Barreras de sangre (1)

Capítulo 6:

Cloe abrió los ojos, se encontraba en una habitación de hospital, muy iluminada con una ventana frente a la camilla. Había fotos de paisajes decorando las paredes verdes, las sábanas blancas que la cubrían tenían un olor a lejía y blanqueador un poco fuerte. Su madre estaba a un lado de la cama agarrándole la mano con fuerza, el padre sentado en un sillón marrón a su derecha dormido. Cuando Luisa la vio despierta se lanzó sobre ella y la besó en la frente, luego salió a buscar un médico corriendo, no dijo nada, la emoción reflejada en sus pupilas fue suficiente. El doctor llegó rápidamente a la habitación. Cloe estaba un poco asustada, tenía vagos recuerdos, solo las imágenes de cuando se puso el anillo inundaban su mente. El médico la examinó detenidamente durante media hora.

—¡Es un milagro! —exclamó—. Solo hay que hacerle unos exámenes más y podrá ir a casa, aunque le aconsejo descansar, lleva tres días inconsciente, es preocupante, pero sus signos vitales están bien.

Cuando el doctor se retiró de la habitación, Luisa despertó a Diego que se emocionó mucho y casi termina llorando al ver a su hija con los ojos abiertos.

—Mamá, ¿qué ocurrió? —Preguntó la joven al notar cuán grave había sido su situación.

—El viernes te dejé en casa y salí de nuevo al trabajo, cuando tu madre llegó te encontró convulsionando en el suelo de tu habitación —respondió Diego, la voz le temblaba, su rostro transmitía dolor y tristeza, incluso se veía más delgado.

—Llamé rápidamente a urgencias. Al llegar al hospital tu corazón se detuvo por unos instantes. Por suerte los médicos lograron salvarte, pero estuviste inconsciente tres días. Realizaron muchos análisis y nada explica lo que te ocurrió, al contrario, los resultados son muy buenos, todos están dentro de los parámetros normales —agregó Luisa sosteniendo con fuerza la mano de su hija.

Cloe estaba segura de que esas convulsiones, paro cardiaco e inconsciencia estaban relacionados con el anillo, solo que no sabía qué tipo de anillo era ese y por qué le causó tanto daño a su organismo. Por otra parte, estaban sus recuerdos, eso que vio inconsciente lo sintió tan real como si hubiese presenciado cada uno de ellos. Necesitaba respuestas, sin embargo, todo se volvió tan confuso luego de sus sueños que a no sabía si fue su imaginación u algo más.

Las dudas aumentaron cuando divisó el anillo en su mano, seguía allí, reluciente y perfecto, luciendo en su dedo. Forcejó para quitárselo, sin embargo, no pudo. El anillo se adhirió a su piel como su propia marca, una que debía comprender antes de que se saliera de control.

Los médicos repitieron los análisis, como el resto, dieron normal. Se suponía que Cloe estaba perfectamente, solo le recomendaron a sus padres que la observaran. Ella debía descansar en casa por una semana para descartar cualquier episodio similar.

Regresó con sus padres a casa, mirando el anillo y formulando un montón de preguntas sin respuestas. Cuando llegaron Cloe vio a Luna y Al sentados en el portal. La rubia corrió a ayudarla a bajar del auto mientras su compañero, junto a Diego, sacó con las cosas del maletero.

Los tres se sentaron juntos en el sofá de la sala, Luna abrazó a su mejor amiga y le besó la frente. Tomaron una fotografía y la subieron a sus redes sociales, recibiendo el apoyo y buenos deseos de sus conocidos.

—Cloe, ¿cómo te sientes? —preguntó la rubia arreglándole el cabello a su amiga—. Estaba realmente preocupada. Tu madre me llamó para darme la noticia, fui a verte al hospital todos estos días, estaba asustada, no quiero que nada malo te ocurra. —Ella estaba a punto de llorar y Al le dio palmadas en el hombro para calmarla un poco.

Cloe notó que ellos dos tenían más confianza entre sí, pensó que probablemente ese acercamiento ocurrió mientras ella estaba inconsciente. La curiosidad la mataba, pero un comentario fuera de lugar podría avergonzarlos y revertir el buen ambiente que emanaba de ellos. Decidió esperar a que su amiga estuviera lista para contarle los avances.

—Luni, estoy bien. No entiendo que pasó conmigo y los médicos menos. Mis análisis están bien y quieren que me quede una semana en casa. Ahora que estamos a final del año no puedo darme el lujo de perder clases.

—Por eso no te preocupes, —intervino Al—. Nosotros podemos venir cada tarde y ponerte al día, aún nos queda un mes para que comiencen los exámenes de fin de curso. —La preocupación se sentía a través de sus palabras.

Aunque ellos se conocían básicamente muy poco, se llevaban muy bien, cualquiera que los viera diría que eran amigos desde pequeños.

—Bueno, ya que me van a ayudar estoy más tranquila —la castaña se animó y sonrió.

—Pues claro que te ayudaremos, no voy a dejar que pierdas el año y mucho menos abandonarte, eres mi mejor amiga, ¿necesitas que te lo recuerde? —Luna cada vez abrazaba a Cloe con más fuerza, como si se le fuese a desaparecer entre sus manos.

—Bueno, cuéntenme, ¿qué me perdí? —preguntó Cloe con pizca de curiosidad acomodándose en el asiento como si fuese a escuchar una historia muy larga.

Esperaba obtener algunos indicios del avance de la relación entre Luna y Al, pero sin presionar.

—La verdad no mucho, el viernes fuimos al lago, fue divertido hasta que Luna recibió la llamada de tu mamá, los tres corrimos al hospital —Al fue interrumpido por Cloe.

—¿Eithan también?

—Sí, estábamos juntos, aunque no lo creas Eithan te valora mucho. —Cloe empezó a reírse, para ella era increíble, que Eithan la valorara. No se conocían, el interrogatorio fue la conversación más larga que habían tenido y no podía considerarlo una charlaamena—. Él hubiese venido hoy con nosotros —continúo el chico—, pero tuvo que acompañar a nuestro hermano Lucas al monte Kristall.

—¿¡Al monte Kristall!? ¿No es peligroso ese lugar? —chilló Cloe asombrada.

El monte Kristall era uno de esos lugares que incluso desde la carretera se ven tenebrosos. Casi nadie lo visita, ya que es una zona desierta de la isla, un sitio de muy mala reputación. Dicen que los que entran nunca salen, es un bosque muy tupido, con grandes árboles, suelo mohoso y muy oscuro, porque los árboles no permiten que la luz atraviese las ramas.




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