—¡Rayos! —exclamó Cloe ante el estrepitoso sonido de la llanta pinchada.
—No me lo creo —dijo Eithan al unísono.
—¿Tiv qué haremos? No traemos repuesto, mira que Rafa nos lo advirtió, pero como aquí el mala cabeza soy yo —refunfuño Al, que por primera vez en el día sonaba el más maduro de los dos.
—No me estés regañando ahora, tú también podías haber equipado el repuesto —se defendió Eithan.
—No es momento de discutir chicos, primero llamemos al servicio de grúas para que nos remolquen —agregó Luna de pacifista.
—Ella tiene razón —sentenció Eithan y agarró su teléfono.
Para colmos la señal era malísima y ninguno de los móviles conseguía establecer comunicación ni con su familia, ni con los números de emergencia.
En ese momento Cloe comenzó a ponerse nerviosa y a hiperventilar, no se lo podía creer, ella no quería quedar mal ante su héroe, y no tenía idea de si en esa zona tan apartada habría alguno de los grupos custodiando. Sabía que si la atrapaba la noche ese tipo llamado Bléiser iría a por ella, lo peor es que no estaba sola, pondría a Luna, Eithan y Al en peligro, todo por no fijarse en la hora.
—Maldita señal —gritó—. Chicos yo avanzaré caminando, necesito llegar a mi casa rápido —anunció.
—Cloe, ¿estás loca? ¿Cómo te vas a ir sola? Ya faltan menos de veinte minutos para que oscurezca —le reprendió Luna.
—Lo sé por eso debo avanzar rápido —respondió abriendo la puerta del auto.
—¿Cuál es el lío con que llegues de noche Cloe? —preguntó Al con mucha curiosidad.
—Seguro sus padres la regañan por despistada —dijo Eithan soltando una risa burlona.
—Te crees muy chistoso, ¿ verdad? No son mis padres el problema. Al, lo siento, pero tengo motivos muy serios para no querer estar fuera de casa a esta hora, Valsania ya no es tan segura.
—Entiendo, pero lo más lógico sería quedarnos juntos. Si algo sucede podemos protegerlas —el rostro de Al que siempre estaba alegre ya no tenía esa sonrisa tan característica y su voz sonaba seria y decidida.
—No puedo ponerlos en esa situación —dijo Cloe bajando la cabeza.
—¿A qué te refieres? —intervino Eithan, ya más razonable. Él había notado el nerviosismo y la preocupación en su voz. Después de todo, su actitud y sus barreras eran solo para proteger a los demás de su verdadero ser. No era seguro acercase a él, mucho menos confiar, o por lo menos eso creía.
—Chicos no me hagan hablar más, voy caminando y punto. Tal vez consiga buena señal y llamo a mi papá.
—Perfecto, pues caminemos todos —agregó Eithan que ya se encontraba cerrando el auto.
—Pero... —Cloe fue interrumpida por Al.
—No hay más que hablar, a caminar se ha dicho —concluyó sonriendo de nuevo.
Todos salieron del auto y comenzaron a avanzar. Cloe iba casi corriendo, pero Eithan no le perdía el paso. Luna y Al iban unos diez pasos por detrás de ellos. Valsania tenía un clima peculiar y el horario mucho más, a las cinco y cincuenta o seis de la tarde ya oscurecía y la isla quedaba sumergida en una oscuridad dispersada solamente por farolas en las avenidas principales y las luces de las casas en el pueblo.
—Vaya avanzamos bastante ya no se ve el Ferrari —gritó Luna rompiendo el silencio y apresuró el paso para alcanzar a Cloe y Eithan.
—Tienes razón —dijo Al, que la siguió casi al instante.
—Todo está muy tranquilo —alegó Cloe mirando atentamente sus alrededores.
No podía ocultar su temor. La carretera a la Valsmix en ese horario estaba desolada. Rodeada únicamente por extensos campos verdes, estos se perdían a la vista por el horizonte.
—¿Qué esperabas? Aún nos falta un kilómetro y medio para llegar al inicio de la civilización, no sé por qué la Valsmix está tan lejos —señaló Eithan con su tono descortés activado.
—No está lejos, solo un poco apartada —le replicó Luna.
—Pues si para ti ese fin del mundo se considera "apartado", lo respeto —se encogió de hombros y alzó las manos.
—Que respetuoso te has vuelto —bromeo Luna.
—Mi hermano es muy educado solo que Clo... —Eithan le lanzó una gélida mirada que lo hizo atragantarse con sus palabras y toser.
—Luna no me malinterpretes, hay ciertas personas que me sacan de onda... Solo eso.
—Claro, voy a fingir que me lo creo, tranquilo.
—¡Habló en serio! —exclamó divertido.
—Yo igual —lo picó ella y sonrió.
Al no podía dejar de mirarla, a diferencia de sus conversaciones con ella, se veía realmente cómoda hablando con su hermano.
—¡Oye, Al! —Intentó advertirle Eithan demasiado tarde.
El joven se tropezó con una rama caída en el medio de la carretera por andar perdido en sus pensamientos, se golpeó la pierna derecha. Milagrosamente mantuvo el equilibrio y no calló al suelo.
—¿Estás bien? —Luna se acercó a él y miró por arriba su pierna.
—Sí, estoy bien—comenzó a reír avergonzado.
—Mueve la pierna —ordenó y él lo hizo con facilidad, sin pizca de dolor.
—Estoy bien —repitió.
—¿En qué pensabas? Te podrías haber lastimado —lo regaño.
—Chicos por favor, casi oscurece —Cloe había perdido su buen humor, el terror que sentía en su interior era mucho más grande.
—Estás muy alterada —dijo Eithan—. En serio, ¿no viste que Al casi se cae?
—No, ¿Al estás bien?
—Sí, tranquila —afirmó el aludido.
—Tengan cuidado y sigan avanzando, no hay mucho tiempo.
—Sí, jefa —bromeó Eithan siguiéndole el paso.
De repente a unos ochenta metros de ellos Cloe divisó una figura alta y sombría. Su corazón se le detuvo por unos instantes, los recuerdos de la noche anterior la abrumaron.
—¿Qué es eso? —preguntó con un hilo de voz.
—¡Oh! Parece una persona —dijo Luna que no lograba definir bien la figura larga y oscura.
—Esto es un problema —expresó Al entre dientes.
Mientras más se acercaban más clara era la imagen, efectivamente era un hombre y no cualquier hombre, era nada más y nada menos que Bléiser.