Esa mañana, su corazón latía y latía. De emoción, ansiedad y miedo.
Felizmente ignorante de que sus días estaban escritos en piedra. Y contados hasta los segundos....
Incluso antes de despertar completamente, un agitado cosquilleo molesto su pecho. Al poco, su Nana ingresó a la habitación a darle los buenos días, sabiendo lo madrugadora que sería hoy.
-¡Nana Hilma, ayúdame...!
Mirándola con súplica a través del espejo por la cabellera que ella sola no es capaz de desenredar sin provocar tirones.
-Mi niña, entiendo que tengas prisas pero saltarse el desayuno no es bueno para tu cuerpo.
El plato de sopa, los tartines con mantequilla dulce y el té caliente que depositó en la mesa fueron examinados con una extraña expresión.
-Pero Nana, ¿Y si el vestido no me...?
-¡Claro que lo hará! -reprendió al instante-. Mi niña, más que un vestido, lo realmente importante es que estés saludable. Ya sea con el propósito de recibir a tu prometido o cualquier ocasión, la única forma de verte radiante es que tengas las fuerzas para sonreír.
Más que la tristeza de ser regañada, un sentimiento de cálida vergüenza la dominó, haciendo que su cabeza bajará.
-Lo entiendo...
-Me alegra oír que nuestra señorita sea tan inteligente como para entenderlo a la primera -acercó la silla y procuro que sus descalzos pies pisarán la alfombra y no el frío piso -. Por favor, coma tranquila. Iré a preparar su atuendo de hoy ¡Temo que algún cabello le caiga a su comida por lo que no lo arreglaré hasta que no quede ni una miga en ese plato!
Riéndose por lo bajo por su manera de actuar para persuadirla, la pequeña se dedicó a masticar con moderación lo que le había preparado, según ella, con tanto esmero.
Su estómago quedó lleno pero no en exceso y con esa ligereza, pasó a ponerse el delicado vestido de un color púrpura vívido que hacía juego con su melena, encima de un marco ligero que sustituyó las muchas capas de enaguas hechas de algodón, creando un estilo de campana.
-¿Y el corsé?
-Aun es muy pronto para que lo utilices, mi niña. Y créeme, cuando tengas la edad, vas a desear no ponértelo -pasando el cepillo por última vez, sujeto el semilargo con un broche de plata en forma de flor-. ¡Estas mas preciosa de lo normal! ¿Qué estoy diciendo? ¡Nuestra señorita es linda aún si vistiera su pijama de terciopelo todo el día!
-¡Nana!
-Perdóneme, pero es la pura verdad -viéndose ambas reflejadas, la mayor inevitablemente tuvo que halagarle. Los niños ya eran muy tiernos, y su señorita que había criado desde bebé, no era otra cosa que una brillante y preciosa gema aunque la misma gema, no viera tal brilló -. Seguramente su prometido estaría de acuerdo con esta humilde servidora.
-¿T-tú crees...? -una pizca de esperanza resplandeció en sus oscuros ojos, esperando que fuera verdad.
No pedía imposibles, ni ser el centro de su mundo, solo... Ser notada.
Pero muy bien conocía el temperamento de su frío y distante prometido que ni siquiera respondía a sus más sinceras cartas.

Desde la ubicación que daba una vista perfecta al jardín en plena floración, hasta el mantel perlado que armonizaba con las rosas blancas en el centro de mesa y la decoración de la amplia sala. Los platillos preparados con los alimentos más frescos y saludables al lado de los impecables cubiertos, utilizando por la importancia de esta ocasión, la vajilla y juego de té de alta calidad hecha enteramente de plata pura de la familia.
Sin olvidar el regalo que le quitó horas de sueño y gotas de sangre en el proceso, pero que al final fue guardado en un pequeño cofre metálico con un grabado floral en la superficie.
Una organización que personalmente llevó a cabo de principio a fin, meticulosamente para este día tan ansiado. Quedó orgullosa aún por la pequeñez de su logro, después de todo, es lo primero que hacía sin que Hilma o alguien intercediera por ella.
Respiró profundo y guardó el aire dentro en intervalos constantes de preocupación. Sus inquietos pies la llevaron de un extremo de la sala a otro y las miradas de la servidumbre que la seguían no pudieron ocultar su expresión de diversión por lo adorable que se veía.
Un carraspeó de Hilma les obligó a adoptar una postura correcta y seria.
Pero para ella no era nada divertido el preguntarse si ¿Le gustaría el resultado? ¿Pensaría que es feo? ¿No le gustaría la decoración pero por compromiso diría lo contrario? ¿la temperatura del té era la correcta?
¡¿Pensaría mal de su inexperto bordado?!
Sus tacones bajos dejaron de moverse por el azulejo y al instante en que clavó la vista en la puerta, lentamente se abrió. Preparó su corazón y las palabras que ensayo en solitario frente al espejo, pero...
La persona ahí parada, no era su persona esperada. Sino el mayordomo que con una leve reverencia acaparó su atención.
-Señorita, disculpe esto...- Difícilmente habló con la fluidez usual por lo que tendría que decirle -... Pero Su Alteza Imperial, el segundo príncipe ha cancelado de repente su visita de hoy.
Nada más que el silencio gobernó segundos que parecieron una incómoda eternidad. Ni una mucama se atrevió a murmurar en lo mínimo o dedicarle una mirada de pena.
Quien expresó una moderada decepción fue su Nana. Quién entendía cuánto se había emocionado y preparado al programar esta reunión que planeo con tanto esfuerzo como la anfitriona.
Sus labios permanecieron unidos por la mala sorpresa y el hombre con monóculo se vio obligado a proseguir.
-Tal parece, surgió un imprevisto que le impidió abandonar el Palacio por lo que le será muy difícil asistir incluso más tarde -El aprendiz de mayordomo que se mantuvo a cierta distancia detrás dió tres pasos al frente con una bandeja cubierta-; Mando esto con uno de sus hombres para expresar lo apenado que está por no asistir.