Había pasado un mes desde que los chicos se habían quedado en la casa; todo iba de la mejor manera, nos sentíamos más unidos que nunca. Era como si lo que empezó siendo tres hermanos, ahora éramos una familia completa; era bonito saber que todos nos sentíamos bien siendo esto.
Hoy estábamos apoyando nuevamente a Prom, Lucas y Sorangel, quienes estaban jugando el partido final para poder clasificar de manera estadal, ir contra universidades de otros estados y luego, poder competir a nivel nacional. Sabía que, aunque no ganaran, era todo un logro estar compitiendo.
—Estoy algo nervioso. —Era raro escuchar a Prom decir eso.
—Todo saldrá bien. —Lucas le daba ánimo, aunque también se veía algo nervioso.
—Espero que sí, no me gustaría decepcionar a toda la facultad.
Y como si fuera poco, aún no había comenzado el partido y el rector de la universidad vino a decirles a los chicos que este era el partido más importante y que no podían perder, que toda la universidad dependía de ellos.
—Qué buena forma de dar ánimos. —A Tristán le había incomodado el comentario del rector, pero honestamente creo que a todos nos había molestado, porque lejos de animar, sé que eso pondrá más nervioso a los chicos; era algo inevitable.
—¿Y si mejor nos vamos? —Prom se veía extraño, como si no fuera la misma persona.
—No creo haberte visto así de nervioso para algo. —Le pregunté, a ver si pasaba algo más de lo que quisiera hablar; quería ayudarlo en lo que pudiera, así sea dándole ánimo.
—Solo es miedo de fracasar.
—Siempre será mejor intentarlo, si no, jamás tendrás la certeza de que hubiese pasado. Estar aquí ya es un logro grande, Prom. —Lo abracé, apretándolo contra mi cuerpo y él lo correspondió, escondiendo su cabeza en mi cuello; parecía un niño pequeño. —El resultado que obtengas aquí no va a definir si eres bueno o malo en la vida; siempre habrá un segundo intento. Lo importante es que te estás animando a hacerlo. Debes estar orgulloso de ti, Prom, así como lo estoy yo.
—¿Estás orgulloso de mí?
—Claro que sí, Prom, eres alguien grandioso. —Le di un beso en la cabeza, de la misma forma que él siempre lo hacía, levantándome un poco por la diferencia de altura que había entre nosotros y él solo cerró sus ojos.
El partido estaba por comenzar, así que todos fueron a la cancha. Nosotros nos quedamos en las gradas; desde aquí podíamos ver cómo el equipo se reunía en un círculo para darse ánimo tal vez, aunque me daba un poco de nervios que perdieran por cómo podría reaccionar Prom. Sabía que se estaba esforzando mucho para poder ganar.
Pero como le dije, estaba orgulloso de que estuviera aquí, con nervios, con miedo, pero siempre intentándolo. De eso se trataba la vida, de arriesgarnos, de hacerlo, de intentar y muchas veces fracasar, porque esos fracasos son los que en algún momento nos harán llegar a la cima.
El partido había empezado; estábamos algo nerviosos, con una estrategia algo defensiva. Debían asegurar que el equipo de la otra universidad se cansara para poder atacar, así que cuando fue el momento perfecto empezaron a hacerlo, subiendo con algunos pases, algunas fintas. Prom se adentraba cerca de la cancha contraria; confiaba en él, sabía que podía.
Gol, había anotado el primer gol, así que el marcador estaba con un gol a nuestro favor. Podían buscar anotar otro, pero creo que sería complicado si el otro equipo busca atacar, así que era mejor que volvieran a la defensiva para asegurar el gol que tenían, o eso es lo que pensaba; realmente no sabía mucho sobre estrategias del fútbol. Prom me había enseñado algunas cosas básicas, pero sentía que jamás entendería en su totalidad el juego.
Era mejor para mí solo ver a Prom, jugando, siendo feliz.
Me distraje y no sé en qué momento hicieron un gol para empatar el marcador; se podían ver las expresiones de molestia de los chicos. Debían atacar nuevamente para poder hacer otro gol.
Tristán no estaba conmigo, había ido a ver el partido de Lucas, y misteriosamente Marcos en un momento se había ido. Últimamente lo había notado algo decaído, así que le estaba dando su espacio, esperando que él quisiera hablar.
La tensión en las gradas, con algunos gritos y pitidos, indicaba que se estaban acercando a la arquería. Prom, en la delantera, con otros compañeros, algunos pases y mucha rapidez, lograron anotar el segundo gol.
Todos nos levantamos a animarlos; algunos gritaban gol de una forma muy grotesca, como si quisieran intimidar al otro equipo.
Con los pitidos del árbitro, había terminado el partido; había ganado, era momento de celebrar. Corriendo por la cancha, los jugadores celebraban el gran partido que acababan de jugar. Ver la felicidad en la cara de Prom me hacía sentir feliz, me hacía sentir que al estar a su lado todo era más sencillo, la vida tenía más color. Corriendo vino hacia donde estaba yo para cargarme, dar algunas vueltas sobre sí mismo y yo solo tenía miedo de que me dejara caer.
—Me vas a dejar caer.
—Jamás te soltaré. —Como si no dijera; solo por la manera como estábamos, sentía que esas palabras reconfortan mi corazón, se sentía lindo.
—Felicitaciones, sabía que lo lograrías.
—Gracias por haberme apoyado.