Los grandes y grises ojos de un lobo que me observa sentado frente a mí, llamaron mi atención, era un hermoso lobo plateado, movía la cola muy suavemente; la nieve que nos rodeaba no era fría, el crepúsculo me permitía seguir admirando al gran animal, una parte de mí se sentía segura y tranquila al observarlo, pero el miedo también me consumía muy lentamente, estaba con un animal salvaje en la mitad de un bosque. Me arrodille muy cerca del lobo y no podía dejar de mirarlo, sus ojos aun me tenían hipnotizada, ese gran resplandor gris. La luna se puso sobre nosotros dos; por fin el lobo movió con suavidad la cabeza para poder observarla, parecía que lo que él hiciera yo lo copiaría, sentía una gran paz y tranquilidad.
Sentía que la luna me llenaba de alguna extraña fuerza que me hacía más fuerte con cada minuto que la veía, no estaba muy segura que ocurría. El majestuoso lobo plateado comenzó a aullar, al escucharlo parecía que susurrara mi nombre, quería tocarlo, sentir el pelo de ese animal que se movía suavemente con la brisa. Cuando estaba pocos centímetros de por fin sentir su pelo. Todo acabo.
― ¡Oye! ― Abrí mis ojos de golpe, vi a un hombre rubio, de ojos azules con gafas observándome, me angustié al verlo, sus ojos brillaban tanto como los del lobo de mi sueño. No estaba muy convencida de que haya sido un sueño, todo lo que sentí y vi era tan real, era como si ese animal quisiera comunicarse conmigo de alguna manera.
― ¿Hola? ― Dijo el hombre, al verme parecía que estaba tan confundido como yo. Seguía arrodillado frente a mí.
― Lo siento. ― Dije sentándome.
― ¿Quién eres? ― Me pregunto colocándose de pie, había olvidado rotundamente que ese debía ser el dueño de la casa, ese sitio no era mi casa y para colmo me había quedado dormida en su sala.
― Disculpe señor, me llamo Jessica. ― Mire al hombre de arriba abajo, se veía impecable, vestido con un traje de color negro, con una camisa roja y una corbata gris oscura, parecía acabado de salir de un catalogo de modelos, era muy apuesto y muy alto, no me quitaba la mirada de encima. Se quitó el saco, parecía un modelo de pasarela.
― ¿Cómo entraste? ― Parecía molesto, no lo culpo era una intrusa en su casa.
― La señora Montes me dio una llave. ― El hombre frunció el ceño parecía que las cosas ahora iban a comenzar a empeorar para mí, lo que me faltaba quedarme en la calle, en la noche y sin saber a dónde ir.
― Tu eres la chica. ― Toco su frente como intentando recordar algo. ― Emma me llamo esta tarde y me hablo de ti, ya recuerdo. ― El hombre se alejó de mí y comenzó a caminar de un lado a otro como si algo lo preocupara mucho.
― ¿Qué eres? ― Pregunto sentándose en una silla cerca del sofá.
― ¿Qué soy de qué? ― En ese momento recordé algo que Emma me había dicho que le dijera si me hacían ese tipo de preguntas, pero seguía pareciéndome demasiado rara la respuesta.
― Soy un gato.
― ¿Eres un gato? ― No quedo muy convencido al decirle eso, de igual manera no entendía porque debía decir ese tipo de cosas.
― No creo que a los demás les molesto un minino.
― ¿Cómo así? ― El hombre en los brazos de la silla apoyo sus codos y junto sus manos.
―Ya entiendo, no eres un gato.
― ¡Si lo soy! ― Refute algo insegura de lo que acaba decir, el solo sonrió.
― De acuerdo, te explicare algo, en esta casa vivimos, un león, un tigre, dos lobos y dos zorros.
― Si Emma me había hablado de los animales. ― El hombre arqueo una ceja, yo no sabía ni entendía a que venía todo esto tal vez eran sus nombres o un código; pero debía seguir la corriente para que no me fuera a botar de esta casa.
― Eso está bien, debes mantener ese secreto guardado. ― asentí con la cabeza. El hombre se levantó de la silla y me observo. Copie la acción quedando frente a él.
― Eres un gato muy bajo. ― Toco mi cabeza como si me estuviera midiéndome.
― Si soy algo baja. ― Conteste algo resignada.
― Te llevare a tu habitación, disculpa por ser algo grosero contigo. ― Dio unos pocos pasos para salir de la sala y quedar parado frente al pasillo. ― Pero la verdad ninguno soporta a los extraños.
― No se preocupe, la verdad soy yo la que debo disculparme por entrar en una casa que no era mía sin autorización.
― Emma hablo conmigo de que llegarías, pero tuve una reunión y no pude salir antes. ― El hombre parecía ser muy dulce y carismático.
― No tiene que disculparse esas cosas suceden. ― Lo seguí por el largo pasillo y llegamos a la habitación que había visto horas antes.
― Por cierto, me llamo Abbas, soy el encargado de la casa cualquier problema que llegues a tener puedes contar conmigo. ―Él era el hombre del que Emma hablaba. Era muy caballeroso y cordial, entro a la habitación y vio la mesita de noche, estaba segura que la marca de mi dedo seguía ahí y llamaba su atención, espero que no se molestara por ser tan entrometida.
― Lo siento Jessica, no alcance a limpiar, Emma me tomo por sorpresa y me hubiera gustado tener todo arreglado para ti como es debido.
― No hay problema señor, este tipo de cosas pueden pasar y la verdad fui atrevida, de verdad gracias por aceptarme, Emma me dijo que debía ayudar en los quehaceres, de verdad me portare muy bien. ― Abbas sonrió y soltó una pequeña risita.
― Jessica, no me tienes que decir señor, con Abbas basta en serio, y no tienes que preocuparte, todos aquí estamos encargados de algo no tiene que hacerlo todo tu sola.
― Gracias Abbas.
― Pero como te dijo Emma lo más importante es que guardes el secreto de nosotros, te ayudaría con limpiar tu habitación, pero tengo que hacer la cena para todos.
― ¿Quieres que te ayude en algo? ― Abbas era un hombre realmente agradable.
― Seria algo maravilloso, los demás nunca lo han hecho y creo que así nos podremos conocer un poco más. ― Me sonroje al verlo sonreír, su sonrisa era muy hermosa. Dejé mi maleta al lado de la cama y lo seguí hasta la cocina.