Bajo Mil Espinas

Cap. 1

Pov: Lucía

 

Camino despacio por el sendero, miro el paisaje, las aves danzan al son de sus alas, el río corre arrastrando todo aquello que se logra interponer en su camino y, yo aquí sigo atrapada entre estas espinas que hieren cada día más mi corazón.

El cielo esta gris, del mismo gris de mi alma. Las nubes están a punto de descargar, tal como están mis ojos. Mirando detenidamente, mi vista se posa en un pequeño conejo negro que se encuentra camuflado entre los arboles, para otra persona sería difícil de ver, pero para mí es distinto, puedo ver eso y mucho más.

Odio lo que soy, odio ser éste monstruo como me suelen llamar, odio todo. Aún no entiendo porque esto tuvo que sucederme, porque tuve que nacer con está maldición.

Mí madre siempre decía que la vida no suele llegar sola, siempre viene con un defecto y, el mío es este.

Me acerco a la orilla del río, tal vez con la esperanza de pisar en falso y caer entre las fuertes corrientes que lleva su caudal. A veces me pregunto sí el no se sentirá sólo al igual que yo, si en ocasiones no anhela una compañía tal y como la anhelo yo.

Decir que crecí infeliz es decir mentiras, mientras mi madre estuvo con vida yo era feliz, muy feliz. Pero hoy, a mis veinte años de edad, me encuentro deseando que vuelva a la vida, que aquél desastroso día en el que ella tuvo que partir nunca hubiese llegado, qué nunca debió marcharse de éste mundo y dejarme tan sola aquí. Sí bien es cierto que tengo la mala compañía de mi padre, aún así se siente como sí estuviera sola ya que él nunca está en casa.

Gracias a mi condición él puede pagar entré otras cosas sus botellas de alcohol, dándome sólo unos cuantos pesos para poder subsistir a duras penas.

 

 

Cansada de estar lamiendo mis heridas morales, decido alejarme del río y caminar a prisa a la jaula en la que vivo antes de que mi mal padre llegue. Siempre llega con un nuevo cliente y con unas ganas inmensas de echarse dinero al bolsillo. Todos los días es lo mismo, salgo a dar una vuelta aprovechando su ausencia, vuelvo antes que él a la casa, él llega con alguien desconocido y yo tengo que hacer mí parte; atender al cliente.

Una vez atendido papá cobra el dinero, me da unos cuantos pesos para mis gastos, mientras que el resto se lo gasta en la taberna del pueblo. Cuando mamá vivía todo era distinto, al menos con relación a la administración del dinero. Papá se encargaba de traer al cliente, mamá cobraba el dinero y yo lo atendía. Las cosas me parecían bien por el simple echo de que el dinero era utilizado en su totalidad para los gastos de la casa, nada de gastar en vicios de la calle.

Llego al fín a la casa y noto que papá aún no llega, así que todo está bien. Voy a la cocina, bebo un poco de agua, coloco el vaso en el lava vajillas y me dirijo a mí habitación. Al ingresar en ella lo primero que veo como siempre es la fotografía de mamá, donde se encuentra sonriendo como nunca, muy feliz.

Camino hacía la cama y me recuesto en ella a descansar, pero el descanso no dura mucho ya que escucho la puerta de la entrada abrirse.

 

 

-¡Niña, aquí está un cliente!. Sal de ahí.- escucho a papá gritar.

 

Resoplo por lo bajo, pues sé que ha llegado mi hora, la hora que más odio después de la muerte de mamá.

Salgo de uno de mis refugios y me dirijo con parsimonia a la sala. Cuando llego miro a papá que está parado en la puerta de la entrada, una vez me ve, señala a quién a continuación atendere. Llevo la vista al punto dónde él me señala y me encuentro con un chico joven, puedo deducir que tiene unos veinticinco años de edad, es bastante apuesto.

Sus ojos color café te invitan a que te quedes observandolo por siempre, el negro brillante de su cabello te hipnotiza, su tez de un negro cuan pétalos de rosas te inducen a pecar. Quiero ver su sonrisa, quiero saber que tan hermosa es y, como sí mi deseo lo hubiese pedido en voz alta sonríe, sonríe con soltura, sin ataduras y, me siento caer. Su sola sonrisa ilumina mi espacio oscuro, es como si esa sonrisa me hiciera sumergir al manantial más hermoso del universo, sin querer salir de el.

Quiero más, quiero más de ése mundo perfecto que me muestra a través de su sonrisa, quiero más de sus nubes negras que me inducen a volar, quiero bañarme en sus petalos suaves sin temor a ahogarme en una cascada dónde su fuerza es de piedra y me dañen al caer; lo quiero todo de él.

 

—Los dejaré sólos.-las palabras de mí padre logran sacarme del letargo.—Tranquilo joven, queda en muy buenas manos.

 

   Una vez papá termina de hablar sale de la sala en dirección a la cocina. Tomo unos cuantos suspiros inaudibles y dirijo la mirada al chico que tengo al lado, dirijo la mirada al responsable de todas ésas sensaciones desconocidas que acabo de experimentar.

   Nuestras miradas vuelven a encontrarse y mi mundo vuleve a estar de cabeza. Trago duro, es inevitable no hacerlo, él me perturba y no de forma negativa. Es algo inexplicable y tormentoso, emociones nunca experimentadas capaces de llenar aquello que tan vacío estaba en mi interior, algo mágico.



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Editado: 30.04.2018

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