Beautiful Nothing (#1 Beautiful Series)

Diez

Frescura.

Es lo que sienten mis piernas a la mañana siguiente, deslizó mi brazo mi brazo por la cama y aspiró profundamente todo el aroma de Silas que ha quedado en la almohada. Parpadeo un par de veces hasta que mi visión se aclara.

Después doy un respingo, Silas no se encuentra en la cama conmigo, me pongo de pie y salgo corriendo al cuarto de baño. No hay rastro de él, ni de su ropa. Un miedo atroz me inunda por completo y el corazón me late a mil por hora.

Y después, recuerdo.

El mecánico. 

Suelto el aire de mi histeria y me relajo, lo había olvidado, tenía que llevar a "Stang" con el mecánico y llena el depósito. Soy tan idiota. Silas jamás se atrevería a dejarme aquí sola a mi merced. Bueno, al menos eso ha demostrado. Inspeccionó la habitación del hotel y después desvió mi vista hacia la pequeña mesa del televisor, delante del televisor hay una hoja de papel doblada por la mitad. Recuerdo que anoche no se encontraba allí, así que Silas debe haberla dejado para mí. 

Camino hasta donde se encuentra el televisor y cojo la carta entre mis dedos, e inició a desdoblarla. Silas se luce en una letra cursiva a través del blanco papel y debo de admitir que jamás pensé que él tuviera una caligrafía muy buena.

—«No temas Summers, todo está bien —leo, mientras —camino de un lado a otro en la habitación—. Llegaré antes de que despiertes.»

—Mentiroso. —digo entre dientes de manera burlona, mientras camino de regreso a la cama, y me dejo caer de espalda.

Me quedo mirando el techo de la habitación y pienso en él, en Silas. En cómo ha sido capaz de poner mi ordenada vida en un campo desconocido en tan pocos días. Es el hombre más engreído y arrogante que he conocido en mi vida pero, de alguna manera loca y extraña me siento cómoda con él. 

Si hubiera conocido a Silas hace tantos años atrás, posiblemente no hubiera cometido tantos errores. 

El me arrebató y se llevo consigo algo que no le pertenecía, algo que le pertenecía a quién me amara de verdad. Tenía que aprender de esa manera para entender que los cuentos de hada y el amor no existe.

Odiaba ser tan inocente, ingenua aún que en cierta parte seguía siéndolo pero ya no en esa manera.

«Tú sabes que siempre te voy a amar, Theresa.», el eco de su voz resuena en mi mente y después me recorre la piel, dejando esa asquerosa sensación de serpientes ponzoñosas recorriendome el cuerpo.

Derek McCall, siempre fue el chico bueno, al menos para mí, eso cambió después de...

—¿Tess? —la preciosa voz de Silas inunda la habitación y me trae de regreso al presente.

Me siento lo más rápido que un ser humano puede y sonrió, debo de tener mal aspecto porque Silas se acerca hasta donde me encuentro y después se pone en cuclillas delante de mí. 

Atrapa mis manos entre las suyas.

—¿Te encuentras bien? —pregunta, la preocupación llena su voz y eso hace que se me estruje el corazón—. Tus ojos están llorosos. 

Estúpida debilidad. Estúpido corazón. ¡Estúpido y maldito Derek McCall! 

—Sí, estoy bien —respondo, sin darle importancia y dando un suave encogimiento de hombros—. Tal vez, me dará un resfriado. ¿Qué tal está "Stang"? —pregunto, desviando el tema.

Silas sonríe de manera suficiente. 

Lo ha notado.

—Está muy bien —dice de manera alegre. Alegría. Eso es Silas para mí—. Bueno, supongo que ya debemos regresar a Portland es Domingo y debes descansar para mañana.

—¿Y tú no? —pregunto.

Él niega con la cabeza.

—Una vez que te dejé en tu departamento debo ir a los ensayos, y pasarme por la casa de mi madre.

—¿Cuánto veces por semana ensayan? —pregunto por curiosidad. 

—De tres a cuatro veces por semana, además de que esta el hecho de que debemos componer las canciones.

—Vaya, es mucho trabajo.

—Lo sé. Venga, tenemos que irnos.

—Oh, pero tengo que cambiarme. —le recuerdo, tirando de la parte baja de su camiseta.

—Sólo ponte los pantalones y los Converse —dice, dulce—. No hay problema si me das la camiseta después. 

Asiento y corro al cuarto de baño, dejando a Silas con una sonrisa en el rostro.

 

***

 

Para cuando finalmente Silas a pagado la noche, el aire matutino me roza la piel. El Sol es brillante y cálido, Silas abre la puerta para mí, y después la cierra para montarse a Stang segundos después. Enciende el auto y este libera un ruido ensordecedor, potente. Silas gira el cuello hacía donde estoy y pregunta:

—¿Tienes hambre? —curioseando Silas.

—Sí. 

—Vale, entonces iremos a desayunar y después te llevo a tu departamento. 

—De acuerdo —digo, sopeso un momento y después digo:—. ¿Qué canción tarareaste para mí anoche?

Silas frunce los labios, tratando de ocultar una sonrisa, pero falla en el intento.

Die for you de Starset —responde de manera dulce. Lo sabía, sabía que era esa canción—. Te dije que...

—Calla, Silas —lo interrumpo—. Pero ¿podrías ponerla para mí en el reproductor?

Él sonríe complacido, y cumple mi petición. 

La canción inicia suave y lenta, después se manifiesta la voz del vocalista, es cantarina pero conforme avanza en las estrofas de la canción la voz se va haciendo más profunda y fuerte, enviando una descarga por mi cuerpo, volviendo electrizante todo, la distorsiones eléctricas y la mezcla de instrumentos orquestales hacen una combinación explosiva pero en esta canción puedo notar que predomina muchísimo la guitarra eléctrica. Sin importar que la música llene a Stang, Silas se dispone a hablar por encima de la música. 

—¿Has ido alguna vez a una fiesta neón?

Niego con la cabeza, avergonzada.

—¡Perfecto! —exclama con voz melodía y energética. Una sonrisa se asoma en su rostro y hace danzar mi corazón—¿Tendrás libre la noche del Viernes?




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