En nuestro pueblo hay una leyenda que dice que cuando tienes una pareja debes ir a la Balanza del Amor; ahí será medido para que evalúe si es un amor real o es algo que jamás durará. Tengo 18 años y no sé si esto sea real; aún no he tenido la oportunidad de tener una pareja como en los libros de romance que leo o en las series que siempre me desvelo viendo.
Soy estudiante de educación, mención lenguaje y literatura, y tengo un grupo de dos amigos que están conmigo en la carrera desde que iniciamos; actualmente estamos en 4to semestre.
El día empezó normal, como siempre, llegando tarde a la clase por culpa de Tristán, quien se levantó tarde, así que estábamos rogando que la profesora nos dejara entrar. Luego de poner una cara molesta, nos dejó pasar.
—Son buenos alumnos, no sé por qué no pueden levantarse temprano. —dijo la profesora.
—Culpa de Tristán —dije y Marcos asintió; no dejaríamos que nos regañen por Tristán.
—Solo pasen.
Y nos sentamos atrás como siempre, a ver la clase de Castellano instrumental. Realmente éramos alumnos destacados, amábamos la carrera y siempre dábamos todo, pero nos costaba llegar temprano, así que solo estuvimos copiando rápidamente todo lo que la profesora había dicho y tenía en el pizarrón.
—¿Qué almorzaremos hoy? —Marcos siempre tenía hambre.
—Yo tengo sueño. —Tristán siempre tenía sueño porque se acostaba tarde y no dormía nada.
—¿Compramos pizza para comer y dormimos toda la tarde en casa de Tristán? —Propuse.
Y los dos asistieron. Le envié un mensaje a mi mamá que, saliendo de casa, estaría con los chicos. Ya los conocía y no tenía problema que estuviera en casa de Tristán o Marcos; a veces se quedaban en casa. Teníamos mucho tiempo siendo amigos, así que nos llevábamos muy bien con nuestras madres y las de los chicos.
Terminamos viendo clase de educación física, que es una materia que odio, pero forma parte de nuestro pensum y ahí estábamos los tres nerds, que se la pasaban leyendo y haciendo por obligación una actividad física. El profesor sabía que lo odiábamos, pero debíamos aprobar, así que estábamos aquí.
—¿Vamos a jugar fútbol? —propuso Tristán en modo sarcástico.
—Sí, claro, ¿Y que nos lleven todos esos gorilas por un balón?
—Si no nos movemos, no nos verá el profesor. —Todos odiábamos esto.
—Mejor vámonos de aquí. —Empecé a caminar fuera de la cancha.
—Zul, ¡cuidado! —gritaron ambos y solo me dio tiempo de voltear y ver que el balón venía hacia donde me encontraba; no había escapatoria, impacto contra mi cara.
Haciendo que me cayera y me quedara en el suelo por un tiempo.
—¿Estás bien? —Se acercaron los chicos y no les prestaba mucha atención.
—Hey. —Se acercó Prom; era quien me había golpeado con el balón. Lo había visto algunas veces más en esta clase. Pésimo para jugar fútbol, no sé por qué lo sigue intentando. —Lo siento, Zul.
—Ya me golpeaste. —dije levantándome con su ayuda.
—Te lo puedo compensar. —dijo rápidamente.
—¿Cómo? —Tristán saltó rápidamente como si tuviese un plan.
—E-eh. —Se veía nervioso.
—Invítanos a comer pizza y estamos a mano.
—Es a mí a quien golpearon. —Les recordé. —No debes hacer nada, Prom.
—Sigue inconsciente, está diciendo tonterías. —Tristán se puso delante de mí, hablando con Prom, el cual sonreía.
—Está bien, pero invítenme a comer con ustedes. —dijo Prom.
—Listo, tenemos comida gratis. —Tristán y Marcos empezaron a hacer una pequeña celebración y Prom y yo solo reíamos.
Terminamos la clase y estábamos caminando a casa de Tristán, junto con Prom, quien era la primera vez que se unía a nosotros. Iba contándole a los chicos que era de la Facultad de Ingeniería y solo cursaba Educación Física con nosotros porque las demás materias eran más relacionadas a su carrera. Yo disfrutaba mucho de ver el paisaje; la universidad tenía muchas cosas lindas, murales de arte y cafetines donde estar.
—¿Estás bien? —Prom me sacó de mis pensamientos.
—Sí. —Respondí —¿Por qué lo dices?
—Te veo algo perdido en tus pensamientos.
—La naturaleza es algo hermoso de observar.
Y es que creía que hablaba, que su hermosura siempre transmitía una energía muy hermosa y me encantaba poder verla siempre; era algo que disfrutaba de poder salir y conocer lugares nuevos, ver vida, porque está viva, rodearnos de ella era algo que me llenaba de mucha felicidad y por eso muchas veces parecía muy perdido en mis pensamientos, observando lo hermoso de la naturaleza.
Llegamos a la casa de los padres de Tristán, los cuales saludamos con entusiasmo y ellos nos devolvieron el saludo de la misma forma. Les teníamos mucha estima a los señores. Presentamos a Prom, quien no conocía la casa de Tristán, y subimos a su cuarto a poder leer o jugar algún juego. Parecíamos nerds, pero es que era nuestra forma de disfrutar. Los tres éramos amantes del romance, así que obligamos a Prom a ver una serie con nosotros.