FRAGMENTO DE UN PASADO
Samanta
La confianza que creció en mi al entrar en este club lo disfruto demasiado como toda una dama mostrando que la belleza de una mujer siempre sera como la serpiente, sigilosa pero llena de veneno capaz de matar en cuestión de segundo «Ser la diabólica o la compasiva de esta historia es lo que me gusta protagonizar» es este tipo de apariencias son las deben tener cuidado. Veo como Alexander alza su copa ante mí y sonrió de una forma coqueta para luego prestarle atención al menú de los vinos, cruzo mi pierna dejando al descubierto una de ellas hasta darme cuenta que el mesero me observaba.
—¡Hey! —Chasqueo mis dedos para que reaccionara—. ¿Para qué te pagan?
—D-disculpe señorita…
—Te pagan por ser mesero no un morboso observando mi cuerpo o de cualquier mujer que esté presente —Respondí cerrando de golpe la carta dejándolo en la mesa—. Quiero un Cheval Blanc de mil novecientos cuarenta y siete.
—Perdón no tenemos ahorita disponible en la bodega
—¿Entonces por qué está en la lista de la carta si no está disponible?
—Es que…
—No quiero explicaciones, tráeme un AurumRed —Ordene.
—Ya regreso con permiso —Se retira.
¿Pero por qué la agresividad?
Comentó mi primo desde el pequeño micro en el hélix de la oreja
—No soy agresiva solo que me fastidia que miren demás —Aparto un mechón de mi cabello—. Además ¿No tengo razón?, ¿Para qué vas a poner un vino que no está disponible?, no tiene sentido.
Tienes razón por cierto Alexander no para de mirarte y no solo él sino el resto de los hombres.
—Lo sé, pero ese no es mi objetivo
¿No te diste cuenta?, el objetivo no para de mirarte desde que llegaste
—¿En serio?, ¿Y dónde andas tú que no te veo?
A tú derecha en una barra de color caoba y si ves un chico con un traje de tres piezas azul marino con blanco alzando su vaso de whiskey, ese soy yo
Fijo mi mirada a la derecha donde efectivamente está sentado con su vaso alzando el mismo para saludarme mientras yo le hago lo mismo alzando mi mano de forma coqueta para sonreírle.
—Que lindo está el señorito…
Lo sé siempre lo soy, aunque linda es la mirada que te está lanzando el objetivo
—¿De verdad? —Susurré
Si, detrás de ese antifaz lánzale esa mirada tuya como toda una Cleopatra tratando de conquistar a Julio César
—¿Y Marco Antonio?
Michael…
Volteo discretamente donde esta Nicolás con un traje de dos piezas negro y blanco, donde alrededor de su mesa se encuentran los guardaespaldas, él me acecha con su mirada mientras le da un sorbo a su whisky para al final alzar su vaso a mí.
Me traen la botella junto con la copa y amablemente me lo sirven.
—Gracias… —Tomo la copa para mezclarla un poco y darle un sorbo.
Como desearía ser mujer para sentirme así de seductora, regia y única
—Créeme es más difícil de lo que imaginas.
La música que se escuchaba anterior la cambiaron por “Sway – Michael Buble” para cambiar la situación y algunas parejas se levantaron a bailar.
El objetivo está acercándote a ti, lo más seguro que es para invitarte a la pista y lo más seguro es que no sepas bailar tango
—Eso es lo que tú no sabes… —Me levante dejando la mesa mi copa perdiéndome entre las parejas de baile y me fijo como queda abstraído en la mistad de la pista.
¿Qué vas hacer?
—Conseguir el objetivo…
Me acerco quedándome a centímetros de su espalda y posar mis brazos debajo de él acariciando su torso hasta sentir como su mano entrelaza con la mía, aproveche la oportunidad para posarla en su hombro girándome alrededor de él hasta verlo fijamente en esos ojos grises como cuando se reúnen todas las nubes para crear una tormenta de caos, ese cabello azabache que cae de su frente y su mandíbula perfilada.
Corto esa pequeña distancia que teníamos tomándome de la cintura para apoyar nuestros pechos y sentir nuestras respiraciones, comienzo a seguirle el ritmo con buena postura seguido de un movimiento del ocho desenroscando nuestros torsos dando una forma espiral generando un pívot en el pie, parece que el tango es una de sus especialidades creando e improvisando muchos movimientos.
Damos dos pasos adelante creando una disociación acercando un poco más su rostro para que nuestros labios rozaran, deslizo mi mano por su cuello y él posa mi pierna en su cadera sintiendo el tacto de su mano en mi muslo.
—Tentaciones como tú necesitan pecados como yo —Susurro cerca de mi oído.
—No juego con fuego señor Nicolás —Bajo mi pierna.
—¿Por qué me puedo quemar? —Me toma del mentón y sonreí.
—Te enamoraras en la mitad del incendio. —La música termino y bajo mi pierna manteniéndole la mirada para darme la vuelta e ir a mi mesa.
Me siento en mi silla acomodando mi vestido Nicolás sonríe para acercarse a mi como imán, lo tengo en la palma de mi mano.
—Usted baila muy bien para ser francesa —Comentó sentándose al frente de mí.
—Eso no impide en que me interese practicar algunos bailes típicos
—Tiene razón —Suelta una sonrisa pícara—. Ya me puedo imaginar que sabe mi nombre, pero me presento Nicolás O’Conner para servirle —Toma mi mano para darle un beso en mis nudillos.
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Editado: 19.09.2022