Bennu fuego en las sombras (libro 1) Completo

10

Al entrar lo primero que percibí fue que el vestíbulo estaba completamente solo, no había nadie dentro del castillo ni fuera, bueno, al menos en los lugares que había estado presente. 

Escudriñar cada rincón del castillo, hasta los lugares que yo no conocía, los cuales eran recámaras solas o que les pertenecían a los huéspedes del rey Eliab, también había un sótano poco iluminado y al parecer estaba dedicado para los sirvientes, supuse eso por todos los uniformes colgados alrededor, pero lo extraño era que no había ni una sola cama, en vez de estas, en el punto central del cuarto había una especie de caja rectangular de dimensiones colosales, llegaba hasta el techo y sus lados estaban cercanos a las paredes, y en este diván había muchas separaciones en forma ovalada y en posición horizontal. El lugar olía a viejo y a humedad; de un momento a otro, mientras que yo caminaba, unas luces fosforescentes con tonalidad azul comenzaron a parpadear en el interior de la caja. 

“¿Qué hay dentro de estos cubículos?”, pensé. 

Me acerqué instintivamente con paso sigiloso y llegué al centro de la habitación. Observé que a cada cubículo lo cubría una tapa traslúcida, pero dentro de ella aún brillaba algo cuya forma no podía identificar, acerqué mi mano con sumo cuidado para abrir la cubierta; al faltar pocos milímetros para tocarla, una mano transparente que parpadea con la misma luz azul, golpeó fuertemente la cubierta.

Un escalofrío se deslizó por toda mi piel y solo guiada por mis impulsos, salí corriendo por los escalones hasta llegar al umbral, no quería mirar hacia atrás, no sé en qué momento giré mi cabeza y vi esas masas brillantes, unas arrastrándose y otras caminando, todas acercándose a mí. No grité por miedo a que supieran mi posición exacta, no tenían ojos o al menos eso parecía. Reanude mi caminar, solo que más lento para no revelar mi ubicación, crucé los pasillos que un momento atrás habían estado luminosos y ahora solo se encontraban en tinieblas, gracias a esto no sabía por dónde andaba caminando, no había forma de saber en dónde estaba y de evitar tropezar con las cosas de los pasillos. 

De nuevo observé por encima del hombro y ya no había nada persiguiéndome, las masas brillosas desaparecieron, solo por unos segundos me sentí aliviada, centré la mirada al frente y tampoco había nada. 

Suspiré.

Mis pasos se volvieron más pesados, despegar los pies del suelo se había vuelto un gran sacrificio. Aun así, mis pies no se rindieron, algo espeso comenzó a caer del techo, era una sustancia babosa y pegajosa que brillaba en tonalidades moradas y naranjas, miré al lugar de procedencia y ahí estaban las masas brillantes. Grité desesperadamente, la angustia y el nerviosismo tomaron posesión de mi cuerpo, pero todo fue en vano. 

La sustancia comenzó a bajar más rápidamente del techo, envolviéndome desde los pies hasta el cuello. Ya no podía respirar, grité aún más fuerte que la primera vez y en verdad quería que alguien apareciera en este sitio y me salvara la vida, pero como siempre, estaba sola y eso no iba a cambiar, o al menos eso es lo que yo pensaba; mis gritos se volvieron insonoros con el tiempo, el cual pasaba como agua entre los dedos.

"Vladímir”, este nombre penetró profundamente en mi mente. Y con un hilo de voz, pronuncié el nombre: —Vladimir —apenas fue audible para mí misma; la sustancia comenzó a cubrirme también la cabeza, mi boca se movía anhelando poder vociferar el nombre de Dylan o Dars, pero no salía nada, ni siquiera un hilo de voz como el anterior. La sustancia pasó de espesa a sólida. Era imposible respirar, con cada intento se ajustaba más a mi cuerpo, me hizo recordar a las anacondas (serpientes constrictoras que viven en el otro mundo). 

Comencé a escuchar un crujido y después le siguieron muchos más, la cosa brillosa que me asfixiaba cayó repentinamente, provocando un estruendo sordo. Al ya no sentir esa presión en mi cuerpo perdí el equilibro, pero no alcancé a llegar al suelo, porque Dylan me sujetaba por la cintura y con el brazo libre sujetaba una espada.”Con ella quebró la roca”, pensé.

Lo miré, pero fingí no conocerlo, me levanté y emprendí la caminata hacia mi habitación, todo lo que había estado segundos antes dentro del castillo, ya no quedaba rastro alguno. Respire hondo y di la vuelta, quería ver si en el sótano aún estaban esas cosas; aunque me causaban un miedo infinito, caminé de prisa, quería acabar con ese asunto de una vez por todas sin demora alguna. 

No supe en qué momento Dylan me tomó del brazo y me arrastró aún más rápido hacia el sótano, lo cual me hizo dudar de muchas cosas. Al fin llegamos al lugar destinado. Ahí estaba Payton atrapada en medio de todas las masas brillantes, acorralada, me vio y gritó.

—¡Ayúdame, Mily, por favor! —Di un par de pasos, pero me di cuenta de lo que había dicho: “Mily”. Payton me llamaría así solo para molestarme, pues ella decía que ese nombre no me quedaba porque era demasiado tierno para alguien como yo, le encantaba molestarme diciendo que era muy fría y Nell también me lo solía decir, sin pensarlo ni un segundo más, me detuve en seco. 

—¡Todo es falso, tú no eres Payton, ni tú Dylan! —les dije, enfocando toda mi energía negativa en ellos. 

—¡Claro que sí lo somos! —escuché gritar a la falsa Payton.

Dylan, por el contrario, se comenzó a reír de una manera muy siniestra y su expresión sincera y amable había desaparecido de su rostro, en el lugar de esos sentimientos surgieron odio, ira y rencor. 

Su aspecto físico fue cambiando, su piel se tornó color canela, el cabello se coloreó más claro y los ojos de color chocolate pasaron a ser gris escarlata; al observar esos ojos me di cuenta de que era el hombre que vi hace unos momentos, en el sueño donde yo era Adria. Miré con el rabillo del ojo a Payton, y como era evidente, ya no era ella, sino que se había transformado en Adria y era tal como la había visto al final del sueño, cabello plateado, largo y rizado, también tenía la piel llena de espirales negras. 




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