Rosa lo observa con sus labios entre abiertos y sonríe levemente.
— ¿Ella te autorizo? —pregunta asombrada.
— No me dejo opción, que es muy distinto —suspira— pero no me quejo —eleva los hombros.
Rosa suspira negando y lo abraza a su hijo.
— Me voy a recostar, vos podes hacer lo que quieras siempre y cuando no rompas nada —le advierte.
Él ríe divertido y asiente tomando una manzana.
Juega un momento con la fruta para luego dar un mordiscón observando toda la cocina y suspirando.
Decide comenzar a caminar por la casa, ya que sería donde viviría este tiempo hasta que Rosa este mejor, y aprovecharía pasar tiempo con ella.
Luego de pasar toda su mirada por la cocina prosigue caminando al salón, él creía que de estas mansiones solo había en las películas, es que en Buenos Aires en todo el tiempo que vivió nunca había visto de estas mansiones.
Todo en la casa es muy moderno, sin perder el toque rustico.
Observa las escaleras y decide salir al patio trasero, al darse cuenta que escaleras arriba lo único que iba a encontrar eran las habitaciones.
El patio era como un parque, no, no. El patio parecía el Rosedal de Palermo que Tihan visitaba cuando era un nene todavía.
Rosas y flores de colores que no sabía ni que existían, una más hermosa que la otra. Las gardenias, era una de las flores que Tihan podía diferenciar.
Observa todo el patio para voltear a ver la mansión pero esta vez tenía otra perspectiva de esta. Desde donde estaba podía ver todas las ventanas y ventanales que tenía la gran casa.
— Que raros son los que tienen plata para tirar al cielo —dice al darse cuenta que en toda esa mansión vive una persona, sin contar a Rosa y el resto de trabajadores que tenga la mujer en la casa.
Suspira volviendo a entrar a la casa, todo silencioso. Camina a la cocina y entra.
Se acerca a la heladera y observa que hay imanes de pizzerías. Su panza ruge y el sonríe. Toma el teléfono de línea y marca al número indicado.
Ya había finalizado de hacer su pedido, una pizza tamaño familiar con jamón y morrones. Ahora venía la parte dura, la espera.
Toma asiento y apoya sus brazos en la mesada observando el lugar.
Su mente comienza a divagar a todos esos momentos en los cuales había pasado caminando fuera de esa casa, y también cuando traía a su mamá a trabajar. Siempre soñó con estar dentro de esta casa, con vivir allí.
Pero se ve que no fue muy claro con sus anhelos, ya que estaba adentro de la casa, si. Pero no como él quería.
El timbre lo saca de sus pensamientos y se levanta rápidamente para ir a abrir lla puerta, del otro lado de la reja puede ver un muchacho con una moto. La pizza. Pensó y corrió a abrir.
— Hola, ¿cuánto es? —pregunta Tihan sacando su billetera.
— Doscientos cincuenta —dice el chico entregándole la caja con la pizza dentro.
Tihan le paga, el chico se va y él cierra el portón volviendo otra vez a la casa.
Entra cerrando la puerta con el pie y corriendo a apoyar la pizza en la mesada, estaba caliente. Algo poco usual ya que el viaje en moto la hace que se enfríe pero cuando pasaba de que llegaba caliente ¡al ataque mis valientes!
Abre la caja viendo salir ese humo con rico olor. Inhala y toma una porción para devorarla.
— Se ve que en Boston no te tenían bien alimentado —la voz de Talulah inunda la cocina haciendo a Tihan levantar la vista.
— Me tenían de excelente manera, pasa que soy muy glotón —dice elevando los hombros prosiguiendo con su tarea en comer.
Ella ríe levemente negando y se acerca a la heladera con la intención de tomar algo para cenar. Frunce el ceño al ver que la heladera esta más vacía la heladera de los Argento.
Él la observa y suspira al darse cuenta que esa era su tarea, cocinar.
— Talulah —la llama él haciendo que ella voltee a verlo— ¿quiere? —pregunta mostrándole una rebanada de pizza.
Ella ladea la cabeza, hace rato no comía pizza de pizzería, todas las comidas que comía eran contundentes. Nada de comidas rápidas.
— No muerdo —dice sacudiendo una porción de pizza y mordiéndola— quizá un poco —dice frunciendo los labios haciendo largar una carcajada a ella y él ríe levemente.
Ella se acerca y se sienta enfrente de él y toma una porción observandola unos segundos.
— No joda —dice él haciendo que ella frunza el ceño observándolo.
— ¿Disculpa? —inquiere ella ante la palabra que uso hacia ella.