Belleza bestial.

Como lluvia de estrellas.

Que no te cuenten cómo es el corazón, como palpita y siente, cómo se agita con presencia excelente.

Que no cuenten los amantes que han podido quererte, tocarte, sentir la yema subyugarse.

Que no se tibie tu mano, el tacto de virgen, veneno y serpiente.

No frotes la arena, mi reina sin dientes.

Que no se atrevan a decirte qué es la vida, los rincones que tiene y los laberintos que pierden, ¿qué acaso alguien advierte?

Que no vengan los que sufren, los que se sienten recipientes, los duros del alma y áridos de carne. Que no hace falta materia sino espíritus de vida, arte que hierve.

Evita que los demonios te acaricien y se sienten contigo, que la soledad flagele al frío y se erija anticristo.

Evita, luz de luna, que las nubes callen a muerte, que lo único que sople sea un llanto ausente, dolor, pugna, creación.

Evita que te hablen de amores, que te cuenten lo que sabes, predicadas, fumas, permites, trituras.

Evita la crueldad con que los dioses se santifican forjando cultura, un lenguaje ciego, desconocido a la mente. Con la violencia de una idea fructífera, causa eficiente de lo que la vista no entiende. Esa brutal naturaleza que te ha tallado en roca, como fuerza ígnea de una oscura cosmología.

No permitas, grita, empuja y ladra, tapa lento la herida, truena los nudillos como fiera y pervierte todo lo que tientes, lo que roce tu boca.

Que no quieran arrancarte los suspiros, homogenizar los sueños, hacer de las cicatrices orgullos grises y diminutas marcas universales. Colillas de estrellas.

¡Despierta! Como lluvia de estrellas despierta, agujera el paraíso y mueve a los ángeles durmientes. Vuelca las almas, mujer, navega con lo que tienes. Y llora. Suelta lágrimas de dulce como si débil fueses.

Encarna el purgatorio, mujer, limpia mis pecados. Purifica lo que el alma no puede y la música ensordece, regula la sangre y extirpa los vientres. Sacan las venas del corazón reventado las moléculas de helio.

Mujer entera, unidad perfecta, voluntad poderosa y libertad ansiosa, mujer de mil rosas con belleza apasionada, mujer que creces y no pereces; elígeme y conviérteme, no quiero seguir viva, soportando finitudes, contrariando al tiempo.

Que no te cuenten cómo es caer, soltarse al vacío, sentir la angustia de despertar y toparse con la nada, la ausencia de ser, significado y sentido. Que no te cuente qué es nacer de un olvido, de llamas encendidas enclaustradas, derritiendo los cristales de la jaula.

No pueden contarte, lluvia de estrellas, cómo es el mundo, el movimiento de la realidad; porque en tus manos se guarda su dios, en tus ojos los actos piadosos, en tu boca y ombligo está aniquilado el mal. Porque eres fruto divino de lo que no se puede alcanzar.

Como lluvia de estrellas, agradezco poderte amar.

 



#19687 en Otros
#5777 en Relatos cortos

En el texto hay: poesia, romance, prosapoetica

Editado: 07.11.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.