Tienes pestañas de mármol, querido mío, pestañas hechas de llanto por concederte estar aquí.
En la inutilidad de la supervivencia, con la lucha de contrarios y otras génesis más bellas.
Estás en lo sublime de la vida, donde palpita la muerte y las yagas vertebrales escuecen los nidos de cristal. Lo que llamas libertad y voluntad.
Esos ángeles simples, que de ser por la fluidez de mis instintos las alas tendrían arrancadas. Solemne ser tu musa. Déjame entrar, prometo ser volcán apagado, considerar la sabiduría con que me miras, me absortas y haces abstracta.
Prometo darte la posibilidad de clasificarme.
A tu costado.
Le robé misericordia a un ángel, porque no había encontrado antes a un ser divino en lo que dura un instante.