El paraíso es brillante
No me gusta cómo me miras.
Tus ojos, que tratan de decirme lo que por tu cobardía no te atreves a decir. Esos ojos, que encajan perfectamente con toda tu persona, esa persona que veo ahora, la que me hace sentir muchas cosas. Ninguna linda.
Antes, cuando eran diferentes, diferentes de lo que son hoy, pero no tanto de lo que fueron ayer, no me miraban así, como si no supieran que hacer, como si tuvieran miedo, como si sintieran lástima, lástima por mí.
No me gusta cómo me miras.
Me miras con esos ojos que dicen tantas cosas, tantas.
No tolero mirarte, pero lo hago. Te miro observando fijamente el leve, casi inexistente, brillo que se muestra en aquellas oscuras ventanas. Trato de no desviar la mirada, quiero verla, quiero que brille, que brille como nunca. Pero no lo hace, sigue ahí, tintineando, volcando mi corazón cada vez que se esfuma y vuelve en un instante, como si tratara de permanecer presente todo el tiempo que se le sea posible para evitar que despegue mi mirada de él. Como si supiera que su presencia es lo único que me mantiene aferrada al portador de aquel minúsculo destello.
Brilla, pero no lo suficiente. Ni siquiera sé cuánto sería suficiente, quizá un poco más. No pido mucho.
No lo entiendo, yo sigo acá, esperando por algo que cada vez se siente como si no fuera a llegar. Duele.
Duele esperar, me tiene cansada, me tiene agotada. Pensar un poco me abruma, pero no paro de hacerlo.
Es tan difícil.
El deseo y la necesidad me confunden.
Deseo seguir observando aquel doloroso y diminuto destello, pero necesito permitirme mirar hacia otro lado.
Necesito voltearme y caminar derecho. Pero me quedo y te miro, mientras mis pies se confunden y se enredan provocando que caiga. Caigo sola, y vos no me ayudas a levantarme, aunque en realidad no necesito que lo hagas, pero sí que quiero.
Me quedo abajo, mirándote.
Me quedo abajo, esperándote.
Me quedo abajo, amándote.
Me quedo abajo, deseándote.
Me quedo abajo, odiándote.
Me quedo abajo, culpándote.
Me quedo abajo, ignorándome.
Me quedo abajo.
Sola, pero mirándote.
-Bera Dalacaes