Blanca Martínez
Nuestro viaje había llegado a su fin. Alessandro decidió viajar el Jueves de Madrugada, al siguiente día de la segunda fiesta. Estoy agotadísima, ellos si que saben como tirar la casa por la ventana.
En todos estos días Alessandro y yo hemos tenido una relación incómoda. No hablamos mucho, pero nuestras actitudes han cambiado, pero aún no hablamos mucho de nuestros sentimientos.
Su madre me pidió que no lo lastimara, pero creo que será al revés. Aunque lo conversemos, él en un momento tendrá que irse de Chile y me dejará con el corazón en la mano.
Subimos al avión y está vez me siento frente a él. No haré las cosas más incómodas. No se que es lo que piensa, no me dice nada y eso me está matando.
Me apoyo en la mesa que había en el avión y él toma una de ellas jugando con mis uñas.
Son estas cosas que me dan fe que él no está jugando conmigo, pero duele, duele su indiferencia. Podría explicarme que no sabe cómo seguir, lo que sea, sólo dime algo Alessandro.
Cada vez que intento hablar con él, sólo sonríe o toca mis mejillas o mi manos, o las besa. También quisiera un beso como corresponde ¿Él no quiere?
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Él viaje se me hace eterno, entre caricias, entre silencios. Pasé una parte del vuelo leyendo, la otra mitad durmiendo. Y Alessandro emite sólo las palabras necesarias: ¿Tienes hambre? ¿Tienes sueño? Y ya me estoy hartando.
Al llegar bajo rápido del avión, me estoy ahogando.
-Vamos, te iré a dejar - él pone su mano en mi espalda baja y me dirige al auto que nos está esperando - necesitas descansar.
Necesito conversar.
En el viaje en el auto aprovecho de mandarle un mensaje a mi amiga, no me importa que sea tarde noche, necesito hablar con ella.
-Blanca - dice Alessandro cuando me estoy bajando - mañana puedes faltar al trabajo, necesitas descansar, yo le diré a Roxana.
Me desinflo como un globo, pensé que me diría otra cosa, que ilusa.
-Iré, no te preocupes - digo seca.
-Blanca - me doy vuelta nuevamente - gracias por todo - me sonríe de una manera que me hace olvidar todo.
-Nos vemos mañana Alessandro - le digo con una sonrisa en mi rostro.
Alessandro Bianco
Creo que aún sigo en estado de shock y no sé si en algún momento podré salir de él. Aún siento sus labios, aún siento su piel en mis manos, aún siento el calor corporal de la mujer de mi vida.
Necesito hablar con Lorenzo. Los consejos de mis amigos no sirvieron para nada.
-Mira, nada más, él Romeo - dice Gino.
-La besaste, Oh Por Dios, no puedo creerlo.
-Cállate hombre, por qué tienes que ser tan escandaloso - digo.
-Es tu primer beso, después de cuántos años - dice Alonzo.
-Su último beso fue a los que ¿15? - se burla Gino
Todos se ríen.
-¿Me van a ayudar? No sé qué hacer ahora.
-No entiendo en que necesitas ayuda Aless - dice Niccolò - ahora sólo tienes que pedirle que sea tu novia.
-¿Allá se hace así? - pregunta Dante y yo asiento - Entonces no entiendo cual es tu duda.
-Hace unas semanas estábamos peleando como perros y gatos, ¿Está bien que ya le pida ser mi novia? ¿No es muy pronto?
-Eso tienes que decidir tu, pero no vas por buen camino si la ignoras como lo estás haciendo. Si nos dimos cuenta - me hace ver Dante.
-¡Ahora preséntanos a la mujer de tus sueños! - exige.
-Bien, pero no la vayan a traumar - me rio.
Llamo a Lorenzo y espero que no esté ocupado.
-Aló, amigo - contestó somnoliento, ¿Qué hace acostado a esta hora? - ¿Estás en Chile?
-Si y necesito conversar urgente - entro a mi departamento y dejo la maleta en la entrada - ¿Puedes venir?
-¿Tiene que ver con una mujer bajita, pelinegra que pasa peleando contigo?
-¿Te cuento un secreto?
-¿Es bueno o malo?
-Eso depende de ti - aclaro.
-¿Llevo alcohol?
-Sólo si tu quieres.
-Bien, nos vemos en unos minutos - cuelga.
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-¿Me trajiste algún obsequio? - es lo primero que pregunta al entrar.
-Si, te traje un vino y un traje.
-Excelente - se sienta en el sillón como rey - ahora dime ese secreto tuyo.
-Bese a Blanca - digo de una.
-¡¿Qué?! - se pone de pie - ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué? ¿Qué tal besa? ¿Te gustó? ¿Qué más pasó? - levanta varias veces las cejas en esa última pregunta.
-Tranquilo, te contaré todo, pero si te cuento es porqué necesito tu ayuda. No sé cómo seguir.
-Vale, ahora lo que sigue es que tu y ella van a una habitación...
-No se porque creí que sería de ayuda.
-Bien - dice sentándose - pongámonos serios, cuéntame todo sino no podré ayudarte.
Después de escucharme con atención lo primero que me dice es uno de los insultos más feos.
-¿Sabes como debe estar sintiéndose ella? A las mujeres les gusta hablar, dejar todo conversado, establecido. A ella la dejaste en ascua, como se dice - me sigue retando - Yo por eso hablo bien con las mujeres con las que me acuesto, ellas quieren saber si son para el momento o para vivir una vida de familia, hijos y perro, esas cosas - le quita importancia con la mano - debes ir y hablar con ella. No puedes dejar las cosas así.
-¿Y qué le digo? ¿Le pido ser su novio? Pienso que es muy pronto.
-Bien, pero infórmale, dile: "Quiero estar contigo, pero vayamos con calma, conozcámonos" etcétera. Ya sabes, la típica.
-Entiendo - respondo sumido en mis pensamientos, ¿Por eso tenía esa expresión de estar harta? ¿Debería ir ahora? ¿Será muy tarde?
Blanca Martínez
-Entonces, ¿Me estás diciendo que te besó y luego no te hizo una romántica declaración de amor frente a uno de los lugares más bellos del mundo del arte? - asiento - es un idiota, no tiene otro nombre ¿Por qué haría eso?