Quedaron al desnudo, los narradores están salvajemente desarropados. Tienen el corazón descubierto.
Aquella noche de desvelo que de júbilo sirvió, con la taza de café y vino media luna,
aquel menguante de sol se hizo tornillo, desfibrilador, miel concentrada.
Hizo testarudos a los narradores vertiendo su sangre en el jarrón, sobre los abismos, al borde de sentirse enamorados, románticos bebidos en prohibiciones.
Era otra historia, brillante soñador, esa se cuenta con los cuerpos frágiles, se discute a mano armada.
Para ti, que tienes cabello azabache y ojos tempestad, de bestia,
tan negras las pupilas dilatadas. Para ti, que llevas en las manos poder de ejecución,
está puesto el gozo y consideración, de saberte mejor narrador que cualquier poeta con introspección.