Escrito por: Milena
—Se lo llevan —dijo Payton.
—Sí, ya lo vi. No importa, ya debe estar muerto —le responde Nell, indiferente ante esa acción.
—No lo creo, eso fue muy simple —pronuncié las palabras divagando en mi mente el porqué había sido todo tan rápido y fácil.
—Vamos, sigan peleando, que están ganando terreno —dijo Zero, enfadado.
Entonces pasó algo que no nos esperábamos, comenzaron a levitar los Die Mörder, saliendo del campo de guerra. Algunos quedaron muertos en el suelo, con flechas clavadas en sus cuerpos inertes y otros más con partes mutiladas por las espadas.
—Él tiene a Adria y a Sebastian, hay que salvarlos —dije con un nudo en la garganta, como si estuviera recordando cosas agradables que se habían quedado en el pasado—. ¿Por qué se hizo malvada?
—Milena, ella lo decidió así. Además, recuerda que ella no tiene memoria del pasado, cuando estábamos nosotras conviviendo con ella —dijo Nell, tratando de aliviar mi dolor.
—Es cierto, quizás deberíamos dormir ahora, ya que no creo que esto termine así de fácil. Dars, ven, por favor —le pedí.
Mis ánimos habían subido, como si todas las fuerzas estuvieran presentes en mí. Lo único que deseaba era terminar con esta guerra y con la maldad en Bennu, mi nuevo hogar.
—Dime, Mily —pronunció mi compañero.
—Necesito que me digas qué hacer para acabar de una vez por todas con Vladimir —dije impaciente.
—Según lo que yo puedo ver y tengo entendido, necesitamos un fruto de la planta lunar y sangre de tritón.
—Seguro es fácil conseguir los ingredientes, ¿no? —dijo Dylan.
—Nada en esta vida es sencillo, Dylan —le respondió el interpelado.
—¿Adónde tenemos que ir? —le cuestioné.
—En el nivel más alto encontrarás la planta lunar, ella tiene mente propia y nace cuando alguien la desea con tanto ahínco y tiene buenas intenciones con su fruto, pero aun así tienen poco tiempo para agarrarla, o desaparecerá. Está en la parte más alta. También es necesario bajar al nivel de las islas y mares, para conseguir la sangre.
—Entonces, cuando regresemos, entraremos directo al nivel tres para ir por la…
—Bueno, me voy a buscar la planta lunar —interrumpí a Dylan.
Comencé a volar y mis amigos me gritaban para que yo me detuviera o regresara, pero como era lógico en mí, no lo hice.
Momentos después Dylan y Alexander me estaban siguiendo. El aire fresco olía a bosque y el sonido del viento penetraba mis oídos.
—¿Dónde están los demás? —pregunté.
—Zero, Payton y Nell, fueron por la sangre del tritón.
—Perfecto, sigamos adelante, ya no podemos demorar más —dije entusiasmada.
Dylan tenía el ceño fruncido, sabía que estaba enfadado conmigo, pero no hice nada para remediarlo.
Seguimos volando durante mucho tiempo, o al menos eso parecía.
No fue difícil encontrar la montaña después de habernos elevado a una altura mayor de diez kilómetros. Pudimos observar que era mucho más alta que el monte Everest, estaba rodeada por aros de nubes, se veía más oscuro que la misma noche, y lo hacía ver tétrico y revelaba la existencia de muchos misterios.
Comenzamos a descender en picada hacia la punta, que nos quedaba a medio kilómetro de distancia.
Aterrizamos a unos metros de la planta (cuyas hojas eran blancas y brillaban a la luz de la luna) esperando que no nos viera la bestia, que, según tenía entendido, podía transformarse en distintas criaturas, como en zorro, serpiente o lirva (cuerpo humano un poco escuálido, gris oscuro, deforme y con alas, bebedor de sangre). Podíamos encontrarla en cualquiera de esas formas.
Alexander hizo el ademán de querer hablar, pero le puse la mano en la boca y movió la otra mano en defensa, como si lo estuviera agrediendo. Volví la mirada hacia el frente, como buscando una estrategia para ganar esa lucha que aún no se desencadenaba.
—Milena —dijo Dylan.
—Calla, amor, estoy ocupada.
—¡Oh, me has dicho amor!
—¡Milena, voltea ya! Y tú deja de atarantarte —dijo Alexander ahogadamente.
Me giré para observar qué pasaba, y ahí estaba la serpiente más grande que nunca había visto en mi vida; medía más de veinte metros de largo y su ancho era equivalente a su largo. Su color era negro, tan oscuro que brillaba color azul bajo la luz mortecina, y sus ojos, rojos como la sangre.
Los tenía atrapados en sus grandes anillos.
—¿Por qué siempre tengo que salvar a todos? —grité, malhumorada.
La serpiente, que había estado viendo a mi novio y a Alexander, giró su cabeza para verme.
Me reí de ella, dejando que la otra Milena, la que estaba sedienta de poder, saliera.
Los cinco elementos se hicieron presentes a mi alrededor. La serpiente se sintió atraída por mi poder y se acercó muy rápido, lanzando a los jóvenes al precipicio. Ellos se encontraban inconscientes.
La furia fue asomando aún más, saqué mi daga y mientras la sostenía con mi mano derecha hice un tornado de fuego, el cual envolvió a la criatura, después de cortar el remolino lancé lianas que la envolvieron en una red.
Tomé un fruto del árbol y sin demorarme un segundo más, enterré la daga lo más aprisa que pude en ambos ojos de la bestia, dejándola completamente ciega.
Me lancé al precipicio para alcanzarlos, pero eso ya no era necesario, ellos se acercaron a mí. Y justo cuando les iba a contar dela hazaña que había logrado, los jóvenes se pasaron derecho, sin tan siquiera verme.
—¡Milena, vete! —me gritó Dylan.
La bestia transformada en lirva volaba hacia nosotros, guiándose solo por su olfato y oído. Ella olía la sangre que emanaba de las heridas que tenían mis amigos, por eso los perseguía.
—¡Milena, vete por favor! —me suplica Dylan.
—En un segundo regreso —dije.
Pero antes de partir al campamento, me hice una herida muy grande en el brazo y sangraba a borbotones. La bestia se agitaba incontrolablemente, buscando la forma de liberarse de Dylan y Alexander.