La osa polar dentro de Gala estaba más inquieta que nunca después de haberse separado de Alexander, desde que tenía memoria siempre había sido una criatura constante y tranquila como un témpano de hielo en el océano, pero ahora parecía como una tormenta de nieve.
Gala no podía entender el cambio, pero creía que se debía al creciente vínculo con Alexander. Y Gala estaba asustada, mucho, las emociones dentro de ella se apiñaban en un crudo torbellino en su estómago, sentía ganas de volver al refugio seguro que había estado construyendo todos estos años, pero también tenía ganas de seguir dando pasos solo para ver hasta donde podía llegar, porque estas cosas que hacían cosquillas y generaban un calor agradable y la sensación de estar protegida, eran incomparables con la seguridad y soledad absoluta del refugio.
Sin embargo, un león le había abierto una puerta y esperaba por ella. Gala lucharía contra sus demonios del pasado para poder tener algo real, porque no había marcha atrás, la decisión estuvo tomada desde el momento en que le dejó una marca sobre la piel.
Recordar la mancha de un color rojizo en el cuello del león le hizo sentir la mujer más fuerte y poderosa del mundo, tal vez tenía razón, pensó mientras bajaba al anexo subterráneo de la enfermería, tal vez Gala era un poco posesiva. Tal vez era parte de la oscuridad en su interior, porque realmente había tenido pocas cosas en los últimos diez años, y una pareja era algo grande, como un diamante fino y precioso y ella sentía tantas ganas de llevarlo a un lugar lejano solo para tenerlo para sí misma... Gruñó, esa idea era extraña, pero el animal irracional la adoraba.
Sacudiendo la cabeza cuando la plataforma tocó el suelo, Gala bajó y caminó hacia la zona de descanso del personal médico de Vashty. Bajo tierra se perdía la sensación del tiempo, había cerca de diez personas en las mesas y sillones de la sala, los colores eran oscuros en contraste con las paredes blancas, otras tres personas estaban en la barra de bebidas. El ambiente también estaba lleno con olor a café, té de hierbas y otras cosas dulces, además de panes, y esos bollos... La sonrisa de Alexander apareció en su mente cuando identificó ese olor característico. Saludando al pasar como un gesto de formalidad, Gala llegó hasta el extremo y giró por un pasillo lateral.
Vashty había pedido hablar con ella de manera urgente apenas tuviera un tiempo libre, Gala dedujo que solo podía tratarse de la evolución de la salud de Taorana. Deteniéndose en la última puerta que conectaba la oficina de la jefa de enfermería, Gala esperó unos segundos para asegurarse de no interrumpir algo importante, luego golpeó.
—Adelante.
—Buenas tardes —saludó al entrar.
—Buenas tardes Sialuk —respondió la mujer, había un batido de chocolate en una de sus manos, en la otra sostenía un anotador digital—. Pasa, toma asiento.
Nunca se había dado cuenta de cuan oscura y solitaria podía ser una oficina bajo tierra, hasta ahora. No tenía ventanas que recibieran luz, solo un escritorio de vidrio con dos sillones marrones y la silla que ocupaba Vashty. Las paredes eran blancas y había alfombra azul cubriendo el piso, la iluminación provenía de cuatro lámparas de pie ubicadas una en cada esquina.
La oficina era solitaria.
Sentándose en uno de los sillones pequeños frente al escritorio, Gala tuvo recuerdos que la conectaban con este entorno. Ella y Shila solían pasar mucho tiempo en la enfermería, debido a que el hogar que las recibió en el intercambio era de la antigua jefa de enfermería, Asiavik, ella y su compañero Amaruq, fueron su familia adoptiva encargada de todos los cuidados que necesitaran.
Shila duró pocos meses bajo tierra, su desinterés la condujo a pasar el tiempo en la superficie, mientras que Gala encontraba la vida médica como algo fascinante, pronto se hizo seguidora de Asiavik y de su mano derecha, Sakari.
Había jugado en esta oficina hace dos décadas, se había sentado en esa silla y soñado con algún día ser aquella que cuidara de la salud de todos los osos del clan.
—¿Qué necesitas? —Preguntó, le temblaba el labio superior por los recuerdos, ya no podía cerrar el baúl en donde los había escondido.
—Tengo los escaneos cerebrales de Taorana y de los demás osos afectados por rompimientos vinculares.
Cambiando del archivo de lectura a las imágenes cerebrales en la pantalla del anotador digital, Vashty se lo entregó y luego se puso de pie, cuando Gala lo recibió y miró a la otra mujer a los ojos antes de que se levantara de la silla, vio el cansancio y la hinchazón en ellos, era muy probable que no hubiese podido dormir hace un buen tiempo.
A pesar de eso, el resto de su apariencia era acorde al trabajo de tiempo completo de una madre y líder de sector. Vashty tenía el cabello un poco desordenado en una coleta suelta, vestía un suéter naranja brillante con vaqueros negros y zapatillas de lona de igual tono.
Vashty no estaba muy bien, y Gala sabía perfectamente porqué. Se sentiría de la misma forma si estuviera en su lugar, con su gente siendo afectada por algo invisible a lo que no le encontraba una cura y la incertidumbre alrededor de eso. Gala suspiró, intentaría darle una mano para resolverlo.
—¿Qué has encontrado? —Preguntó, deslizando los dedos sobre la primera imagen para ampliarla en la pantalla.
Vashty, se giró para ya no darle la espalda y caminó hacia Gala, se detuvo junto al sillón y señaló una parte de la imagen.
—Este es un escaneo de un cerebro cambiante con actividad normal —dijo, luego deslizó a la siguiente imagen—. Este es el cerebro de Taorana.
La pantalla se llenó con el color rojo brillante dividido en puntos y zonas con mayor o menor tinte, Gala jamás había visto eso en todos sus años en la medicina.
—¿Es actividad neuronal?
—Cualquier humano diría eso. —Gala dejó pasar el comentario de la otra mujer solo porque podía sentir su agotamiento—. Pero cada mancha roja es un impulso de energía que se enciende y se apaga mientras está inconsciente, sin razón alguna la actividad cerebral ha aumentado. Mira el siguiente vídeo de resonancia.
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Editado: 04.11.2020