El amor, ese bello sentimiento y ese algo que nos hace sentir una ilusión, ese momento de felicidad tan grande y tan profundo, pero ese sentimiento trae consecuencias a pesar de haber sido bello por mucho tiempo pero cuando terminamos ese momento de paz quizá llega dolor a nuestra vida y no sabemos como reaccionar, la tristeza llega y se apodera de tu alma, solo hay un gran sufrimiento, ese dolor al dejar a alguien muy especial, o tal vez no era lo mejor, tal ves era un alma enviada para aliviar tu dolor. Pero todo empezó una noche fría , un clima nublado, a pesar de eso la luna brillaba con todo su esplendor, había un jovencito de cabello largo, ojos claros y una sonrisa tan grande que podía notarla desde lejos. Estaba acostado en el césped mirando aquella enorme luna, seguramente llevaba horas allí.
Una noche él salió con su padre para mirar aquellas brillantes estrellas, él se sentía tan bien que pensaba que todo era un sueño y sentía esa paz que no había sentido jamás, ese tierno jovencito cerró sus ojos y su padre cantó una hermosa canción, era tan dulce su voz que provocó en él jovencito un profundo sueño. Cuando despertó se sentía confundido, estaba acostado en su dormitorio y no sabía si realmente todo fue un sueño o sí fue la bella y confusa realidad. Además, recordaba bien cada momento, y podía sentir la brisa pasar suavemente por su rostro, la voz de su padre rodeaba su mente y buscó a su padre, pero él no estaba presente. Sé que el siguió yendo a ese mismo lugar por mucho tiempo.
Pasó un tiempo y me pregunté donde estaba papá, le pregunté a mi madre, noté cómo estaba rota por dentro, y le dije: Madre,¿Qué pasa?
¿Dónde está papá? ¿Por qué no ha vuelto?!!
-Mi madre, algo agotada y con lágrimas en sus brillantes ojos, me dijo: Hijo, tu padre se ha ido, y no sé donde está, pero prometió estar siempre en tu corazón, y él sabe porqué se fue, él tiene una razón.
Confundido me acosté en mi cuarto,
una tristeza me invadía pero me sentí confundido, solo quería encontrar la manera de reencontrarme con mi papá ya que no estaba junto a mí, no entendí porque se había ido, desesperadamente quería lograr abrazarlo pero podía y cuando pensaba en él quedaba aún más confundido al saber del porqué se fue, el saber el motivo.
Pasaron los meses y la tristeza era cada vez más y más, pensaba, Padre, ¿Por qué huiste? ¿Acaso no soy suficiente para ti?
Eran unas simples palabras que me destruían el alma, y a pesar de eso, cada noche pensaba lo mismo.