Había pasado una semana desde que empecé a utilizar Wentir, ya había hablado con algunos chicos pero nada interesante. La conversación más larga duró diez minutos, pero no me esperaba nada más de un “¿Cómo estás?”, “¿Qué te gusta hacer?”.
Estaba yendo al instituto cuando encontré un mensaje diferente de los otros: “Hola, es un placer, me llamo Marcos, me encanta tu sonrisa, es preciosa”.
Lo leí tres veces pensando: “alguien me escribió una cosa tan dulce y sin expresarse de modo vulgar, un milagro.”
Contesté sin prisa porque quería dar una buena impresión, después de cinco minutos me respondió y así durante toda la mañana; hasta cuando me pidió salir, entré en crisis, era el primer chico que me pedía una cita. Enseguida escribí a Vero.
-Cariño, ayúdame, un tío me ha preguntado si quiero salir con él ¿qué hago?
-Dile que sí, claro, me contestó muy rápidamente.
“Hablaré con mi madre, a ver qué me dice”, reflexioné. Desde siempre estaba acostumbrada a hablar con ella y preguntar su opinión sobre cualquiera cosa, así le mandé un mensaje: Mamá, un chico me ha pedido de salir, ¿qué dices?
-¿Por qué, no?
Estaba muy entusiasta y velozmente escribí a Marcos confirmando la cita.
-Mami, me ha pedido de vernos en Valencia Capital.
-No estoy de acuerdo, tendría que esforzarse y venir aquí.
-Pero está muy lejos para él.
-Para ti también.
Inhalé y decidí darle razón, así que con mucho coraje le pregunté a Marcos si podíamos vernos en mi pueblo y él aceptó.
“Entonces es verdad que quiere verme”, pensé con mucha alegría y sorpresa.
-Sofía voy al trabajo, nos vemos después cariño.
-Vale mamá, Marcos me ha confirmado para mañana aquí en la playa.
-¿Has visto? Si quiere verte llega hasta aquí.
-Eres más antigua que yo.
-Déjate cortejar por una vez.
-Vale, vale, hasta luego mami.
Ella me dio un beso y cerró la puerta.
Pasé la tarde haciendo los deberes y escribiéndome con Marcos, me gustaba hablar con él, tenía muchas ganas de conocerlo.
Cuando acabé de preparar la mochila cogí el pijama y los vestidos para el día siguiente. Empecé a borrar cada opción porque se me veían demasiado las curvas y no era lo que quería. Me miré al espejo y me llegaron mil dudas: ¿Si él se espera una chica más bonita?, ¿Si no le gusta mi actitud?, ¿Si no le gustan mis curvas?, ¿Si no le gusto?
Estas preguntas me produjeron mucha ansiedad. Al final tenía dieciocho años y era mi primera cita, había un bueno motivo, ¿no?
Probé a quitarme estos nervios dándome una ducha caliente, el ruido del agua que caía me relajaba y hacía que dejara de pensar.
Salí del baño, me puse el pijama y fui al salón para ver un poco de televisión.
-Hola cariño, perdón pero mañana no puedo ir, tengo una cita en el médico, lo siento mucho.
Leí este mensaje, me lo esperaba, era imposible que alguien quisiera verme.
-Vale, le contesté sin nada más, porque no lo merecía.
-Lo siento mucho, escribió añadiendo una foto donde estaba él con la cara triste.
Yo decidí seguir esta conversación: me hice un selfie desanimada y se lo envié.
-Lástima que no puedo coger esos labios tan bonitos.
Estaba sorprendida del mensaje y tampoco sabía que contestar, quería dar la impresión de estar enfadada, no podía resolverlo todo con diez palabras.
-Mañana no podemos vernos pero me puedes videollamar.
En un minuto lo vio pero no me contestó, sabía que habría acabado todo allí, con aquel mensaje.
“Solo un loco me habría llamado” y en el momento que lo pensé sentí el móvil sonar: era él.
Me dejó sin palabras, no sabía qué decir, no estaba lista psicológicamente para esto y sobre todo llevaba el pijama y el pelo erizado, peor era imposible.
No obstante eso fue una llamada especial, estuvimos dos horas hablando de todo, de nuestras aficiones, de nuestro plato favorito, de películas, de cines y de relaciones. Marcos me preguntó cuales eran las cosas más importantes en una pareja para mí. Me puse muy nerviosa, “¿cómo le digo que nunca he tenido novio?, bueno puedo no decírselo, no es una cosa fundamental… qué tonta soy, claro que es un detalle importante”.
-Ehm..
-¿Qué pasa?
-Es que nunca he tenido una relación.
-Ah, pues no pasa nada, me sonrió.
Tenía una sonrisa muy amable. Hablaba y me encanté escuchando su voz dulce con un acento español maravilloso.
Después de haber hablado de todo lo imaginable nos dimos las “buenas noches” y colgamos la llamada. Suspiré con una grande sonrisa en la cara.
Me acosté pensando en sus elogios y en su mirada, ninguno me había observado así.
Me pareció increíble lo que me estaba pasado, pensé que era el comienzo de algo, que aún no sabía decir bien qué era, pero me gustaba.