El día siguiente, Jan se levanta con mucha hambre, y dice:
— Voy a salir de este bosque.
En ese instante, Jan se pone a recorrer el bosque por más de media hora a paso lento por el hambre. Cuando ve bastante humo desde lejos, y dice:
— Debe de haber alguien allá adelante.
Jan sigue caminando. Cuando ve una casa en medio del bosque. Y a un hombre arrodillado orando en la parte de afuera, y dice con alegría:
— ¡Un hombre de fe!
Jan comienza acercarse lentamente a la casa. Cuando ve que el hombre se levanta con gran enojo, y mira al cielo gritando:
— ¡TIENES QUE LLEVARME A MI TAMBIÉN! ¡YO FUI FIEL CONTIGO! ¡NO ES JUSTO QUE ME HAYAS DEJADO AQUÍ!
Jan sorprende al hombre, diciéndole:
— ¿Quién eres tú para imponerle algo a Dios?
Con gran sorpresa, el hombre mira a Jan, y le responde:
— ¿y tú quién eres?
— Mi nombre es Jan y estoy durmiendo desde ayer en este bosque.
— Seas quien seas, déjame solo, esto es entre Dios y yo.
— Disculpa que te dije eso, pero es la verdad y la verdad hay que decirla. Jehová Dios, es el creador de todo lo que ves, del cielo, del mar de la tierra, de las dos lumbreras, creo a los animales tanto los terrestres como los que habitan en el agua, nos creó a nosotros. ¿Quién tiene el derecho de imponerle algo a nuestro padre celestial?
— No sigas, yo sé de la creación y de todas esas cosas, yo soy pastor.
— Ah.
— Así que no me vengas a enseñar, tú eres un simple muchacho comparado conmigo, que tengo cincuenta años predicando la palabra.
— Para ser un verdadero hombre de Dios, no puede tener en tu corazón con orgullo, con ego, con altivez, ni menos preciar a los demás por su apariencia, tan poco no puedes tener preferencias por una persona u otra.
— No entiendes muchacho, los demás se fueron y yo me quede, yo, el pastor Gersaint, el mejor pastor de este pueblo.
— A Dios le gusta las personas humildes, ¿si sabes que es humildad?
El pastor se enfada aún más y se acerca a Jan, y le expresa:
— ¿Quién te crees tu? ¿Te quieres hacer pasar por pastor?
— Claro que no, pero a función de que mi pastor no está, y que no hay otras personas enseñando lo que se debe de enseñar, pues me toca a mí.
— Pues algo mal hiciste, porque también estas aquí.
— Estoy aquí para corregirte.
Gersaint se pone a reír bastante. Haciéndole muy difícil de parar de reír, y luego de hacer mucha fuerza para controlar su risa, le expresa a Jan:
— Y me dices de Ego y de orgullo, y que otra cosa más, te estas portando como un muchacho arrogante.
— ¿Arrogante?
— Yo maneje cientos de cientos de personas en mi Iglesia, todos me respetaban, todos querían que yo siempre les predicara, porque ellos sentían y sabían que yo era un buen pastor... y lo soy. Yo soy buen pastor, oraba y ayudaba a los enfermos, le daba comida a la gente de la calle, ayudaba a las ovejas de la Iglesia que tenían problemas familiares, problemas en su trabajo y problemas económicos, etc, etc, etc, etc... y con todo eso me quede. Yo, yo Gersaint Micolie, yo me quedé, no fui tomado en cuenta por Dios.
— Déjate de estar dándote golpes de pecho, diciendo, yo, yo, yo, cuando toda la vida has predicado mal.
— ¿Cómo te atreves? Tu no me conoces.
— A Dios no le puedes mentir. Tu eres de esa clase de predicador, que cuando las cosas están mal, le haces ver a la gente que todo está bien, y les dices que van a prosperar, porque tu solo piensas en dinero, dinero, dinero, dinero, dinero, dinero, y más dinero... el bendito dinero no te va a salvar ni a ti ni a los que convenciste en tu Iglesia, y les seguías hablando a todos de que todo estaba bien. Cuando tenías que hablarles de santidad. Tenías al frente a muchos fornicarios y adúlteros y no les hablaste de santidad, a muchos engañadores y no les hablaste de santidad, porque solo querías su dinero, el dinero no lo es todo, es un papel. Eso se queda en la tierra, los carros, las casas, tu yate y demás cosas que tienes se van a quedar aquí, el dinero no salvara tu alma.
— ¿Cómo sabes que tengo todo eso si apenas te conozco?
— No fuiste un buen pastor, tuviste la oportunidad de capacitar a muchas personas, pero no lo hiciste, la vanidad y la avaricia por el dinero te carcomió... por eso estas como estas.
Muy inquieto y temeroso, Gersaint le expresa a Jan:
— ¿No me respondiste lo que te pregunte, como sabes que tengo todo eso si nunca nos habíamos visto? ¿Yo creo que me estuviste espiando?
— ¿Eso crees?
— ¿Qué hace un joven solo como tú en las profundidades de este bosque?
— No trates de evitar tu responsabilidad y pídele perdón a Jesucristo, por haber engañado a tanta gente, pídele perdón a Jesucristo por tras voltear el evangelio a tu manera y ocultar la verdadera verdad.
En ese instante, Gersaint se acuerda de todas sus predicas, y no quiere aceptar que fallo como pastor, y le dice a Jan:
— ¡Aléjate de mí! Necesito estar solo.
— ¿Estas arrepentido?
— Claro que no, yo he predicado bien en toda mi vida.
— ¿Debes de saber que existe el infierno no?
— No me vengas con eso, yo, yo... yo predique bien, siempre he predicado la palabra bien. Y eso lo tengo en mi conciencia, y el dinero, mis casas, mi yate y mis carros, todo eso me lo gane con gran esfuerzo.
— Bueno, ya te he dicho todo, si no quieres escuchar, pues no escuches, y si no quieres ver la verdad, pues no la veas... yo me voy.
— Espera, espera, ¿a dónde vas?
— Me voy a mi casa.
— Cambie de opinión y quiero que me acompañes a orar, tú también estas aquí.
— Creo que necesitas estar solo para que te arrepientas de verdad, y le pidas perdón a Jesucristo.
— Yo estoy arrepentido, necesito que me ayudes a orar de la manera que tú lo haces. ¿Acaso no ayudas a una persona necesitada?