Beautiful Nothing (#1 Beautiful Series)

Siete

Está vez, Silas conduce despacio. Además de que el tráfico no es mucho. A la hora de terminar mi turno fue como una especie de escapada de colegiala, trate de hacerlo sin que Lila comenzara hacer una especie de interrogatorio, y en cierta parte no quería cabrearla más, explicándole que había aceptado salir con el tío que por primera vez en la historia de su vida la había rechazado por alguien como yo.

—¿Qué piensas? —la voz de Silas resuena a través de la música fuerte y clara, apartó la mirada de la ventana del Mustan y la centro en su increíble rostro.

Parpadeo un par de veces, pensando en una mentira, no quiero que sepa por cuenta mía que estaba pensando en él  y en el rechazo descomunal que le dio a Lila horas atrás. 

Suspiro.—No, no pienso en nada.

Silas sonríe, una sonrisa torcida, una muy bonita.

—No es cierto —asegura—. Tú si que estás pensando algo, simplemente que no quieres decírmelo, eso es todo.

—No, en verdad, no pienso en nada.

—Hmm —entre cierra sus ojos verdes y analiza mi rostro una fracción de segundos—. No me trago eso, pero en fin. Ya sabré más de ti, Theresa Summers.

Siento su mirada fija en mí, y eso hace que todos mis músculos se tensen. Al igual que mi respiración sea retenida. Miro por el rabillo del ojo a Silas que tiene su vista al volante. El Mustang acelera al doblar en Avenue Johnson 15th, y después en movimiento suave se detiene frente a un semáforo que se pone en rojo.

Justo en ese segundo, le miró, su rostro está relajado y su piel blanca contrasta perfecto con la luz dorada del Sol. Al igual que sus ojos verdes, que ahora, con la luz reflejando en ellos adquieren un tono verde azulado. Los cuales hacen que mi corazón se derrita y mi estómago dé un saltito, es extraño que, en su compañía, yo me sienta serena y en una exquisita tranquilidad. Y a pesar de ello, su presencia se convierta en todo y a la vez me nuble el juicio y la razón. 

No entiendo el por qué el sentimiento extraño, yo no podría estar con él ni en un millón de años, ¿por qué digo eso? La definición perfecta es: ni siquiera volviendo a nacer. Él era puro y yo estaba sucia, no me lo merecía. Sin previo aviso, las comisuras de sus labios se elevan, y dejan a la luz sus dientes blancos y perfectos.

«Oh, oh. Eso significa que debo de estar mirándolo de una manera grosera».

Pero es que, es imposible apartar la mirada de él,  en cuanto me percato de que está girando la cabeza en mi dirección, rápidamente devuelvo la vista hacia la ventana. Mis mejillas comienzan a arder en un febril calor y cierro los ojos avergonzada, insultandome mentalmente por ser tan obvia.

—Es extraño y curioso. —comenta Silas, mantengo fijos mis ojos  a través de la ventana, esperando a que el fuego baje por mis mejillas.

Se hace el silencio, espero y después le miro. 

Una sonrisa torcida y sincera se refleja en el rostro de Silas, y hace que mi corazón dé un vuelvo, aún no ha cambiado el color del semáforo. 

Maldición. 

—¿Por qué es extraño? —pregunto al cabo de unos segundos.

Silas parece no haberlo olvidado porque con gran rapidez responde:

—Porque cuando yo te miro por demasiado tiempo, tú pareces darte cuenta de ese hecho —explica con voz serena y suave como la seda, mirándome a los ojos—. Y al igual yo cuando tú lo haces, sólo que tú apartas la mirada avergonzada.

Bueno, eso no puedo negarlo, es verdad. Parece que estamos conectados el uno con el otro, por muy idiota que suene, al menos eso parece. El semáforo se pone en rojo y el auto se desplaza hacia delante, mientras prefiero quedarme en silencio.

La verdad es: que no sé qué decir, no tengo una excusa demasiado buena para decirle el por qué lo miro.

—Tess, no es que sea algo personal, pero detesto que dejes de hablar.

—¿Por qué?

—Me gusta escucharte hablar, y la mayor parte del tiempo estás concentrada en saber mis intenciones respecto a ti —musita, con una risita—. Así que dime.

¿Qué puedo decirle? Para empezar nada de mi vieja vida, ese oscuro pasado y dolor, antes de él. Veamos, no hay nada interesante,  al menos no al grado que supongo que él podría interesarle.

—Ah, bueno —empiezo, frunzo los labios y después me muerdo el labio inferior—. Me gusta la música clásica, Debussy por ejemplo. O tal vez Yiruma, me gusta mucho Halsey y Hailee Steinfeld. 

—Ninguna banda de Rock.

—No, ninguna. Esa música es ruidosa y escandalosa. —farfullo molesta.

Nunca me ha gustado la música de Rock, toda la música de ese género que ha llegado a mis oídos son básicamente gritos y golpes estruendosos en la batería. 

Silas suelta una carcajada de suficiencia.—Depende de qué tipo escuches. Digo, Starset es muy bueno.

Suelto un sonido, una especie de chasquido al separar los labios.—No escucharé esa banda.

—Haremos esto, ¿vale? —propone; ignorando de lleno mi respuesta—. Conecta vía Bluetooth tu móvil y escuches tu lista de música. Quiero saber que tan buen gusto tienes.

¿Eso era una burla? Demonios, sí. Él se está burlando. Le voy a patear el trasero.

Saco mi móvil de mi bolso y lo sostengo entre mis largos dedos, miro mis uñas que ya tiene poco barniz azul en ellas y enciendo el Bluetooth. 

—¿Cuál es el nombre?

—Es Boss-1903 —contesta sin apartar la vista del volante.

Selecciono el nombre y después tecleo el icono de la nota musical color blanca y selecciono mi play list, la cual inicia con Impossible de James Arthur.

Yo siempre había tenido la costumbre de asociar la música conmigo por dos razones: la primera, porque me identificaba con la letra y la segunda, porque la vinculaba con un recuerdo, uno que fuera sin importar que fuera bueno o malo, o ambos. Tres minutos y veintiséis segundos después la canción concluye e inicia Wings de Birdy.

El sonido de la canción inunda por completo el Mustang, hace que me retumben un poco los asientos, la música me llena de alegría por completo y hace que quiera cantar. Las calles no están muy concurridas está tarde. 




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