Faltaba una semana para que cumpliera dieciocho. Recordaba bien la fecha ya que mis anteriores dueños les gustaba festejarlo haciéndome cosas sexuales como “regalo de cumpleaños”. Mi nacimiento no es algo para festejar, ningún día de mi vida fue feliz. Solo esperaba pasarla como un día cualquiera, no necesitaba que me den nada, solo que no me lo recordaran. Aunque por lo que veía, Christopher no era de las personas que hacen actos por bondad o cosas por el estilo. Solo debía tenerse amor propio, nada más. Sabiendo que mujeres no le iban a faltar, no debía dedicarse a una en particular. Seguro no conocía lo que era amor, bueno yo tampoco conocía respecto a eso, asique estábamos parejos en ese sentido. Christopher tuvo dos eventos más en la semana, fuimos y por suerte no hubo ningún inconveniente. Preferiría estar en la mansión, alejada de las personas que aparentaban detrás del dinero. Dora me enseño durante ese tiempo algunas palabras y como escribirlas, cosas sencillas ya que nunca recibí educación, pero sabía hablar gracias a todas las personas con las que estuve. Con solo escucharlas me quedaba las palabras, pero mi vocabulario no era muy amplio. Llego el día de mi cumpleaños. Me desperté como siempre, Dora ya no estaba. Últimamente Dora dormía conmigo porque era la única manera que no tuviera pesadillas, ya que cuando las tenía me despertaba gritando y llorando. Dora apareció con una sonrisa como todas las mañanas.
-Señorita ya despertó, le preparare la bañera como le gusta- Entramos al baño y me bañe como siempre. Mientras que ella preparaba la ropa que me pondría en el día. Me cambie y me arregle para bajar a desayunar. Christopher estaba sentado, esperando el desayuno. Me senté y recién ahí llevaron la comida. Había un pequeño pastel con una velita en ella. Dora con una sonrisa me saludo. Al ver el pastel me paralicé, sentí como si toda la sangre del cuerpo desapareciera.
-Quiero que tengas un lindo recuerdo de este día- Dora me abraso junto a todos los otros empleados.
-Este es un regalo de parte de todos- Esteban se acerco con una cajita con moño arriba.
Me lo dejo en una silla para que lo abriera. La caja era pesada, un sonido muy leve provenía de ella. La abrí algo desconfiada y mi sorpresa fue enorme, dentro de esa caja había un pequeño ser vivo.
-Es un cachorrito ¿Te gusta?- Agarre a la pequeña criatura que se encontraba durmiendo profundamente.
Era tan delicado y chiquito, me cayeron unas lágrimas de la emoción que sentí. No podía creer que este viendo algo así, era muy bonito, algo que no había visto antes.
-¿Es para mí?- Seguía con el cachorrito entre mis brazos.
-Es tuyo- Dijo Dora sonriendo.
-No lo quiero cerca mío- Dijo Christopher levantándose de la mesa, se fue.
-Gracias-
-Hay que llevarlo al veterinario para que le pongan las vacunas, si querés vamos en un rato y nos quedamos por el centro en la tarde. Solo nosotras dos así pasamos tu cumpleaños divirtiéndonos-
Asentí.
-Le diré a Christopher así me da permiso, espérame en la sala de estar. Te avisare cuando nos vamos- Dora se fue a buscar a Christopher.
Me senté con el perrito. Luego de un rato tocándolo y mirándolo, me dormí. Dora me despertó, vi que el perrito estaba al lado mío acurrucado. Lo agarre y me pare, Christopher estaba detrás de ella mirándome serio. Seguro le molesto que estuviera durmiendo. Seguí a Dora que estaba con ropa de calle, sentía que Christopher me diría algo si lo miraba, solo mantuve la cabeza agachada sintiéndome culpable por dormir. Nos fuimos en un auto diferente que Christopher, lo saludamos y luego nos subimos, nos siguió un auto con los guardaespaldas que nos acompañaban. Era obvio que Christopher nos iba a mantener vigiladas.
Fuimos a la veterinaria primero, le pusieron las vacunas y compramos cosas para el animalito. Luego de eso, fuimos a comer, a comprar, caminar, conocer. Todo un nuevo mundo ante mis ojos, cada mínima cosa era algo maravilloso por descubrir. A pesar de mi curiosidad, no me separe de Dora y estuve muy tranquila. Dora me preguntaba a cada rato si quería algo, pero no quería nada. Las cosas materiales más que mirarlas no quería poseerlas, igualmente Dora lleno los dos autos de compras para mí. Ya era la tarde y paramos en una heladería, comimos helado, Dora los hizo sentar a los guardaespaldas y para que comieran también. Me di cuenta que ella tiende a convencer a las personas muy fácil. El sol estaba en lo más alto y nos acariciaba con su calor. Terminando mi helado, veo que se pararon todos alarmados, mirando atrás mío, siento una presión en mi nuca.
-¡Levántese!- Una voz de hombre viene detrás.
Simplemente me levanté, mirando a Dora que tenía una expresión de terror. Por mi cumpla Dora tenia que pasar por esto.
-Pon tus manos detrás de la espalda- Coloque mis manos detrás, con brusquedad me sacaron el helado y me ataron las muñecas.
-Que nadie se mueva. Disfruten su tarde, nosotros nos retiramos- Nos fuimos caminando para atrás y me empujo dentro de un auto.
Me taparon los ojos con una venda. Podía escuchar más voces masculinas, pero exactamente no sé cuántos eran. Tenía personas en ambos costados, cubriendo las puertas. Me tocaban sin medir en donde estábamos. Me besaron bruscamente, no trataban de esconder sus intenciones. El miedo siempre presente, me abrazaban fuerte sin querer soltarme. Las lágrimas rodaban por mis mejillas humedeciendo el pañuelo que me cubría, no sé si temblaba por el movimiento del auto o por el miedo, creo que eran ambas. Luego de un rato el auto freno, me bajaron jalándome con fuerza. Uno de ellos me alzo como si cargara un saco de papas. Había un bullicio alrededor que venían en todas direcciones. Me dejaron sin ningún cuidado en el suelo, o eso creo que era, el lugar era frio, duro, húmedo y olía terrible, un olor particular me llamó la atención, era sangre y estaba fresca. Miraba para todos lados como si así adivinaría en donde estaba. Lo único que sabía era que me habían secuestrado, estaba en un lugar rodeada de gente, como si estuviera en un escenario. Sentí pasos que se aproximaban, los aplausos comenzaron, algo iba a pasar, como un espectáculo, pero ¿de qué? Me sentaron en una silla y me amarraron bien fuerte. Me raspaba la piel, seguro dejaba marca. La incertidumbre de no saber qué es lo que estaba pasando me mataba, mesclado con la desesperación y el miedo que sentía. Algo se sienta arriba mío, me hizo oler algo y luego tomar algo, esa persona se bajo y me acariciaba por encima de la ropa. Un calor abrumador comenzó a aparecer en todo mi cuerpo, me hormigueaba en las partes bajas, se me dificultaba respirar. ¿Qué es esto? ¿Qué me dieron? ¿Qué me pasa? Miles de sensaciones se mezclaban entre sí y me estaba volviendo loca. Algo frio comenzó a rasgar mi ropa, esa sensación me hizo estremecer, lloraba cada vez más de la desesperación de todo lo que estaba sucediendo. Un líquido cayo en mi pecho, recorriendo toda mi piel, era frio, pero con el rose de la piel se volvía caliente. Cada vez más se me entrecortaba la respiración. Una vibración se escuchaba aproximarse. Paso algo semiduro que vibraba por mi cuello y bajo lentamente hacia mis pechos, lo presionaba y movía en círculos. Bajo por mi abdomen y se movió a mi entrepierna. Trate de juntar las piernas, pero estaba tan sujetada que no podía moverme. Me estremecía al frotar esa zona, ondas viajaban por mi cuerpo, dando placer.