Cuando la alarma suena; suelto un bostezo cansado, y luego aprieto mis ojos. Estoy demasiada cansada ni siquiera me apetece moverme. No obstante, lo hago. Busco a ciegas mi móvil sobre mi mesita de noche, abro mis ojos izquierdo y deslizó el icono color rojo carmesí para desactivar la alarma esta cesa por completo y me deja nuevamente en el silencio. Abro mis ojos de par en par y suelto un suave suspiro en resignación para después quedarme ahí: acostada con mi respiración suave y lenta. Miró el techo de hormigón y cientos de pensamientos inundan mi mente; la visita de mi madre, el saber lo que hacen mis hermanos ahora, y demás. Me alegra que mi madre haya cambiado y mejorado por su bien.
Cierro mis ojos nuevamente y los colores rojo y negro me arriban por completo, me pasó con suavidad las palmas de las manos por la cara y después las colocó con firmeza sobre el colchón para sentarme, impulsandome hacia arriba. Estiró mis brazos y logró escuchar como comienzan a tronar al unísono, disfrutó de la sensación al grado de sentirme relajada. Al cabo de unos segundos me pongo de pie y mis dedos tocan el piso de linoleo, y empiezo a caminar en dirección al cuarto de baño. Una vez dentro cierro con pestillo, ni siquiera sé por qué lo hago, no es como si un fantasma pensará en abrir la puerta, retiro el pensamiento de bromista y regreso a mi tarea de desnudarme. Lo cual no es para nada sexy, ya que mi pijama consiste en unos shorts con unos pocos agujeros y una camiseta holgada. Colocó mi ropa en el cesto de ropa sucia y me introduzco a la regadera, cojo la cortina entre mis dedos índice y pulgar y tiró de ella; delizandola. A continuación giró el grifo y el agua fría comienza a caer sobre mi cuerpo, mi cabello castaño comienza a robarse oscuro hasta quedar completamente mojado. Mi cuerpo reacciona al instante ante el contacto con la frialdad del agua, es placentero. Cojo entre ambas manos la esponja y el jabón de baño para después rozar la esponja por todo mi cuerpo dejando rastros de espuma en el, después lo enjuago y echo un poco de shampoo en mi cabello mojado, retiro la espuma hasta quedar libre de ella y cierro el grifo.
No tardo mucho tiempo en salir del cuarto de baño y deslizarme sobre unas bragas negras de algodón y un sujetador del mismo color. Ya en mi habitación mi primera opción de ropa es mi falda negra tipo lapiz y una camisa blanca de botones a presión y, mi peor pesadilla; unos tacones negros de punta. Jamás he sido fanática de esos zapatos, en realidad, son un arma mortal, ¿cómo es posible que ciertas chicas puedan usar semejante atrocidad? Mis únicos amores en cuestión de zapatos son: unos bellísimos Converse y unas buenas bailarinas. Eso es todo lo que necesito en la vida y lo vale, todo sea por una comodidad en mis piecitos. Camino al tocador con pasos pequeños y cojo el peine para cepillarme el cabello, lo levanto a una altura considerable y lo sujeto con una banda elástica, dejándolo caer en una coleta alta de caballo, lo cual hace resaltar aún más el contorno de mi rostro cuadrado. Me quedo de pie frente al espejo unos cuantos minutos y el rostro de él aparece como un libido recuerdo, lo cual hace que se me refuerzan las tripas. El sentimiento de odio ha ido creciendo a través de estos seis años, sé y estoy consciente que debería dejarlo ir pero es tan difícil.
No cuando lo recuerdo con tanta claridad, no cuando cuando aún en lo muy recoveco de mi herido corazón aún siento algo por él a pesar del todo el dolor que me causó. Pero, para mí, toda esperanza de que alguien me me amé a quedado inválida, ya no hay nada en mí que pueda valer. Sacudo mi cabeza, alejando aquellos recuerdos que se escurren por mi memoria como serpientes venenosas, tomó una buena bocanada de aire y después exhalo, dejando salir todo rastro de dolor. Algún día tendría que hacer mi redención y lo valdría, sé que después de todo algún día descansare de todo mis demonios. Una vez fuera de la habitación, cojo mi bolso y atrapó mis llaves entre mis dedos, y observó de reojo el reloj de la cocina, mejor dicho: el único reloj de todo el departamento.
«¡Mierda ya es tarde!»
Salgo a toda prisa del departamento, cierro con llave y comienzo a correr hacia el elevador. Presiono el botón pero el elevador parece estar en contra mia puesto que demora demasiado tiempo en subir. No tengo tiempo para esto, ya es demasiado tarde, corro lo más rápido que me permiten los estúpidos tacones en dirección de las escaleras. El maratón por llegar temprano a mi trabajo da inicio, pero sería una especie de milagro por lo usual las calles de Portland, Maine se encuentran demasiado concurridas a estas horas. Mientras bajo de dos en dos los escalones, abro mi bolso unos centímetros lo cual me permite introducir a la perfección mi mano y sacar mis audífonos y celular. Con gran habilidad; me la correa del bolso hasta el antrebrazo derecho y sujeto mi móvil con mi mano derecha, a continuación con mi mano izquierda conectó la entrada de los audífonos a la entrada del móvil y busco el reproductor de música, y busco mi canción favorita y después doy click en la palabra Play. Capital Letters de Hailee Steinfeld comienza a sonar en el momento en que estoy a punto de terminar de bajar las largas a interminables escaleras.
Mi corazón se hincha mientras continuó bajando y tarareando la canción. Me gusta demasiado la canción pues me identifico con la letra. En parte es realmente cierto; en mis veinte años de vida jamás me sido una líder, mi voz es demasiado baja y silenciosa. Y nunca me he atrevido a conocerse a fondo, jamás ha querido he tenido una buena excusa para hacer algo fuera de lo rutinario, y en cuanto a cuestiones de amor y cientos de hadas he dejado de ser una creyente. Lo único rescatable de mí es que soy muy testaruda y demasiado entregada a mi trabajo. Lo cual creo yo, es una ventaja. Una vez que llegó al último escalón, la luz del living me recibe de lleno, Bree se encuentra detrás del escritorio, sé y no me siento tan desorientada con el día que es hoy porque Bree lleva su típica blusa azul de botones, la cual suele llevar los Viernes, y es la blusa que más le hace resaltar el color de sus ojos.