...Every little lie cause butterflies
Ubicación: Desconocida
Narrador: Desconocido
Ajusto los guantes de cuero por mis dedos, queriendo eliminar cualquier incomodidad, caminando alrededor del cuarto, escogiendo los suplementos necesarios que están meticulosamente ordenados en las diversas mesas y gavetas del amplio lugar.
—¿Qué es este lugar? —El miedo de su voz, se mezcla con la desesperación de su cuerpo, al querer desatarse de los ajustados nudos de la cuerda, que lo mantienen acorralado en la silla.
Sonrío divertido, sin dejar de revisar las herramientas frente a mí, agarrando lo que pienso será de utilidad en nuestra divertida sesión.
—Por favor, déjeme ir. Te daré todo lo que desees si me sueltas, lo prometo. —Negocia con sus últimas esperanzas de poder lograr convencerme, para que lo deje libre y vivo.
Suspiro, empezando a irritarme por su voz, que cada vez se va volviendo más chillona por el pánico.
Veo sobre mis ojos a mi compañero y eso es suficiente para entender mi petición. A pasos lentos, se va acercando al hombre amarrado, disfrutando del miedo que desprende su cuerpo, aspirando su temor, y veo por el rabillo del ojo, la sonrisa satisfecha cuando acerca su rostro al del hombre abriendo la boca y mordiendo la nada, asustando aún más al sujeto por el ruido que causó.
La chispa traviesa en sus ojos aumenta, y yo niego divertido, continuando con mi tarea.
—¿Qué quieres de mí? —Noto su voz ahogada, estando a poco tiempo de empezar a llorar por las provocaciones de mi compañero.
Cuando ya hube terminado, camino hasta ellos, con un artefacto alargado, que saca fuego por uno de los extremos, y electricidad por el otro de electricidad. En la otra mano, un cuchillo de acero.
Saco un pañuelo de mi bolsillo, limpiando el filo.
—Basta, por favor, deténganse. —Alzo la mirada y veo la tela que le cubre los ojos empapada de lágrimas.
Conecto los ojos con la persona que se encuentra detrás del sujeto, indicándole que ya le puede quitar la venda.
Le susurra al oído que se tranquilice, que no va a pasar nada, pero hasta aquí noto tu tono sarcástico y divertido, ya que lo dice sin borrar su sonrisa traviesa.
La tela cae de sus ojos y el hombre parpadea, adaptándose a la luz.
Pasea sus ojos por todo el lugar, tratando de identificar en donde se encuentra.
—Mucho no puedes hacer—Deja de revisar todo, para fijar sus ojos en mi persona, amplía los ojos al reconocerme, logrando que el color rojo en sus mejillas por el llano drene, dejando su rostro completamente pálido. —El lugar está protegido.
Traga saliva, sin despegar sus ojos nerviosos de los míos, abre la boca para hablar, pero la persona detrás suyo le coloca un cuchillo en la garganta, matando instantáneamente, cualquier sonido que fuera a emitir.
—Solo habla cuando se te pida hacerlo, no tientes su benevolencia.
Sonrío, volviendo a oler el pánico y el miedo que abunda en todo el lugar.
—Debo confesar, que no me importa lo que llegues a pensar de mí, ni que subestimes lo pueda llegar a hacer. —Me acerco más a su rostro, manteniendo una expresión dura en mi rostro, para que entienda que lo que digo va en serio. — Pero me irrita, que le hagas creer a las personas que lo que estás diciendo sobre mí es cierto.
—Mi Señor...—Se calla, cuando el filo del cuchillo es levemente enterrado en su cuello, causando que el corte derrame un hilo de sangre, que rápidamente recojo con mi pulgar, acercándola a mi boca, lamiendo la pequeña gota.
—Mmm. —Ronroneo extasiado. —Mi Señor. —Mi tono burlón no le pasa desapercibido, volviendo ampliar los ojos, al notar su equivocación. —Imagino que Mikhail no estará muy contento si se entera de esto.
Se mantiene en silencio, tensando por completo su cuerpo. Sonrío, compartiendo una mirada con mi compañero, que contempla todo maravillado.
—¿Alguna duda, antes de empezar? —Interrogo, alzando una ceja, queriendo aparentar interés.
—¿Cómo lograste capturarme?
Sonrío ampliamente, escuchando la pregunta que tanto quise que realizara.
—¿De verdad creíste que no sabía sobre tu morboso juego? Un alcón como en el que decidiste disfrazarte, deambulando por lugares en los que no debería estar, fuera de su hábitat natural, estando siempre presente en los lugares a los que frecuentábamos, todos los días. —Río, negando con la cabeza rememorando cada momento. —No fuiste muy inteligente Eidher, ¿o sí?
>>Ahora. —Apoyo las palmas de mis manos en los reposabrazos de la silla, acercando mi rostro al suyo. —Me contarás todo lo que le has informado a Mikhail y cada mensaje que te ha encargado entregar.
Vuelve a mirar a su alrededor, desesperado por encontrar una manera de librarse de esto.
Subo la vista, y el obedece ante mi silenciosa petición.
El cuchillo rasga parte de su piel, dejando que la sangre roja vuelva a escurrir por su cuello, llegando a su impecable vestimenta, arruinándola por completo mientras se escuchan alaridos provenientes de la persona frente a mí.
—Se me está agotando la paciencia contigo. —Lo miro serio, con un tono duro, dejando claro que ya no estoy para más juegos. —Empieza a hablar.
Me enderezo, cruzando los brazos sobre mi pecho, con una expresión férrea, esperando a que empiece a hablar.
—No he sabido nada de Mikhail desde hace meses.
Respiro hondo, dejando que la sensación que me provoca escuchar su mentira, recorra cada centímetro de mi cuerpo.
—Sigue mintiendo, estaré complacido de escuchar cada una de ella, en serio. —Inclino la cabeza, pasando la lengua por mi labio ante la sensación de hormigueo en ella. —Pero créeme que el resultado final no te gustará mucho.
—Piedad. —Me suplica desesperado, derramando lágrimas. —Se me prohíbe divulgar cualquier información, tenga piedad. Por favor. —Implora, bajando la cabeza para seguir llorando.