Sentía el llamado de mi fiel amiga, no sabía dónde estaba, pero ella me llamaba con el lazo que se tiene entre un elegido y su fénix. Cada vez que me acercaba más a ella mi desesperación iba desapareciendo, iba cruzando el vestíbulo, sin miedo a nada, sin esconderme de los seguidores y curiosamente estaba solo, subí las escaleras de dos en dos peldaños, corriendo, pasé tres puertas negras y de madera recién lijada, lo sabía por el olor que expedían, hasta que llegué a la puerta número cuatro. Dudé al principio para abrir la puerta, pero al final decidí hacerlo, cualquier cosa que tuviera que enfrentar tendría que hacerlo tarde o temprano.
Entré en la habitación. Estaba tan oscura que no podía ver la palma de mi mano frente a mí, veía sombras por todo mi alrededor, quizás se acercaban o no, era tan absoluta la oscuridad que mi perspectiva no era confiable. Di un paso más y sentí algo en el suelo.
—Darsving sal de ahí.
Me sobresalté al escuchar la voz de Coral afuera de la habitación, con la voz temblorosa, después se escuchó como alguien sujetaba a Coral y a Cardo tapándoles la boca, y la chimenea que no había visto antes se encendió, lastimando mis ojos y haciéndolos lagrimar.
De entre las penumbras del otro lado de la habitación salió Sebastian aun siendo idéntico a mí, solo que libre de golpes o cortaduras en su cara. El verlo con la luz mortecina del fuego azulado lo hacía ver más fuerte y escalofriante, había adoptado una pose como la de un lobo erguido listo para atacar a su oponente. Su boca estaba entreabierta y dejaba ver dientes largos y filosos y sus ojos despedían ira y furia hacia mi persona.
—Si quieres salir vivo de aquí, debo anticiparte que no lo lograrás mi querido hermano, debes de luchar para ganarte del derecho de no ver a más gente sufrir o mataré a Coral y Cardo enfrente de ti, para después matarte a ti haciéndote sufrir y alejando la esperanza que tiene cada bennuano de ser libre —dijo arrogantemente lanzándome una espada que no era Nerak, esta última él la tenía en sus sucias manos que tanta sangre ya había derramado.
—Suelta a Nerak, ya sabes que ella me pertenece a mí.
—No seas absurdo, los fénix siempre van con el más fuerte y ese siempre he sido yo.
—No es cierto y lo sabes, la espada elige a quien lleva la sangre de un antepasado que la poseyó y tú no eres nada de Avil el de la leyenda, yo soy su nieto, papá y mamá nos contaron sobre él antes de que desaparecieran para siempre y eso no lo he olvidado.
—¡Ya cállate! ¿Cuántas jodidas veces tengo que decirte que soy tu hermano?
—Puedes decirme las veces que quieras, pero sé la verdad, aunque tu mentira parece ser mejor que la verdad, por eso no te alejas de mí, por eso quieres ser yo, quieres ser el hijo legítimo de alguien importante en esta dimensión —le dije clavando cada palabra en lo más profundo de su alma, haciendo que su ira surgiera como un volcán cuando hace erupción.
—Ahora tengo todos los fénix —y su ego hizo que revelara la forma en la que los había extraído de los elegidos —encontré un artilugio que sirve para extraer la esencia del fénix, el alma, y al no tenerla su cuerpo desaparece, la única forma en la que ellos estén de nuevo con sus legítimos amos es que ellos pongan una gota de su sangre en la imagen de su fénix, lo complicado es saber cuál es su fénix porque si se equivocan, el ave quedará encerrada en el libro por siempre.
—¿Dónde tienes ese libro?
—Eres un ingenuo si piensas que te lo diré —dijo triunfante.
—Ya basta de hablar, si quieres que peleemos lo haremos, pero si gano te irás de aquí para siempre y jamás te volveremos a ver —le dije, retándolo —y me devolverás a Nerak y el reinado a los Phoenix legítimos.
—Esta guerra ya está ganada y tú no eres el triunfador.
El primero en dar la primera envestida fue el monstruo de Sebastian, yo me cubrí con la espada y sentía que mi ave fénix lloraba ante lo que estábamos viviendo, volvió a envestirme y de nuevo me cubrí, pero esta vez sentí la cercanía con mi Nerak, ella se encendió en furia con llamas verdes, azules que en la punta eran rojas, el ave que estaba en la empuñadura hizo una leve explosión y estaba envuelta en fuego verde y rojo, tan calcinante como el sol, Sebastian dejó caer la espada al suelo y esta rebotó un par de veces con un sonido estridente y sudé frío por pensar que estaría a punto de quebrarse, se veía tan frágil en las manos de una bestia.
Sebastian cayó al suelo viéndose las dos manos y chillando del dolor que sentía, pero su voz, el tono de voz que se escuchó en la siguiente ocasión era peor, era tan grueso que no podía decidirme si él lo había usado. Cuando entró por mis oídos el vello de toda la piel se me erizó y había un hedor tan perforante que sentía que vomitaría los jugos gástricos, ya que no había comido nada todo el día o la noche, ya no sabía cuándo fue la última vez que había comido algo.
—Lobo, aniquila a ese hijo de Yelsha.
Tomé la espada y el fuego que había en ella no me lastimó, estaba claro que Nerak era solamente para mí y nadie más, los fénix son muy posesivos, cuando han decidido ser parte de ti ya no hay vuelta atrás.
Blandí la espada ante mí y ella sola se dirigió hacia donde estaba Lobo, éramos uno a pesar de que jamás entró en mí como en los demás elegidos. La espada le hirió una pierna y después la otra, con eso era suficiente para dejarlo inmóvil, ya que no deseaba matar a alguien más, aunque ese idiota me hubiera provocado tantas desdichas.
Me acerqué a Sebastian y él pedía misericordia.
—No me mates —dijo entre lloriqueos.
—¿Dónde están todos aquellos que estaban a tu lado?
Se reía maquiavélicamente, en ningún momento me dejaba de sorprender su maldad, era el ser más vil que había conocido en mi vida, Vladimir a su lado era tan bueno que podríamos haberlo dejado vivir.
—Aquí están —dijo señalando las paredes —den un paso al frente.