Jay abrió los ojos dentro de la oscuridad gris de su habitación. El aire parecía más denso, los contornos del mobiliario, difusos, como si flotaran bajo una neblina espesa. Se sentó en la cama, pero no recordaba haberse acostado. Ni el sonido del viento contra las ventanas, ni el calor de Lilith a su lado. Solo esa sensación opaca, como si el mundo estuviera levemente desfasado.
Caminó descalzo por el pasillo, con el pecho apretado. El suelo crujía bajo sus pies, y el silencio lo envolvía todo. No escuchaba la risa de Sophie, ni los pasos de Lilith, ni el murmullo lejano de la radio de la cocina.
—¿Lilith? ¿Sophie? —llamó, pero no obtuvo respuesta.
El comedor estaba vacío. Las sillas, en su sitio. La vajilla, limpia. Demasiado limpio. El silencio era tan profundo que le provocó un leve zumbido en los oídos.
Volvió al pasillo. Y entonces la vio: la línea vertical en la pared, justo donde recordaba haberla visto anoche. Se detuvo. Ladeó la cabeza hacia un lado y luego hacia el otro, como intentando asegurarse de que no había nadie más en el pasillo.
Nadie. Nada.
Se acercó. Con ambas manos, tanteó el empapelado. Lo sintió ceder. Con un leve crujido, la superficie comenzó a despegarse, revelando un hueco estrecho entre la pared. Jay metió los dedos y tiró con fuerza. Costaba. Requirió más. Sus músculos se tensaron hasta que, de pronto, una ráfaga lo golpeó de frente.
Un viento helado lo empujó con violencia. Cayó de espaldas contra el piso, jadeando. Frente a él, la puerta ahora estaba completamente abierta.
Más allá: oscuridad total.
Un abismo negro, sin profundidad visible, y el viento seguía saliendo de allí como un aliento vivo, acompañado de un ruido inidentificable, entre agudo y áspero, como un lamento filtrado por metal oxidado.
Jay abrió los ojos.
La habitación estaba bañada por la suave luz del día, y su pecho subía y bajaba con rapidez. Tenía el torso sudado y las sábanas algo revueltas. El cabello oscuro, desordenado, le caía sobre la frente y sus ojos grises aún conservaban el reflejo de esa oscuridad que acababa de soñar. Se incorporó, todavía con el eco del viento en los oídos, cuando un ruido abajo lo hizo reaccionar.
Bajó con el ceño fruncido, todavía sacudido por el sueño. En la cocina, Lilith revisaba una bolsa y anotaba algo en un papel.
—Ya era hora de que te despertaras —dijo sin mirarlo—. Ya sé que es sábado, pero prometiste arreglar la puerta.
Jay parpadeó, todavía aturdido.
—¿La puerta?
Lilith se giró y lo miró como si fuera obvio.
—Sí, la que rechina.
—Ah, sí… sí. No te preocupes, ya la voy a arreglar —respondió mientras se acercaba, apoyándose sobre la mesada. La tensión no le abandonaba el pecho.
Notó entonces que Lilith estaba más arreglada que de costumbre: Llevaba un vestido claro, de tela suave, que le marcaba la cintura con gracia simple. El cabello negro azabache le caía lacio, como una cortina brillante, sobre los hombros, enmarcando su rostro con una calma serena. Un leve toque de maquillaje acentuaba la precisión de sus facciones, tan tranquilas como su tono de voz.
—¿Vas a algún lado? —preguntó, forzando un tono casual.
—Sí, al súper con Sophie —respondió ella, terminando de anotar en la lista.
Jay esbozó una sonrisa más sincera.
—Tengan cuidado… Ya sabés que Sophie es una manipuladora peligrosa con tal de llevar dulces.
Lilith rio.
—No me olvido de la vez que volviste con tres cajas de Froot Loops.
—La convencí de llevar solo una… y después convenció a la cajera mientras yo no miraba —murmuró él, medio en broma, medio con ternura.
Sophie apareció justo entonces, corriendo desde el pasillo.
—¡Estoy lista!
Ambas se dirigieron a la puerta. Jay acompañó a paso lento.
—Pórtate bien —le dijo a su hija—. Y no abuses de la buena voluntad de tu madre.
—No prometo nada —dijo ella de manera infantil e inocente.
Lilith rio de nuevo y, antes de subir al auto, le dio un beso rápido a Jay.
—Volvemos en un rato —dijo.
Jay levantó la mano en un gesto de despedida. Observó cómo se subían al coche y desaparecían calle abajo.
La casa volvió al silencio. Él cerró la puerta lentamente.
Y la línea en la pared volvió a su memoria.