—Pero... tú sabes quién es el asesino de mi padre, Sebastian —dije, temblando por la rabia y la tristeza que sentía tan presente en cada parte de mi cuerpo, con la necesidad de que mis legados regresasen, pero ya inertes, después de la muerte de mi hermosa Sally, mi fénix.
“¿Por qué alguien asesinaría a mi padre? Yo sé que siempre se metía en demasiados problemas, pero estoy segura de que él no se merecía morir” pensé.
Las lágrimas pronto se desbordaron de mis ojos, cada una sufriendo la pérdida de mi verdadero padre y deseando acabar con la vida del malnacido que lo mató. Cerré los puños; las uñas cortaban las palmas de mis manos, pero no me dolía, al contrario, apaciguaba el dolor que estaba dentro de mi alma.
—¿Quién lo mató? —demanda saber Coral, antes de que yo pudiera continuar hablando.
—Darsving —responde Sebastian sin pensarlo dos veces, buscando la reacción de Coral en sus ojos.
—Pero ¿cómo pudo haber sido él?, si está muerto... Nada de esto tiene sentido —dije, con la voz quebradiza y sintiéndome confundida por la explicación de Sebastian.
—En este momento no podemos hablar. Será mejor que nos pongamos en marcha, hacia Bennu —exclamó Sebastian con tono misterioso y nada confiable. Sus ojos estaban fijos en Coral, en su cabello castaño y ojos violetas.
La ira y la tristeza se hicieron más fuertes en cuestión de segundos, si la forma de actuar de él seguía así, las cosas no iban a mejorar ni un poco.
Sebastian con un movimiento de su mano, llamó al portal que nos llevaría a esa dimensión, a la que ya no quería volver, donde ya no había nadie especial, porque la mayoría estaban bajo tierra. Además, los aldeanos pasan el día resguardados en sus chozas por temor a ser asesinados por criaturas, o hasta el mismo sol.
La puerta se abrió sin más tardanza, a pesar de todos los cerrojos mágicos que tenía, con tan sólo un ¡crack!. Podíamos ver el interior de ella, donde se encuentran todas las entradas a las diferentes dimensiones.
Al verlo, me parecía cruelmente vacío sin mi padre, estar en los mismos lugares donde había pasado tiempo con él me partía el alma, haciendo que cada lágrima me doliera aún más al salir, buscando consuelo en un abrazo que no podía dar. Mi piel estaba helada por todas aquellas emociones negativas que no me dejaban en paz, y mi corazón estaba partido en miles de pedazos, quizás ese era el dolor más fuerte que pudiera sentir, después de haber matado a mi amada fénix, Sally.
—Milena, ¡muévete! Hay que estar cuanto antes en el castillo —Sebastian escupió las palabras, cambiando su personalidad de manera exagerada, ya no era el Sebastian que vi la última vez. Antes era amable, afectuoso y positivo, pero ahora, en estos momentos, deseaba hacer lo que yo había evitado en mi última batalla.
Matarlo.
Después, pensé en mi familia adoptiva, y, aunque no fueran de mi propia sangre, era difícil dejarla de nuevo. Sentía como si el portal tuviera un escudo, que evitaba que yo pasara y al mismo tiempo me llamaba a entrar. Es como si ya no perteneciera a ese sitio, pero debía entrar por alguna razón desconocida, o quizás, me quería salvar de algo terrible.
Al recordar la razón por la cual debía regresar a Bennu los sollozos inundaron mi garganta, haciendo casi imposible que pudiera respirar. Caí de rodillas en el suelo, sobre la roca dura del limbo, después de haber avanzado algunos pasos. La imagen de mi padre, acostado, sobre una lápida de piedra, alta y fría, me congelaba la sangre y me hacía perder él poco control que tenía. Verlo muerto. Sin vida. Sin todo lo que yo amaba y apreciaba de él. Era lo peor que me había pasado.
“No sé cómo Coral logra controlarse tan bien. Parece que no le afectó en nada la muerte de papá” pensé, la última palabra era tan difícil decirla, aunque fuera en mis pensamientos, era como si la idea fuera solo un mal sueño, una terrible pesadilla que nunca terminaría.
El pensar que no me había podido despedir de mi padre. El no haber hecho algo para evitar que lo matara mi supuesto mejor amigo, Darsving. Lo único que me quedaba era esperar que mi padre, recién encontrado, no hubiera sufrido tanto como yo había sufrido cuando mi amada fénix cayó inerte a mi lado. El aire ya casi no lograba pasar por mi garganta y el estómago se me hizo un nudo, dando un vuelco, dejándome tirada en el suelo. Sentía en mi boca el sabor amargo que viene antes del vómito.
—¡Milena, ya levántate del suelo! Eres una exagerada… tenemos que irnos al castillo —me grita Sebastian, dejando de lado toda la amabilidad que momentos atrás había intentado demostrar. Hizo un movimiento con su pierna para pegarme una patada, pero Coral se puso en medio, recibiendo ella el impacto.
—¡Ah! —gritó, su voz inyectada de dolor.
—¡Déjala en paz, bastardo! —logré hablar mientras me intentaba poner en pie lo más rápido posible; de un salto ya estaba lista para utilizar las clases de defensa personal que mis padres adoptivos me habían pagado cuando era niña. Coral tenía lágrimas en los ojos y se apretaba el estómago con ambos brazos, buscando un consuelo inútil.
Le lancé un puñetazo en la cara, dándole en la nariz. Sebastian se movía de lado a lado ligeramente, desequilibrado por el golpe y de su nariz salía un hilo de sangre escarlata. Con la manga de su abrigo negro se limpió y con su mano izquierda se acomodó su nariz quebrada, solo se escuchó un ¡crack!
Aun presionando la parte de su cara lesionada, cambió su actitud repentinamente, el gemelo se mostró como su hermano “muerto”, de nuevo era amable y agradable. Se acercó a Coral, cauteloso, y le dio un abrazo.
—¡Lo siento, hermosa! Me enfurecí con tu hermana, yo sé que la pérdida de un ser querido es horrible, pero siento que está exagerando —le dijo con voz dulce, más parecida a Darsving que a Sebastian. En todo momento la miró a los ojos, como si la estuviera hipnotizando.