Bastián
Niños correteando de un lado a otro, todos gritando. Muchos sollozando muy fuerte, con lágrimas en sus pequeñas caras, haciendo berrinches y chillando. Otros llenos de felicidad, saltando constantemente en un solo lugar, con grandes sonrisas abarcando sus rostros, muchos de ellos no terminan de despedirse de sus padres cuando ya están entrando corriendo al colegio, sin poder contener la emoción que burbujea dentro de sus cuerpos, queriendo dar inicio a su nueva etapa de vida, donde le dedicarán más tiempo a conseguir amigos, que ha estudiar.
Más que ser un sueño, fue una pesadilla.
Mis padres hace varios días, mientras estábamos cenando, quisieron hablar conmigo. Pensé que sería algo referente a sus trabajos, o a mis clases y tareas.
Ojalá hubiera sido eso.
—Sabes que estamos muy orgullosos de todo lo que has logrado aprender con el profesor Bastián. En verdad eres un niño muy inteligente.
Y no es por ser presumido, pero si lo era. Cualquier libro que el Sr. Müller ponía sobre mi mesa lo leí en un tiempo muy rápido, toda la información que ingería recorriendo mi cerebro, dejándome con ganas de aprender cada vez más. El no tuvo problema en complacerme ese pequeño capricho.
Libros de matemática, física, literatura, historia. Cualquier información que no se acostumbra dársela a un niño de 3 años (ya llegando a los 4) era depositada en mi mesa cada mañana.
Desde ese momento, he tenido clases particulares en casa toda la semana, desde muy temprano en la mañana, hasta la tarde, horas antes de que deba almorzar. Menos el fin de semana, ya que mis padres usan esos días para pasarlos completamente conmigo.
—Notamos que aprecias mucho al Seños Müller, pero…—Mi madre se detiene un momento para tomar un respiro, dirigiendo la mirada hacia mi padre, dándose un apretón de manos. —…creemos que ya es momento para que vayas a la escuela primaria, junto con los otros niños.
—¿Por qué debería ir? Todo lo que me enseñarían en la escuela ya yo lo sé. —Dejo mi cubierto a un lado del plato, para juntan mis manos en mi regazo, sin dejar de verlos con confusión.
—Entendemos eso Bastián, de verdad que sí. Pero todo lo que sabes, no te va a enseñar socializar con los niños de tu edad. —Toma la palabra mi padre. —Te hemos visto interactuando con nuestros compañeros de la empresa cuando vienen a casa, pero cuando ves a un niño por la calle, simplemente lo ignoras…
—Los ignoro porque no tienen el suficiente intelecto para seguirme una conversación,
—Nos estas dando la razón, es verdad que no pueden seguirte, porque todo sobre lo que hablas ellos aún no lo saben. Por eso, hemos tomado la decisión de inscribirte en la primaria, para que puedas interactuar con niños de tu edad.
—¿Seguiré viendo al Señor Müller?
—Te seguirá dando clases en verano si así lo quieres. —Ofrece mamá. Mis padres se me quedan viendo, esperando alguna reacción de mi parte, alertas a que me descontrole y termine haciendo un escándalo.
Me encojo de hombro y sigo comiendo, dándome igual lo que elijan.
Ellos sueltan un suspiro e intercambian una sonrisa, felices por lograr su cometido.
Y por eso me encuentro hoy aquí, anudándome la corbata frente al espejo, arreglando mi camisa y pantalón, ambos pulcramente planchado.
“Si este será mi primer día, debo lucir bien, para dar una buena impresión”
Agarro el morral, que escogí cuando mamá y papá me llevaron al centro comercial a comprarme todo lo necesario para mi día de escuela, y salgo de mi habitación para bajar las escaleras.
Encuentro a mis padres esperándome en la sala de estar.
—¿Listo?
—Siempre.
Me sonríen cuando llego hasta ellos y me agarran cada uno de una mano para salir de casa.
Tomamos asiento en el carro y papá arranca, empezando el trayecto hacia la escuela.
—¿Tienes todas tus cosas Bass?
—Si mamá. —Le paso el morral, para que pueda verlo por dentro y cerciorarse de que tenga todo.
—¿Estás emocionado? —Pregunta ahora papá viéndome desde el espejo retrovisor.
—No pidas tanto. —Contesto, sin ninguna expresión en la cara.
—Entiendo. —Ríe papá, acostumbrado a mis expresiones faciales.
La mayoría, nulas.
El resto del camino es en silencio, veo desde mi asiento los edificios pasar, bajo la ventana y dejo que los rayos de sol peguen en mi pálida piel, cierro los ojos, disfrutando del calor que me produce en el rostro, inhalando por la nariz la fresca brisa.
—Llegamos mon trésor.
“Mi tesoro” Mis padres siempre me han llamado de diferentes formas cariñosas en diferentes idiomas, no me molesta, solo que a veces sus apodos son demasiado empalagosos.
Abro la puerta del carro y bajo, preparándome para lo que sea que la vida me tenga preparado el día de hoy.
Mamá me espera fuera del carro con una sonrisa y la mano estirada, invitándome a tomarla.
Rodeamos el carro para llegar junto a papá y estar frente a la puerta principal del colegio.
Mi rostro nunca ha revelado muchas expresiones, eso es algo de lo que mamá hace mención en muchas bromas, en las cuales tampoco pongo una expresión de fastidio o exasperación, las cuales busca ver en sus bromas. Mis padres se han acostumbrado a mi tranquilidad, se podría decir que les encanta que no de tanto problema, la casa siempre está tranquila.
Así que, que no ponga una mueca ahora mismo, no significa que no sienta lo mismo que ellos, ya que lo más seguro es que notaron como su cuerpo entró en tensión, además de que sus caras dicen lo mismo que yo estoy sintiendo.