—Alguien más viene, —dijo Fara —ocúltense de inmediato en esa habitación —susurró, señalando una puerta muy cercana que estaba entreabierta y no dejaba ver nada más que oscuridad perpetua.
—Fara, te estuve buscando toda la tarde, Dael te quiere conocer —le dijo la reina Firella.
—Buen día, su majestad, me han contado cosas increíbles de usted, mi querida Fara —dijo Dael que apenas se detenía al lado de la reina Firella, haciendo un ademán de reverencia ante Fara.
—Dime princesa Fara, no puedes tomarte libertades que no te he otorgado, general Dael —le hizo saber con la cara muy en alto y con tono agresivo.
Dael se sentía confundido, me podía dar cuenta por qué frunció el entrecejo, pero rápidamente volvió a tomar su posición de líder y se veía la arrogancia en su rostro, al igual que esta corría por sus venas. Cerró los puños y apretó un poco más su expresión, dejando ver algo de ira en sus ojos.
Firella, quien era una mujer muy alta, quizás un poco más que yo o Ángel, con el cabello corto hasta el hombro en una cascada de magma ardiente con algo de fuego que se volatizaba en el aire, era muy blanca como su hija Fara, y tenía unos hermosos ojos grandes de color miel, pestañas cortas que los enmarcaban en conjunto con unas cejas muy delgadas, una pequeña nariz, cara afilada y labios rojos muy delgados. Llevaba puesto un vestido de color rojo que tenía algunas pocas llamaradas de fuego en el e iba descalza, igual que todas las ninfas volcánicas.
—Compórtate ante nuestro nuevo inquilino en el palacio y nuestro reino, Fara, muéstrale respeto y amabilidad como te he enseñado —dijo pacientemente la reina Firella, mostrando calma como ninguna de las ninfas sabía hacerlo.
—No se preocupe mi reina, yo sé que las ninfas son indomables y agresivas por su elemento, para mí sería un verdadero placer hacerla mi princesa —dijo Dael tomándola de su mano y forzándola que no se soltara para besar su delicada mano.
Ángel dio un par de pasos para ir a defenderla, pero lo sujeté del brazo, haciéndole caer por accidente sobre mí, al llegar al suelo topamos con un mueble de madera que se estremeció, haciendo caer varios objetos de cristal, y al estrellarse en el suelo se hicieron miles de pedazos con varios sonidos agudos. No nos movimos ni un poco, como si con esto pudiésemos pasar desapercibidos.
—¿Quiénes están escondidos ahí, Fara? —cuestionó la reina Firella.
—Unos amigos del exterior —dijo, haciendo que la sangre que corría por mis venas bajara hasta los pies y me hiciera sentir tan frío como el hielo helado (en este mundo hay hielo caliente también) me volví a caer, igual que Ángel. Ya no sabía si esconderme o salir. La decisión se había tomado por si sola cuando las palabras “unos amigos del exterior” habían salido de la boca de Fara.
Me levanté con cuidado tratando de no pisar los cristales rotos con mi bota y después ayudé a Ángel a levantarse, sin tener éxito alguno porque era algo pesado y solo tenía un brazo para el agarre, le hacía falta el otro brazo para tener un mejor apoyo. Me puse de cuclillas a la par con él. Lo sujeté fuertemente debajo del muñón donde estaba antes su brazo, esta nueva forma en que lo intentamos, pudimos ponernos de pie con un poco más de demora, pero al igual logramos el objetivo.
Me dolían las piernas por el esfuerzo del día, más aparte por aplicar demasiada fuerza en levantar a Ángel. Al ver que no salíamos todavía de la habitación, Fara se acercó para ver lo que pasaba y sin pensarlo dos veces entró rápidamente para ayudarme con mi amigo que se veía algo perplejo por la última caída. Al ver la mirada de ternura en ambos me alejé de ellos dejándolos abrazarse y que se dieran un tierno beso en los labios, siguieron andando hasta llegar a fuera de la habitación donde nos esperaban impacientemente la reina Firella y Dael.
—Madre, él es Ángel, mi todo, y él es Darsving —dijo aun mirando a Ángel, pero señalándome a mí.
La confusión se asomó brevemente en el rostro del general.
—Hija, no puedes salir con él. Si te has dado cuenta está… Hum… ¿Cómo decirlo? … Incompleto. —dijo la reina Firella crudamente.
—Madre, deja de ser tan cruel y despiadada.
—No me hables así jovencita, sabes que es la verdad y no se me permite decir mentiras, además…
—Madre ya guarda silencio, deja de molestar a Ángel, él es la persona a la que quiero y no puedes hacer nada para evitarlo —dijo Fara casi gritando.
—¿Cuál es el nombre de tu familia? —dijo la reina Firella ignorando a Fara y Ángel que ya habían comenzado a andar por el pasillo.
Dudé unos momentos para contestar, pero al fin tenía que hacerlo, no hay nadie que no me conozca en esta dimensión.
—Anxel —dije sin añadir alguna palabra más, esperando a que me atacara o me echara del castillo, o quizás lo contrario porque ella apoyaba a mi hermano.
—Interesante, tú eres el famoso Darsving, el que mató a la heredera de los Phoenix.
—Yo no lo hice, fue mi hermano.
—Lo sé —dijo, sorprendiéndome su respuesta.
—Pero, ¿cómo lo sabe?
—Tan sencillo como verte, está claro que tú no eres como Sebastian y hasta donde sé él, ni siquiera es tu hermano, pertenece a otra familia.
—Y ¿por qué parecemos hermanos idénticos? —cuestioné sediento de información.
—Es mejor que encontremos un lugar donde nadie nos escuche. General Dael, le solicito que nos deje solos, si gusta pasar al comedor o a su recámara a tomar una ardiente y magmática ducha, Firh lo guiará. ¡Firh ven aquí! — gritó la última frase.
—Sí, su majestad, será todo un gusto —dijo Firh, que había llegado más rápido que la primera vez. Era muy linda, pero no tanto como la reina o la princesa. Lo que más me llamaba la atención de ella eran sus ojos y su cuerpo muy bien estructurado y delineado por las llamaradas de fuego.
—Lleva a nuestro nuevo inquilino a su habitación, es en el área de guerreros, tú sabes donde se encuentra —dijo sonriendo ampliamente. Después se giró para mirarme y se puso un poco seria, sus ojos brillaban aún más, con cierto aire de inocencia e ira a la vez, no comprendía mucho de lo que estaba pasando en la dimensión, ya no era lo que antes solía ser.