El Gran Nanuk del norte fijó su mirada en el hombre que era su mano derecha al momento en que escuchó sus pasos acercarse a la puerta, Mauja ingresó en su oficina con el aire sereno y esa forma de andar reservada, aunque su mirada era un profundo respeto.
Las formalidades se le daban muy bien, su obediencia y lealtad eran el faro que los demás seguían. Su conducta daba un buen ejemplo para todos en el clan.
Pero su rostro el día de hoy era más desprolijo que en otras ocasiones, un rastrojo oscuro asomaba en su mandíbula inferior, sus ojos agotados pero brillantes y su cabello humedecido por lo que imaginaba había tomado una ducha rápida una hora antes.
—¿Noticias?
—Algunas.
Apuntando hacia una de las sillas frente a su escritorio, el Gran Nanuk entrelazó sus manos por detrás de su cabeza y llevó su espalda hacia atrás, aunque su animal estaba inquieto por saber qué les deparaba el destino el día de hoy, esperó a que Mauja se pusiera cómodo también, la paciencia era una valiosa virtud y la suya era una hoja, fría, precisa y afilada.
—Los rastreadores no han podido localizar a las capturas que deberían haber estado en las rutas de navegación que manteníamos bajo vigilancia.
Bien, esto era nuevo. Desde que comenzaron con esta movida nunca perdieron la ubicación de sus objetivos, o sus rastreadores estaban empezando a fallar o había sido descubierto por las presas.
—¿Es esto un sabotaje, una defensa de los objetivos, o es que hemos sido descubiertos?
Mauja dio un lento parpadeo, a pesar de la fuerza implícita en el tono de la pregunta, no pareció alterarse en absoluto. Era por eso que era su mano derecha, su comportamiento reflexivo y calculador era un activo importante para él.
—Todavía no establecemos las causas, pero los rastreadores están frustrados y bajo presión.
Era de esperarse, pensó, la ofensiva de Nilak fue brutal y las aguas territoriales ahora tenían patrullajes intensivos las veinticuatro horas del día por lo que era bastante difícil navegar por las rutas establecidas de los objetivos. Y esos patrullajes ahora estaban extendidos a lo largo de toda la península a pesar de que solo les pertenecía la parte sur, desde Halifax en adelante. Habría sido un regalo caído del cielo si en los botes solo hubiera uno o dos miembros de ese clan, pero las patrullas tenían hasta siete, no podían arremeter contra ellos para capturarlos son arriesgarse a ser descubiertos. El ataque furtivo no funcionaba a ese nivel.
—¿Cuántos?
—Se supone que tendríamos a tres entre hoy y mañana, las capturas tenían como destino la ciudad de Halifax. Nuestra fuente en común dijo en el informe que los tres eran miembros oficiales de Icy Souls.
—¿De dónde provenían?
—Uno de Groenlandia, otro de Islandia, el tercero es de Halifax pero debía regresar de un viaje turístico a Coral Bay.
—Y todos se han quedado en su posición —concluyó.
Mauja confirmó.
—A menos que hayan tomado un bote o vuelo para llegar a destino.
—Es poco probable.
Eran osos polares, el agua era tan atractiva como la tierra hasta para el más reacio y hogareño, incluso él no era capaz de resistirse a nadar en las frías aguas del océano alrededor de su territorio, porque para un cambiante oso polar era la máxima expresión de libertad que podía sentir. Y habían sabido explotar eso a su favor.
Que los objetivos se mantuvieran quietos indicaba que lo hicieron por una fuerza mayor, y eso solo indicaba una cosa, algo que había estado esperando por mucho tiempo y que le hizo sonreír.
—Icy Souls se ha cerrado.
Mauja sostuvo su mirada, su poder era resuelto y dotado de una firmeza que valoraba bien.
—¿Estás seguro?
—Completamente, y eso nos lleva a lo que hemos estado esperando.
Un brillo animal apareció en color negro de los ojos de Mauja.
—La fase dos —respondió, una sonrisa afilada en su rostro.
—Correcto.
Su clan, esa máquina perfectamente armada y unida con precisión en cada una de sus partes, se pondría pronto en movimiento.
—Comienza con los trabajos de coordinación —ordenó—. Quiero que todos se sepan de memoria las movidas y misiones.
—Entendido.
Mauja se puso de pie de inmediato.
—Espera —el otro hombre le dio una mirada por encima del hombro tras detenerse en la puerta—. No le avises al enlace sobre esto, toda comunicación debe ser borrada de inmediato.
No quería ningún fallo en la operación, ninguna grieta en la armadura. Para que el plan diera resultado necesitaba del factor sorpresa, y mucho sigilo. Pero eso estaba bien, un oso polar era paciente durante la cacería. Y él era el mejor de todos.
—¿Necesitas algo más?
—No, puedes retirarte.
Al quedar solo, el Gran Nanuk del norte se levantó de su silla y caminó hasta la gran ventana con vista abierta a la ciudad de New Glasgow. El atardecer estaba en puerta, como la misión de su vida. Las aguas fluían a su favor, pronto pondría a su rival en jaque.
Sonriendo, sacó de su bolsillo el teléfono celular y marcó el número de la mujer soldado que tenía su corazón en sus manos.
—Natuk —habló cuando escuchó su voz—. Tengo noticias.
—¿Buenas o malas?
—Excelentes, esto te gustará. Te necesito aquí.
—Estoy en una sesión de entrenamiento, iré en cuanto termine.
El Gran Nanuk del norte sonrió, su cuerpo se llenó de deseo y expectación, su oso polar se preparó para el ascenso definitivo.
──────⊱◈◈◈⊰──────
En uno de los puntos más lejanos de la península, un cambiante oso polar llamado Siku luchaba contra su propio animal en una vorágine de instinto y poder que casi lo cegaba, la turbulencia de emociones se sentía tan caliente como su cuerpo al borde de quebrarse por la tensión. El sudor bañaba su frente, la respiración se tornó superficial. No podía contenerse, no cuando algo se había activado dentro de él como si fuera un interruptor, y no sabía bien como podía apagarlo.
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Editado: 04.11.2020