—A veces siento que reprimir mis sentimientos me hacen sentir más viva, reprimir tus sentimientos es lo máximo. — Comento mientras juego con un lápiz en el escritorio del psicólogo Bustos, mientras me mira con los ojos muy abiertos y tiene en una mano una pequeña libreta y en la otra un bolígrafo de punta fina.
—Está bien... — Apunta algo en su libreta. —Y Génesis... ¿Ya has tratado algo con técnica que te dije frente al espejo? — Sus pies estaban cruzados uno sobre otro y sus anteojos hasta la punta de su nariz. Él luce cabello ajustado con gel del que dura por veinticuatro horas, un traje de corte perfecto color gris y unas calcetas azules con algún dibujo. Ya tengo varios años que vengo con el Dr. Bustos. Conoce toda mi vida. Siempre que me siento mal vengo, ya hay confianza. Lo concidero un buen amigo.
—No. —Digo en seco, para después levantar la mirada. —Traté. Por cierto, aquí están sus llaves. —Agarro mi mochila rápidamente sin darle siquiera una mirada a la cara y sacar enseguida las llaves que cuelgan de un llavero color negro de cuero.
—No, no, no. Quédatelas, no sabes cuando vas a poder necesitarlas. — Me dice dejándome con las manos extendidas. Frunzo el ceño confundida y después las regreso hacía a mí y las dejo caer adentro de la mochila.
—Está bien... ¿Pero no necesitaras el lugar para algún otro paciente o algo? — Pregunto confundida mientras el nega con la cabeza. Es atractivo, muy atractivo. Las primeras veces que vine, siempre estuve muy tímida, su mirada me intimidaba y trataba de ver a otro lado o quedar cabizbaja.
—No, tengo más copias, ese lugar es especial. Para ustedes, yo no lo necesito. Pero si te pido que por favor hagas un esfuerzo, no puedes dejar esto a un lado sin conocer esa sensación que te digo. — Sus ojos comienzan a brillar y no quita su mirada sobre mí, él es el tipo de persona que, si alguien tiene una situación o algo, él sabe que es. Muy raro, pero sí. El ser psicólogo lo explica todo, pero a veces sabe demasiadas cosas de uno por más que uno quiera ocultarlo. Es algo como que te lee la mente.
—Bueno, trataré, iré saliendo de aquí. Pero no prometo nada. — Asiente con la cabeza y una sonrisa, me levanto y él enseguida también, para extender mi mano y estrecharla con la del doctor. —No vemos el jueves. — Me doy la vuelta para irme después de despedirme.
—Hasta el jueves y por favor. Intenta lo que te digo. — Dice en voz alta cuando llego a la puerta y volteo con una sonrisa.
—Claro. — Cierro la puerta y doy un suspiro profundo mientras veo al techo afuera de la oficina. Tomo aire y sonrío a la secretaria de pelo canoso con anteojos de botella que está a un lado de mi sentada en su escritorio con la mirada fija en la computadora. —Nos vemos, Lupita. — Voltea rápidamente hacía mí y sonríe.
—Hasta pronto. — Me dice con una sonrisa. Sigo mi camino y paso la gran sala que da a la calle donde en la parte izquierda de la puerta se encuentra una recepcionista luciendo una falda elegante y una blusa fajada, muy arreglada. Abro la puerta de cristal que se encuentra a tres pasos de mí y un guardía está afuera sosteniéndose de su cinturón, siento su mirada seguirme. Así que volteo lentamente y puedo ver que él voltea la mirada a hacía al cielo y comienza a silbar.
Camino hasta la estación del tren, después de cinco minutos a lo lejos veo que viene el que me lleva hacía donde voy, así que llega a la parada, toda la gente baja y en cuanto se para me subo rápidamente, voy más adentro del bagón y me sostengo del tubo. Siento una que otra mirada que me observa, pero decido ignorarlos y trato de buscar un asiento libre para sentarme hasta que encuentro uno a un lado de la ventanilla por lo que me quito la mochila y me siento en el lugar vacío mirando a la persona de enfrente.
Paso mi mochila a mis piernas y la abrazo levemente mientras el tren se mueve y algunas personas conversan en el transcurso del camino, pasan varios minutos hasta que llego a mi destino y espero a que el conductor se detenga.
Miro a ambos lados y cruzo la calle corriendo como si fuera inmortal, me paro enfrente del edificio color gris con cristal por todos lados. El aire sopla fuerte haciendo volar mi cabello alborotándolo, me acomodo mi chaqueta y entro rápidamente ignorando a todos. No puedo perder mucho tiempo aquí, tengo que ir a ver a Connor al hospital. Se lo prometí.
Cuando llego al ascensor y presiono el botón, un señor que hablaba por teléfono y en su otra mano lleva un maletín se acerca sin cortar su conversación, y se pone a un lado mío. Volteo a verlo de reojo y el ascensor se abre, entro primero y luego él, la puerta está cerrándose cuando una chica rubia, delgada que luce una falda colorida y un maletín de cuero en su mano entra un poco acarreada. El señor aun hablaba por teléfono y la chica da un suspiro de alivio, mientras se acomoda su cabello en el reflejo del metal del ascensor. Mis pies están juntos y mis manos en mi estomago, pasan varios minutos en silencio hasta llegar al piso, salgo y a donde voy se encuentra a la segunda puerta del lado izquierdo, así que sigo mi camino y ellos se quedan adentro. Llego hasta la puerta, y saco las llaves del lugar y abro.