P.O.V Omnisciente
-Déjeme ver si entendí –decía Belladona tras escuchar la breve explicación acerca del sorteo de las casas –Hay cuatro casas de las cuales un sombrero mágico nos va a seleccionar en una según lo que ve en nosotros, ¿estoy bien?
-Es correcto –dijo Snape dando un leve asentimiento con la cabeza
Ya llevaban un par de horas desde que habían llegado al Callejón Diagon, su primera parada había sido el banco Gringotts, donde Belladona había quedado asombrada debido a los especímenes que Snape identificó como gnomos, unos seres verdaderamente amargados y tramposos, pero lo que más asombró a la pequeña bruja era el hecho de la cantidad de dinero que había en su bóveda. Una vez terminaron sus asuntos en Gringotts se dirigieron a buscar sus libros, calderos y demás útiles, tan solo faltaban sus uniformes y varita.
-También hay un Ministerio de Magia, el cual impide que los muggles sepan de nosotros
-Correcto otra vez
-¿No es algo absurdo? –Preguntó Belladona
-¿El qué? –Preguntó Snape con el ceño fruncido
-El que los magos y brujas se deban esconder –Snape se giró a verla manteniendo su ceño fruncido haciendo que Belladona suspire y le explicara su pensamiento –Es decir, se supone que somos más “fuertes” por decirlo de alguna manera –expresó haciendo comillas con sus dedos en la palabra fuerte –y nosotros somos los que debemos escondernos, no lo entiendo. Por mi parte tuve que esconder durante once años de mi vida el que mi cabello cambiara cuando me enojaba para no incomodar a las personas. Es injusto, ellos son los que deberían esconderse por ser ordinarios
Ese pensamiento hizo que Snape quedará inmóvil debido a todo lo que pensaba Belladona a tan temprana edad, pero era algo lógico debido a su crianza lejos del mundo mágico y la opresión a la que la mantenían debido a su condición como metamorfomaga, era un milagro el que no se transformara en un Obscurial.
-Si bueno, la mayoría de magos están de acuerdo con el ministro de magia
-¿Usted está dentro de esa mayoría? –pregunta con curiosidad Belladona
-No –le responde sin pensar –aunque algo bueno de estar en el anonimato es que los muggles no están tras nosotros para que lo ayudemos en cualquier cosa –añade Snape haciendo que Belladona alce los hombros con indiferencia
Tras caminar un poco más llegaron al puesto de varitas Ollivander´s, donde por acto de cortesía Snape le abrió la puerta a Belladona para que pasara primero.
Belladona quedó maravillada por todas las veritas que veía, no se podía creer que ella pudiera usar una para canalizar su magia, como anteriormente le había explicado Snape. Snape caminó hasta el mostrador tocando la campana que allí había para que los pudieran atender mientras Belladona recorría la tienda admirando todos los modelos que había.
-Buenos tardes –dijo una voz amable
Belladona dio un salto y se dirigió hacia el mostrador situándose al lado de Snape.
Un anciano estaba entre ellos; sus ojos grandes y pálidos, brillaban como lunas en la penumbra del local
-Hola –dijo Belladona
-Ah, sí –dijo el hombre –Sí, sí pensaba que iba a verte pronto. Belladona Potter –No era una pregunta –Tienes todo el aspecto de tus padres. Parece que fue ayer el día en que él vino aquí a comprar su primera varita…
El señor Ollivander fue interrumpido por el profesor Snape que tras una mueca dirigida al anciano le incito a que se concentrara en el presente.
El señor Ollivander se acercó a Belladona.
-Tú madre por otra parte, prefirió una varita de olmo, con corazón de dragón. Veintiocho centímetros. Excelentes para transformaciones. Bueno aunque debo retractarme, tus padres no eligieron la verita, por el contrario las varitas los escogieron a ellos.
El señor Ollivander se le quedó viendo a Belladona tan cerca que ella sentía que sus narices rozaban. Ella al sentir la invasión de su espacio personal fue unos pasos atrás.
-Lamento tanto vender la varita que le hizo la cicatriz a tu hermano –Belladona no se sorprendió, Snape durante el trayecto se encargó de relatarle todo el sucedo acerca del que no debe ser nombrado.
Treinta y cuatro centímetros y cuarto. Una varita poderosa, muy poderosa, y en las manos equivocadas… Bueno, si hubiera sabido lo que esa varita iba a hacer en el mundo…
Negó con la cabeza y entonces, para alivio de Belladona, fijó su atención en Snape.
-¡Severus! ¡Severus Snape! Me alegro de verlo nuevamente… madera de pino negro y núcleo de nervio de corazón de dragón… ¿Era así?
-Así es –dijo Severus –Pero preferiría que se enfocara únicamente en la joven Belladona –añadió distante
-Mmmm –dijo Ollivander, lanzando una mirada a Snape –Bueno Belladona… Déjame ver –Sacó de su bolsillo una cinta métrica, con marcas plateadas -¿Con qué brazo coges la varita?
-Soy diestra –respondió Belladona
-Extiende tu brazo. Eso es .Midió a Belladona del hombro al dedo, luego de la, muñeca al codo, del hombro al suelo, de la rodilla a la axila y alrededor de su cabeza