Para cuando entro en la oficina del señor Walker ya he dejado de pensar en el chico de ojos verdes y he comenzado a pensar en qué decir. Aún que, viéndolo desde una perspectiva diferente no estoy mintiendo, dado que si el chico no hubiese detenido el auto ahora mismo estaría en el hospital; muerta. Sí lo más seguro es que estuviera muerta, es lo más lógico. Sigo sin entender cómo sigo viva después de tanto.
—Buenos días, señorita Summers —me saluda el señor Walker, es un hombre delgado y de cabello azabache, tiene finas arrugas en las esquinas de sus ojos negros, y es en ese instante en el que me doy cuenta que los años pasan volando demasiado rápido —¿Qué ha pasado? ¿Por qué el retardo?
Intento reorganizar mis pensamientos, todos y cada uno de ellos, desde las escenas más absurdas e incoherentes hasta la más realista.
Me aclaro la garganta y empiezo:—Vera... — hago una diminuta pausa y los ojos verdes del chico vislumbran en mi mente, inundando cada rincón de ella por completo —... Venía de camino hacía aquí, pero no me he fijado al cruzar la calle y el conductor de un Mustang casi me atropella; tuvimos una discusión. Y aquí estoy. —terminó sin entrar en muchos detalles. El rostro del señor Walker es franco y me mira con amabilidad.
—¿Te ha llevado a un hospital? —me pregunta, noto una pizca de preocupación en su voz.
—Si —miento. No quiero entrar en detalles y de verdad quiero irme de aquí, no quiero que me vea como una damisela en apuros —. ¿Me puedo retirar?
El señor Walker asiente.
—Señorita Summers, si se siente mal, avisé cuanto antes, ¿de acuerdo? —me dice, preocupado.
Sonrió y digo:—Señor Walker, Lila Grant trabaja aquí, ¿lo recuerda? Ella podría con más cosas que yo. Y es buena, tiene mejor experiencia.
Él niega con la cabeza.
—Señorita Summers jamás piense que yo soy un fantasma en esta Editorial — afirma —. Yo la observo al igual que a la señorita Grant. Tenga eso en mente.
—Lo haré, señor.
Doy una de mis mejores sonrisas y asiento. Me despido del señor Walker y giro sobre mis talones. Cojo la perilla entre mis dedos y salgo a toda prisa. No me gusta que nieguen el potencial de Lila, ella es inteligente y está más capacitada que yo. Borro de mi mente la conversación con el señor Walker y entro en mi pequeña oficina.
Mi oficina es pequeña pero me gusta, nunca me ha gustado lo extravagante o lo llamativo. Las paredes beige me hacen sentir cierta calidez y mi escritorio de IKEA luce bien. Rodeo el escritorio y me siento en mi silla giratoria, y me quedó en silencio. Desvío la vista hacia el florero de cristal que se encuentra lleno de flores artifiales color azul el cual siempre ha sido mi favorito. A continuación, observó el cuadro pequeño de madera donde se encuentra una fotografía con mi madre, mis tres hermanos y yo antes de la tragedia. Adam era el más alto en esos tiempos, con su piel bronceada debido a los partidos de fútbol. Jason era unos cuantos centímetros más bajo que Adam pero mucho más delgado que nosotros, y como olvidar su corte de cabello estilo honguito, de lo cual Adam, Dan y yo solíamos reírnos y hacer bromas. Y Daniel..., él era, más bien, es nuestro hermano pequeño, sus pequeños dientes de leche relucian tanto en la fotografía. Dan era tan dulce y travieso a la vez, extrañaba demasiado a mis hermanos.
Apartó el pensamiento de nostalgia y evitó a toda costa que las lágrimas salgan. Cierro mis ojos unos segundos y me dejó invadir por la oscuridad roja y negra. Suelto un suave suspiro y respiro hondo, dejando que la paz y tranquilidad me arropen. Y sin querer, el chico de ojos verdes aparece en mi mente como un flash de cámara, causando que mi ya lastimado y frágil corazón golpe de una manera avasalladora contra mis costillas. ¿Por qué pienso en él si no lo conozco?
«Pero te gustaría», me dice mi subconsciente.
Abro mis ojos con rapidez, no puedo tener esa clase de pensamientos ni siquiera esas emociones. Ya fui lastimada una vez, y no volverá a pasar.
De. Ninguna. Manera.
Las horas pasan más rápido de lo normal. Bueno, para ser un Viernes en la mañana, el día pasa con gran velocidad, nunca suele ser así. Quizá se deba a que he tratado de estar ocupada para no pensar en el chico. Me pregunto a dónde se dirigía, dijo algo así como un evento, ¿qué clase de evento? No creo que sea uno de negocios formales, viendo su vestimenta semiformal.
«Af, deja de pensar en él, Theresa— me repito una y otra vez —. Él quizá ya ni te recuerda.»
Y es verdad, por Dios vivimos en Portland, Maine hay millones de chicas guapas. Estaría de broma que él recordará a una insignificante chica cuando podría tener a cualquiera a su merced. Sólo soy una chica del montón.
Joder. Estoy obsesionada por un chico el cual desconozco su nombre.
Terminó de darme unas cuantas bofetadas mentales y terminó de enviar e-mails para los invitados a la reunión. Después ocupó mi mente en firmar documentos y organizar los contratos de distribución que necesito que firme el señor Walker. Luego ocupó mi tiempo en sacar copias, arreglar mi oficina y al cabo de unos minutos más; optó por la opción de ir a comprar café.
Cojo mi bolso y me encamino a recepción. Lila se encuentra detrás del escritorio con cara de pocos amigos y le digo:
—Voy por un café, ¿vienés?
—Por supuesto — dice, recogiendo su bolso y después comienza a masajearse las sienes con sus finos y elegantes dedos —. Maldita sea, odio este lugar. Necesito unas vacaciones.
—Lila, estamos a principios de Enero. No tendremos vacaciones hasta principios de Junio — le informó —. Además, no estamos corriendo de allá para acá.
Lila cruza la puerta mientras la sujeta con mi mano, y después cruzó yo. Mientras caminamos por la plaza, Lila mantiene su mirada al frente, deliberando. Ella es más alta que yo unos cuantos centímetros. El rostro de Lila pasa de uno molesto y rojo a uno lleno de serenidad. Cuando entramos a Starbucks el ambiente es acogedor, claro está que hay una fila como de treinta personas por delante de nosotras, pero yo no tengo prisa y por lo visto Lila tampoco. Y no quiero pensar en el chico, necesito azúcar ya.