Por un momento fugaz, Alexander se sintió confundido por la mujer que gruñía debajo de su cuerpo. Pero un solo vistazo más profundo le hizo fruncir el ceño y supo entonces que no estaba encima de Gala. Esta mujer no poseía calor suave ni alegría en sus ojos, tampoco esa determinación que fundía su sangre. No, esta mujer solo ira en su interior, la emoción ardía en la oscuridad de sus ojos como brasas calientes.
Su poder era el grito escalofriante en medio de la noche cerrada y era malditamente difícil resistirse a dejarla ir, rendirse a sus exigencias.
—Quieta —ordenó tratando de mantener sus manos sujetadas por encima de la cabeza—. No quiero lastimarte.
No lo decía porque sintiera una pizca de amabilidad hacia ella, si no había aprovechado la situación para quitarle la vida por todo lo que había hecho era porque tenía la misma sangre que Gala, era su viva imagen pero con un corazón negro. Era importante para Gala, y él no haría un movimiento de ese tipo a menos que ella así lo ordenara.
Era el esclavo de una osa polar y eso se sentía bien, muy bien, mejor de lo que había pensado en un principio, tan correcto como el oxígeno que respiraba. Se sentía más vivo de lo que jamás podría haber estado. La tentación de nadar en los recuerdos de Gala era una fuerza difícil de ignorar, pero Alexander no debía perder la concentración.
Shila era la clase de mujer que podía hacer mucho daño, llena de músculos lisos y fuertes, un cuerpo entrenado para pelear y un espíritu rabioso sumergido en las emociones sin control. Se veía como una niña a la que le habían quitado un juguete valioso, y sin saber como reaccionar de manera aceptable, canalizaba su frustración en un berrinche.
Excepto que este berrinche estaba tomando toda la fuerza de Alexander.
Y un segundo de atención perdido fue aprovechado al instante, Shila conectó su rodilla contra el costado con una fuerza que le hizo doblarse, luego empujó uno de los puños que él agarraba por la muñeca, empujó y empujó, levantándolo. Alexander no podía contra su fuerza, lo superaba y ella lo sabía bien.
Cuando intentó acomodar las rodillas para tratar de contrarrestar el empuje, Shila dio un golpe de rodilla en el estómago, tan poderoso fue que lo levantó en el aire unos centímetros. Perdiendo el aliento por el dolor, ella lo empujó lejos y se puso de pie.
Buscó el arma pero Gala ya la había hecho pedazos, ella le extendió una mano y lo ayudó a levantarse. Luego al verlo estable le hizo un ademán con la cabeza y se acercó a su gemela.
—Antes una pelea entre nosotras habría sido en vano —dijo Shila mientras recuperaba el aliento—. Ninguna habría resultado vencedora porque la fuerza en ambas era igual. Pero ahora... —Una pausa, una mirada a Gala de pies a cabeza—. Solo me he fortalecido en mi poder, tú solo lo has aniquilado.
Lanzó el primer golpe, como una cuchilla afilada atravesó el aire, Gala lo esquivo moviendo el cuerpo a la derecha, se agachó en el siguiente, pero la patada al hombro le hizo gritar. Alexander apretó los puños, filtrando el dolor a través del vínculo, sosteniendo la correa del león. Él estaba ahí para apoyarla, ella debía hacer esto por su cuenta.
Gala golpeó el estómago de Shila pero al acercarse demasiado la otra mujer rodeó su cabeza con los brazos y la empujó contra su pecho, comenzó a dar rodillazos en las costillas de Gala. Gruñendo, Gala enterró una garra en la pierna de Shila pero ella resistió el dolor, conectó otro rodillazo que la levantó en el aire y la hizo girar, caer de espaldas.
De inmediato se tiró encima de Gala y la golpeó una y otra vez, Gala se cubría el rostro con los brazos. Los puños de Alexander tenían un doloroso y molesto hormigueo de poder, pero él no podía dar un solo paso.
Este asunto era entre hermanas.
Aunque una de ellas no merecía piedad alguna dado que había asesinado a dos personas hace unos minutos...
—Teníamos que estar juntas —Shila sollozó—. Juntas. No puede tenerte, no puedes pertenecerle.
Gala agarró uno de sus puños, luego el otro.
—¿Por qué?
Jadeando, Shila lloró.
—Eres mía. —Tragó saliva—. Debemos compartir el poder, esta energía que grita en el interior.
La mirada de Gala reflejaba una concentración que ella solo la usaba en su trabajo de enfermera, pero ahora... Estaba buscando respuestas.
—¿Para qué?
La respiración de Shila se agitó, el sudor se mezclaba con la sangre en su rostro. Y entonces, detuvo un puño a mitad de camino, las miradas de ambas mujeres se encontraron en un choque que podría haber sacado chispas.
—Para que nadie nos haga daño otra vez —murmuró en un hilo frágil de voz.
Entonces con un movimiento rápido de torsión, Gala doblegó a Shila poniéndola de espalda contra el suelo mientras se escuchaban disparos afuera del Galpón, aprisionando el cuerpo de su gemela con las piernas. Su gruñido fue algo intenso que Alexander jamás había escuchado antes de ella, y era oh-tan-malditamente-poderoso que le daba ganas de acompañarla con su rugido.
—Yo me pertenezco a mi misma, y a él. —Sujetó a Shila del cuello con fuerza—. Pero entre nosotras —una pausa breve hasta que Gala la desarmó diciendo—. Solo el miedo es tú único dueño.
Luego hizo algo que Alexander no esperaba.
—Déjala inconsciente —pidió.
La orden fue un canto de sirena para el depredador hambriento de violencia y sobre excitado por el emparejamiento, Alexander rodeó a las mujeres, su mirada conectó con la oscuridad perversa en los ojos de Shila.
—Lo siento.
Le dio un golpe fuerte en la cabeza con el pie y la mujer tan idéntica a Gala y diferente a la vez, dejó de luchar. Viendo a su gemela inconsciente debajo de ella, Gala dejó caer la cabeza hacia abajo, agotada, tanto física como mentalmente. Los disparos terminaron en el exterior, pero eso no significaba exactamente algo bueno.
—Debemos irnos —dijo Alexander y tomó a Gala por los hombros, le dio un beso en la sien—. ¿Qué harás con ella?
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Editado: 04.11.2020