Bajo Juramento

CAPÍTULO 1: PRIMERA PARTE

LA VERDAD ENFRENTADA

Las luces de Nueva York brillaban como miles de puntos dispersos en un lienzo negro. Estaba sentado en la ventana de mi apartamento en Brooklyn, mirando la ciudad que nunca dejaba de moverse, mientras yo permanecía estático. Cada vez que mi mente volvía a esa noche, el escenario se desvanecía a una velocidad asombrosa. El sonido de los autos, las luces, las personas, todo se desdibujaba cuando pensaba en él. En mi padre.

No era solo el dolor lo que me arrastraba, sino la sensación de que algo había quedado sin decir. Algo más grande que la tragedia misma. El crimen había sido presentado como un simple robo, algo tan mundano que nadie le prestó más atención. Pero yo sabía que no era así. No podía serlo. No se llevaron nada. Solo dejaron un rastro de sangre y una carpeta vacía sobre su escritorio. Mi padre no era una víctima común, y si alguien quería hacerle daño, no era solo por dinero. No había algo en su vida que justificara eso. Había algo más profundo, algo oscuro, que se estaba ocultando a simple vista.

Esa noche, cuando lo encontré en el suelo, muerto, el mundo se detuvo por completo. Estaba allí, como si todo fuera parte de una película. La misma escena se repetía en mi mente constantemente. La sangre, el cuerpo, los ojos vacíos. Un vacío que nunca podría llenar. La tristeza me pesaba en los hombros, pero la rabia era lo que realmente me consumía. La policía decía que fue un robo que salió mal, pero sus palabras no me convencían. La carpeta. Siempre recordaba esa carpeta. Sabía que algo dentro de ella había llevado a mi padre a ese final, pero ¿qué era? ¿Y por qué nadie la mencionaba?

Durante días, me sentí atrapado en un mar de preguntas sin respuestas. Mi madre decía que debía dejar todo atrás, que la vida seguía, pero yo no podía. No podía seguir adelante sin saber la verdad. Lo que me mantuvo despierto esas primeras noches no fue el dolor de perderlo, sino el peso de una verdad a medias. Aquel asesinato no solo me robó a mi padre, me robó la posibilidad de saber quién realmente fue. No era solo un padre, era una figura pública, un hombre que había estado metido en algo mucho más grande de lo que podía entender. Un hombre con secretos que ahora no podía descubrir.

Fue entonces cuando tomé la decisión. Tenía que irme. No podía quedarme allí, atrapado en el pasado. Decidí mudarme a Nueva York. Pensé que, si lograba entrar al mundo del derecho, podría empezar a entender qué había pasado realmente. Encontraría las respuestas, aunque eso significara perderme a mí mismo en el proceso. Ya no me importaba la universidad, ni los amigos que dejaba atrás, ni la ciudad que me vio crecer. Solo quería respuestas. Quería hacer justicia por mi padre. No podía ser simplemente una víctima. Tenía que ser alguien que pudiera cambiar las reglas del juego.

Fue entonces cuando supe que debía ser parte de un mundo que siempre había estado fuera de mi alcance. Me inscribí en la firma Carter & Co. Law Firm, el nombre que resonaba en todo el sector legal. Alex Carter era el tipo de abogado al que todo el mundo admiraba, un hombre cuya presencia llenaba cualquier habitación. Inteligente, astuto, implacable. Lo que no sabía era que, al acercarme a él, mi vida tomaría un giro inesperado.

El primer día que llegué a la oficina, me di cuenta de que estaba fuera de lugar. Todos parecían tener sus vidas en orden, mientras yo estaba allí, con las manos temblorosas y la mente ocupada en una sola cosa: mi padre. Nada importaba más. Y sin embargo, el ambiente de la firma me absorbía. La gente caminaba rápido, hablando de casos importantes, de estrategias legales. Para ellos, todo era un juego de poder, pero yo no podía evitar sentir que este era el lugar donde encontraría las piezas que me faltaban.

Fui recibido por un par de colegas que apenas me prestaron atención. Me asignaron tareas simples, como leer contratos, organizar archivos, y asistir en pequeñas investigaciones. Nada de lo que hacía me interesaba realmente, pero debía estar allí, aprender cómo funcionaba todo. Quería saber cómo se movían las piezas dentro de ese mundo y, en algún punto, hacer que trabajaran a mi favor. No solo para mi futuro, sino para encontrar la verdad que me perseguía.

Pero fue en el tercer día, cuando Alex Carter me convocó a su oficina, que las cosas tomaron un giro inesperado. Lo había visto desde lejos, siempre rodeado de personas, hablando con clientes, dando órdenes. Era imposible no notar su presencia, su capacidad para controlar todo lo que tocaba. Su mirada era penetrante, y su postura, impecable. Cuando entré a su despacho, el aire parecía volverse más denso.

—Elliot Rhodes —dijo con voz grave, como si ya me conociera. No me sorprendió. El apellido "Rhodes" cargaba peso en el mundo del derecho. La gente lo recordaba por mi padre, y él lo sabía. Aún así, no me sentí cómodo al escuchar mi nombre de sus labios. Sentí que había algo más que la simple curiosidad en su mirada.

—Sí, soy el hijo de Henry Rhodes —respondí, tratando de mantener la compostura, aunque por dentro me sentía vulnerable. ¿Qué quería de mí? ¿Por qué estaba aquí?

Alex sonrió levemente, pero no era una sonrisa cálida. Era una sonrisa que sugería que sabía más de lo que estaba dispuesto a decir.

—Sé quién eres, Elliot. Todos en este edificio lo sabemos. Pero dime, ¿por qué estás aquí? ¿Qué te hace estar tan decidido a ser parte de este mundo? ¿Es solo por tu padre, o hay algo más?

Su pregunta me descolocó. Nadie me había hablado de esa manera antes. No era una simple pregunta. Parecía que estaba buscando algo en mi interior, algo que ni yo mismo sabía que estaba allí. Pero, por alguna razón, decidí ser honesto.

—Quiero justicia. Quiero saber lo que le pasó a mi padre.

Alex me observó en silencio, sus ojos escrutando cada palabra que decía. No podía leerlo, y eso me desconcertaba.

—La justicia no siempre se presenta de la manera que esperamos —dijo, mientras dejaba los papeles sobre su escritorio y se inclinaba hacia atrás en su silla—. A veces, la verdad es mucho más complicada de lo que parece.



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Editado: 01.01.2025

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