Bennu sangre y traición (libro 2) Completo

16

—Detente guardián del castillo, él es amigo mío —dijo Fara.

El guardia no entendió la orden, o al menos es lo que parecía, ya que me embistió de nuevo, pero ahora contra mi abdomen, afortunadamente actué deprisa y le corté una mano, la cual se desvaneció antes de tocar la superficie del suelo. La satisfacción de haber logrado un avance desapareció cuando la mano se regeneró en cuestión de un abrir y cerrar de ojos.

—¿Qué está pasando? —interrogó Ángel.

—El guardia ha reconocido una amenaza en tu amigo —respondió algo ansiosa. —¿Apoyan a Sebastian? O ¿no? —interrogó sin miramientos.

—Estamos de parte de él —mentí —soy su hermano y le quiero ayudar — dije.

—El guardia reconoce las mentiras, ve en la profundidad de tu alma y sabemos que no estás de su parte, pero sí que eres su hermano. Jitsona —dijo Fara.

La criatura detuvo el golpe que estuvo a punto de lanzarme, dio media vuelta y salió por en medio de la pared dejando un rastro de magma que se iba apagando con el pasar del tiempo, me quedé algo perplejo, porque a pesar de todos mis siglos vividos, todavía existían cosas que no conocía de mi mundo.

—¿Estuviste probándome todo este tiempo?

—Tenía que saber la verdad, no puedo apoyar a alguien que esté del lado de Sebastian, aunque mi madre piense que es lo correcto —respondió Fara.

—Conmigo fue distinto, o ¿también lo hiciste? —cuestionó Ángel.

—Contigo fue distinto, yo lo sabía, escuché cuando te encerraron en la cueva los seguidores de Sebastian, por lo tanto, debías ser un traidor a su gobierno.

—Tiene lógica —dijo Ángel, mientras que yo aún me sentía consternado por la sorpresa, además el olor a cenizas, magma y fuego me estaban mareando, si no salíamos pronto, de ahí los recuerdos se perderían, a como nos pasó cuando recién llegamos, pero esta vez sería para siempre.

—Sigamos adelante —dije mientras que enfundaba mi espada, pensando si era bueno guardarla o dejarla en mi mano por si alguien más nos atacaba.

—Síganme es por aquí —dijo Fara.

Nos pusimos en marcha hacia una hendidura en la pared que no parecía ni una puerta, pero entre más nos acercábamos, la grieta se veía mucho más grande, el aire era espeso y se me dificultaba más estar de pie y seguir respirando. Y aun así, continué tratando de usar el oxígeno que me quedaba en mi sangre, Ángel se veía igual que yo.

—Espera —dijo mi compañero.

—¿Qué pasa Ángel? —se acercó Fara y le acariciaba la espalda.

—No puedo respirar —dijo él.

Fara lo tomó de la barbilla y le dio de su aliento y después lo beso en los labios, el beso se prolongó y el aire me faltaba todavía más. Caí de rodillas al suelo, hiperventilando, la respiración se escuchaba más y más fuerte, sentía como mis pulmones se contraían y mi garganta se cerraba, mi espada vibraba, a como pude la tomé y la blandí sobre mí, sangre comenzó a brotar de la nada, pero la presión que estaba sobre mí se desvaneció. Un chirrido doloroso se escuchó resonar en toda la cueva subterránea.

—¿Qué rayos fue eso? —dijo Ángel.

—Era una ninfa volcánica que perdió su calor al traicionar a su naturaleza y querer desafiar a la reina Firella, mi madre tiene el poder para quitar el calor por medio de una piedra a la que solo ella puede darle órdenes, las ninfas al no tener el calor se enfrían pero no mueren, sino que se transforman en un bulto de brea invisible para los humanos y les absorben su vitalidad, en este caso te lo estaban haciendo a ti Darsving, porque lo de Ángel era falta de oxígeno, cuando le puse la línea del fuego me faltó darle parte de mi aliento para que respirara más fácilmente, ya que nos interrumpió la llegada de tu amigo Dael.

—¿Te refieres a Zero? —dije.

—Sí, aunque él ya no existe en realidad, al sufrir esa transformación es imposible regresarlo a su estado primario, en realidad está mucho mejor de lo que antes era —confesó.

—Tiene que haber una manera de regresarlo a la normalidad —exclamé.

—En realidad no la hay, solo el paso del tiempo hará que recuerde algunas cosas de su vida pasada —dijo y se notaba la sinceridad en su cara.

—¿Cómo creerte?

—Solo confía, todo lo que he hecho es para saber que no eres parte del ejército destructor de Sebastian.

—Prométeme que no volverás a mentirme.

Y como suelen hacer sus promesas las ninfas volcánicas, se acercó a mí y me tomó del brazo, lo besó y mi piel ardió como las rocas fundiéndose, las palabras “no volveré a mentirte” aparecieron formando dos líneas en mi brazo muy cerca del hombro.

—Cada vez que te mienta las palabras brillarán en color verde y sentirás el ardor en toda tu piel, ¿quieres hacer una prueba?

—La verdad no —dije retrocediendo un poco, como si eso evitara que la hiciera.

—Tú no eres hermano de Sebastian.

Esperaba sentir el ardor por todo el cuerpo, pero no pasó nada, las palabras seguían apagadas. Me detuve en medio de la grieta por la que todavía no terminábamos de pasar.

—Esto no funciona —manifesté.

—Claro que sí funciona, lo que pasa es que no eres hermano de Sebastian en realidad… Hum… Tú eres hermano del rey Sebastian —dijo, sin esperarme el ataque.

Las palabras brillaban de color verde mientras que el cuerpo me ardía, era la peor sensación que jamás había sentido, ni siquiera me dejaba pensar en lo que me acababa de enterar. Después de contar hasta diez, la sensación se desvaneció, dejándome tirado en el suelo. Me levanté sin ninguna sensación secundaria en mi cuerpo.

—Jamás me había sentido así.

—No te preocupes, pronto se te pasará esa sensación de ardor.

—No me refiero a eso, sino que no me puedo creer que Sebastian no sea mi hermano.

—Dentro de este castillo te darás cuenta de muchas cosas. Sigamos adelante, pronto llegaremos con mi madre.

—Pero ¿de qué sirve? Ella está de parte de Sebastian.




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