—Estamos hablando sobre el reinado de tu abuelo Sebastian ¿has visto a tu padre?
—Mamá, ¿por qué siempre olvidas que él ya no está aquí?, él murió hace unos anocheceres —dijo algo triste.
—Pero hija, yo presiento que él está vivo.
—Es fácil pensarlo cuando se ama tanto a alguien madre, pero él ni siquiera nos veía como su familia, ni siquiera existíamos para Vladimir, tenía a otras mujeres a su alrededor —era totalmente difícil pensar que Fara era la que hablaba, se escuchaba tan madura como una persona adulta y sin parecerse a la que había conocido ese mismo día.
—Reina Firella —se escuchaba gritar a alguien desde el piso de abajo, la voz era como amasada, como si estuviera mascando una bola gigante de goma.
—Son los Nohgs, tenemos que ir.
—Mi reina Firella, los seguidores de Sebastian están a punto de entrar al castillo, ¿Qué hacemos? —se escuchó de nuevo la voz.
La reina recuperó de nuevo su anterior imagen y salió a toda prisa de la habitación.
—Traigan a Dael, lo necesitaremos.
—Sí mi señora.
El guardia medio mareado (hecho con magma ardiente y con pies unidos, parecía un montículo) anduvo de una manera rápidamente anormal, abandonando el vestíbulo yendo hacia el pasillo donde quedaba la habitación de Dael. La ninfa Firh todavía no volvía de la recepción del general. Pensaré que están jugando o viendo el oscuro panorama de la caverna.
—Ya estoy aquí mi reina —dijo Dael, había tardado muy poco en llegar, se veía agotado, quizás era por correr demasiado rápido, después de unos momentos Firh apareció de nuevo.
—Un pelotón del ejército de Sebastian está esperándonos en las afueras del castillo haciendo destrozos en los hogares de las ninfas volcánicas —informó el Nohg.
—Es momento de atacar y utilizar tus cualidades, general Darel ¿está listo? —dijo la reina Firella.
—No del todo, todavía no hemos entrenado.
—Es cierto, apenas hoy comenzaba el entrenamiento, necesitaremos evacuar el reino volcánico, si nos alcanzan tendremos muchas pérdidas y no podemos darnos ese lujo. Los Nohg podrán cubrirnos un máximo de cuarto de luna.
—¿Eso es poco tiempo? —cuestionó Ángel.
—Son como quince minutos nacteanos —dije.
—¿Cómo saldrán todas las demás ninfas volcánicas?
—Quizás sea cruel lo que escucharás, pero ellas saben defenderse solas, además conocen el protocolo de un ataque inminente, la mayoría ya deben de estar en el túnel. Tenemos que salir pronto de aquí.
—Vamos por el túnel para encontrarnos con las demás ninfas —dijo Fara cuando terminó de hablar su madre.
—Síganme —dijo la reina Firella siguiéndola muy de cerca Darel, después Firh, Fara, Ángel, y yo, mientras que algunos Nohgs nos seguían muy de cerca para cubrirnos.
Las puertas de entrada al palacio se escuchaban resonar como si fueran golpeadas por un objeto bastante duro y grande, parecía ser algo más que un objeto, ya que un gruñido grueso y espeluznante, de esos que te erizan la piel, se escuchó atrás de la gran puerta de madera reforzada con hierro y magma ya hecha piedra.
—Sigan, las puertas no resistirán mucho a esa clase de golpes —dijo Dael, quien ya había analizado el temple de la puerta.
—¿Qué jodidos es eso? —dijo Ángel.
—Son los gigantes de bosque, al parecer se han unido a la guerra, pero del lado equivocado —dijo Fara con miedo en su rostro. Los que conocemos más allá de la realeza sabemos que los gigantes son tan temibles como los ogros, pero estos son de mayor tamaño, podrían devorar a un humano de tan solo un mordisco, pero como son tan salvajes y siempre tienen hambre, lo hacen todavía muy cruel, a veces partiéndolos por la mitad o quitándoles algunas partes de su cuerpo.
“Es escalofriante” pensé.
Ahora sí podríamos decir que corríamos por nuestras vidas. Seguimos un pasillo interminable que estaba al fondo de la sala de estar. Cuando llegamos al final de este había un espacio tan oscuro como la caverna donde maté al cíclope, mi espada estaba vibrando de energía, sabía que estaba a punto de encontrar nuevos retos.
Un estruendo se escuchó a lo lejos y gritos de guerra siguieron a este, pisadas rápidas y agiles se aproximaban al igual que las pisadas pesadas y destructoras del gigante, el agua iba cayendo del tejado porque el gigante estaba destruyendo todo a su paso con una bola de hierro con púas cónicas del tamaño de un humano.
—Salgamos de aquí —escuché el susurro de la reina Firella.
—Pero no hay escaleras —dijo de nuevo Ángel.
La reina bajó junto a Fara y después los que faltábamos, eran tan oscuras que brillaban tenuemente, bajamos lo más rápido que podíamos, la princesa Fara y su madre se transformaron en las hermosas bennuanas que ya había visto antes para cubrir su iluminación. La única que no podía hacer nada para quitarse toda esa luz de encima era Firh. Ya habíamos bajado lo suficiente y llegó un punto en el que la escalera dejaba de bajar para comenzar a subir.
—¿Vamos a regresar a dónde estábamos? —cuestionó Ángel confundido, frunciendo el entrecejo, tratando de ver la lógica que sabía que no lograría encontrar en esta dimensión.
—Tenemos que subir, de esta manera encontraremos a sus amigos en el castillo de su captor —dijo la reina Firella.
—Pero ¿dónde están las demás ninfas? —cuestionó Dael.
—Ellas se fueron por ese pasillo, si quieres seguirlas Firh, estás en toda la libertad de irte —habló la reina.
—No, seguiré con usted, mi realeza, pelearé a vuestro lado —dijo la ninfa inesperadamente.
Los seguidores de Sebastian ya habían encontrado la manera de bajar y estaban haciéndolo, al principio con cierta cautela y después corriendo como tigres detrás de su siguiente cena, podíamos quedarnos a luchar, pero sería difícil salir ileso de ese ataque.
La reina Firella tenía un cristal en su collar, era rojo como la sangre, lo tomó entre sus manos y lo observó fijamente, después cerró los ojos y el dije se elevó en sus manos, haciendo que su cabello negro volara por el viento que corría violentamente por toda la caverna.