Al día siguiente salí al pórtico de la casa nuevamente, esta vez era más temprano, hacía frío pero no llovía. Por aquella temporada desaparecía todo rastro de sol el invierno se hacía presente.
David llegó y conversamos por vez primera como dos personas normales y no como dos niños a punto de explotar en una fuerte discusión. Era diferente, un David muy distinto al que conocía; su vos era fuerte con cierto toque de dulzura, su mirada era tierna y reflejaba mucha confianza. Nunca antes lo vi así, incluso jamás pensé que esa fuera su verdadera personalidad.
Resulta que aquel joven guapo con corazón de niño bueno se escondía entre el disfraz de un chico engreído y arrogante.
— ¿Por qué nunca antes fuiste así? —pregunté
— ¿Así? ¿Cómo? —respondió con dos preguntas
—Tan amable y cariñoso —contesté
—Nunca antes me enamoré, tenía miedo de salir lastimado.
—Es que eras raro —dije
¿Raro? —cuestionó
—Bueno... a mí nunca antes me agradaste —dije en medio de una corta pausa.
— ¿Ahora sí? —cuestionó dibujando una media sonrisa en sus labios
—Digamos que sí, eres diferente de lo que pensaba.
— ¿Acaso pensaste que era un monstruo?
— ¡No! Sólo engreído y mala gente. Me molestabas mucho.
—Quería llamar tu atención.
— ¿Desde el colegio?
—Desde que te conocí
— ¿Te gusto desde que me conociste? —interrogué
—Desde el primer día que te vi —contestó
— ¿Cómo es que nunca me di cuenta?
—Jamás se lo dije a nadie, es normal que no lo notaras.
—Pero siempre anduviste con Mónica, creo que desde que la conociste.
—Me gustó mucho y quise intentarlo, pero nunca me enamoré.
— ¿Entonces porque estuviste con ella tanto tiempo?
—Una vez quise romper con ella, quería hablar contigo, pero Noel me contó sobre Allan y me detuve.
— ¿Por qué te detuviste?
—Te vi con él y supe que eras feliz, no era justo que me interpusiera cuando nunca tuve el valor de decirte nada.
—Allan fue maravilloso desde el primer día —le confesé
—Lo sé y por eso no había instante en el que no sintiera celos de él, quería estar en su lugar.
— ¡Vaya, vaya! De las cosas que una se entera.
—No te burles de mí.
—Qué se yo de burla cuando el experto eres tú.
— ¿Recuerdas ese día en el baile?
—Sí
—Quería besarte.
—No te hubiera correspondido, estaba saliendo con Allan y lo amaba.
— ¿Y el día en el parque?
—También lo recuerdo.
—Te vi salir y te seguí, quería abrazarte y decirte que me gustabas mucho.
—Sin embargo me llamaste aburrida
—No sabía cómo hacer para que te detuvieras
—Le faltan muchas técnicas de conquista al chico más guapo de la ciudad.
—No eras una conquista más, eras la nena de la que me había enamorado sin darme cuenta.
— ¿Y cómo supiste que estabas enamorado?
—Una noche que Allan vino por ti y te trajo rosas, yo estaba en la terraza, los observaba. Vi tu cara de emoción, vi como lo abrazaste y vi cómo se besaron, sentí mi mundo derrumbarse, sentí tristeza por no estar en su lugar. Quise salir y gritarte cuanto me gustabas, pero supe que era una locura.
—Ese día cumplimos seis meses de noviazgo, fue todo muy hermoso; las flores, la cena, su compañía.
—El día del baile de verdad me dejaste impactado, te veías tan hermosa; contemplaba tu ritmo mientras bailaban y me parecías muy angelical y madura.
— ¿También estuviste espiándome?
—Lo he hecho por los últimos dos años.
—Debería sentirme acosada.
—Jamás te enteraste, me veías como a uno más.
—Tienes razón, solo tenía ojos para él.