a vivir según las expectativas. Tal vez esto era un castigo del universo por no seguir el guion.

Caminé por la ciudad durante horas. Sin rumbo. Sin música. Solo con mis pensamientos y el peso de un apellido ajeno que pronto sería mío. Lancaster. Sonaba tan frío como él. Tan elegante. Tan lejano a mí.

Pasé por una tienda de vestidos de novia, y no pude evitar detenerme frente a la vitrina. Un maniquí con sonrisa plástica llevaba un vestido gigante, blanco, perfecto. Una versión más lujosa del que mamá había colgado en mi armario.

Que irónico

Mi vestido de novia ya me esperaba

Pero el amor no

Esa noche, en mi habitación, hice algo raro: no puse música. No me cambié la ropa. No prendí la laptop ni dibujé. Solo me tumbé en la cama y miré el techo.

¿Y si, en lugar de sufrir en silencio, convertía esta historia en mi show?

Si ya iba a casarme con el hombre de hielo al menos que se derretiera un poquito




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