Balada de una princesa perdida | Completa

25

Pasar la noche en las celdas donde los habían confinado resultó ser bastante incómodo para Adam, especialmente porque no había nada en lo que sentarse aparte del frío suelo. Se recostó contra la pared opuesta a la entrada de su celda, observando cómo los faes que los vigilaban comenzaban a retirarse.

En la celda contigua estaba Joyce, quien, al parecer, acababa de sucumbir al sueño. Por su parte, Adam no conseguía dormir.

No podía dejar de pensar en la sombría historia de Joyce, como si la joven nunca hubiera tenido la oportunidad de ser feliz. Se había limitado a ser fuerte porque eso era lo que esperaban de ella. Para él, esto era una situación extraña, ya que en su caso era lo opuesto. Siempre lo habían considerado alguien frágil, alguien a quien debían proteger.

Este era el caso de su hermana Rose, quien había luchado toda su vida por protegerlo como buena hermana mayor, pero que también terminaba tratándolo como si fuera de cristal por miedo a que se dañara. La decisión de rescatarla fue la primera en su vida que lo hizo sentir fuerte. Incluso Joyce, que apenas lo conocía, quería protegerlo.

Detestaba sentirse frágil.

Volvió a mirar hacia donde ella yacía recostada, debía estar sintiendo frío, pero no hacía ningún gesto que lo demostrara.

Por unos segundos, cuando vio esa mirada de dolor en ella, deseó ser él quien la protegiera. ¿Qué podría ofrecer un mortal a un ser tan poderoso como ella?

Solo problemas.

Intentó dormir, tratando de ignorar sus sentimientos y emociones, pero la noche parecía eterna. Al menos hasta que escuchó un silbido que lo llamaba.

Adam abrió los ojos y buscó a su alrededor, tratando de discernir en la oscuridad de dónde provenía el silbido.

Entonces, el silbido cesó y una voz grave dijo:

—Un mortal en las tierras de Adarlan, eso es audaz.

No lograba comprender, ¿de dónde venía esa voz? ¿Quién le hablaba?

Sus ojos aún estaban intentando adaptarse a la oscuridad cuando una figura se movió en la celda enfrente de la de Adam. Parecía ser un hombre.

La escasa luz que emitía la antorcha en el pasillo de las celdas le permitió notar sus orejas puntiagudas y una sonrisa traviesa. El fae se acercó a los barrotes de su celda, observándolo con creciente curiosidad.

—¿Q-q-quién eres? —tartamudeó Adam.

El fae volvió a sonreír, mostrando todos sus dientes, que parecían colmillos.

—Algunos se atreven a llamarme Felix el idiota, otros prefieren decirme Felix el entrometido. Mientras alguna de esas descripciones incluya un defecto hacia mí, es perfecto.

Adam apretó los labios, tratando de descifrar qué quería decir aquel fae con sus comentarios.

—Mi nombre es Adam.

Felix asintió, como si ya esperara esa respuesta.

—Como te digo, es bastante audaz de tu parte venir a un territorio tan desconocido y cambiante como Adarlan.

—No vine porque quisiera; es una necesidad —comentó Adam, sin poder evitar sentirse frustrado. No estaban ni cerca de rescatar a su hermana. No cuando la única fae que podría ayudar estaba dormida e incapacitada para usar sus poderes en la celda contigua.

El fae se inclinó, curioso, acercando su rostro a los barrotes.

—¿Y cuál es esa necesidad, si se puede saber?

Adam observó al fae, intentando decidir si podía confiar en él.

—Ya entiendo por qué te llaman Felix el entrometido.

Este hizo un gesto con la lengua.

—Touché, Adam. Pero vamos, no me dejes con la curiosidad. No es como que pueda hacer mucho desde esta celda, ¿o sí?

Alzó las cadenas que también le impedían usar sus poderes, al igual que a Joyce.

—Mi hermana —suspiró Adam—. Mi hermana fue secuestrada por el que se hace llamar príncipe.

Felix abrió su boca con sorpresa antes de cerrarla de nuevo.

—Increíble, la mortal que exhibieron en la plaza, ¿verdad?

Adam asintió.

—Muy triste, realmente lo lamento. Sabes que nosotros no podemos mentir, ¿verdad?

—Algo así me dijeron.

Felix señaló hacia donde Joyce seguía profundamente dormida.

—Y esa hermosa fae que te acompaña, ¿supongo que es tu guía?

Por alguna razón, que Felix, un fae desconocido, calificara a Joyce de "hermosa" molestó a Adam. ¿Por qué tenía que hacer un comentario así? Era innecesario.

El silencio de Adam debió transmitirle algo a Felix, porque este carraspeó.

—Ya veo, ya veo. No pretendía molestar con ese... adjetivo. Solo expresé lo que pensaba.

Adam apretó sus dientes, cada vez más molesto.

No entendía porqué se molestaba de algo que era obvio, cualquier persona con dos ojos notaría la belleza de Joyce. Él lo experimentó en su momento al conocerla.

Pero escucharlo de otra persona le hacía sentir diferente, no le gustaba.

Asintió.

—Está bien —terminó por decir.

—Entonces, ¿ella es tu guía?

—Se podría decir.

Llamar guía a Joyce era muy extraño, aunque era verdad. Al menos por el momento ella era su única guía en ese mundo tan desconocido para él.

¿Podía decir que eran amigos? ¿Conocidos? ¿Un intento de cita?

No tenía la menor idea.

—Tengo una propuesta para ustedes dos —comentó Felix después de un rato —. Llevo aquí unos cuantos días, pero sé quienes nos visitan y en qué horarios... Si nos organizamos, podemos robar las llaves y salir de aquí.

Adam pareció interesado al menos hasta que recordó lo que le había dicho Joyce. No confiar en ningún fae.

—¿Si ya sabías todo eso porque no intentaste escapar antes?

—No es fácil cuando solo es una persona —hizo una mueca —. Pero si somos tres, estoy seguro que podemos idear algo.

Aquella proposición sonaba muy tentadora para Adam, teniendo en cuenta de que Joyce se debilitaba mientras más tiempo pasaba en esa celda encadenada. Se giró hacia donde estaba ella y la vio recargada con la pared contigua, su cabeza estaba inclinada hacia el lado. Aborta en un sueño muy largo.



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En el texto hay: fantasia, romance, hadas

Editado: 06.05.2024

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