Bienvenida a Nunca Jamás

PRÓLOGO

Unos años atrás...

   Había ido a buscar a mi madre al salón para protestar porque mi hermano pequeño John estaba llorando, otra vez. No podía dormir por su culpa y aun así mamá me obligó a meterme en la cama. John tenía tres años y llevaba días sin dejarme descansar a causa del llanto pero mis padres no hacían nada al respecto.

   —Vamos, pequeña, a la cama.

   —No puedo dormir —me quejé de nuevo.

   —Tienes que intentarlo.

   —Pues haz que John deje de llorar.

   Mi madre me observaba mientras yo me subía a mi cama indignada y me volvía a meter debajo de las sábanas ya desechas antes de sentarse para arroparme como hacía siempre. Últimamente le costaba un poco más porque su barriga era enorme. Estaba embarazada otra vez y yo estaba emocionada de tener otro hermanito, Michael. Pero como el pequeño Mike tuviera los mismos pulmones que John, tener otro hermano iba a ser un rollazo.

   —Tu hermano tiene que aprender a dormir solo en su habitación, se le pasará pronto, ya lo verás.

   John era un niño mimado y había pasado muchas noches en la cama grande con mis padres hasta que ellos decidieron que era hora de que estuviera en su propia cama; al parecer a mi hermano no le gustó ni un pelo esa decisión. Empezó a llorar todas las noches hasta que mamá no podía más y lo iba a buscar para llevarlo con ella aunque papá la reñía por eso. Por lo visto había sido peor porque ahora John se pensaba que si lloraba alguien le haría caso en algún momento. Pero últimamente nadie iba a por él y yo pensaba que eso era todavía peor.

   No sabía cuánto iba a durar esa tortura que no nos dejaba descansar a ninguno pero esperaba que terminara pronto o me quedaría dormida en el cole y eso era algo que no me podía permitir. 

   —¿Y no puede aprender de otra forma?

   —No —dijo dándome un toquecito cariñoso en la nariz. Yo resoplé.

   —Está bien... ¿pero me lees un cuento? ¿Porfa? —pregunté con voz inocente esta vez. Si había algo a lo que mamá no podía negarse era a contarme un cuento. Quizás era algo mayor para ellos, ya podía leerlos sola, pero su voz melódica me ayudaba a relajarme y coger el sueño.

   —Claro cielo —se rio mi madre—, ¿cuál quieres?

   —El de las hadas —dije entusiasmada. 

   Mamá se acercó a las estanterías donde estaban todos mis cuentos y buscó el que le había pedido antes de sentarse conmigo en la cama apoyada en el cabezal para así poder ver los dibujos.

   —Había una vez en un lugar muy muy lejano, un lugar donde vivía una princesa muy hermosa, ella pensaba que era la niña más feliz del mundo pero le faltaba algo...

   Mis ojos se fueron cerrando poco a poco a medida que el cuento avanzaba, estaba tan cansada que no aguantaba. Me había quejado de que querer dormir pero en ese momento quería escuchar la historia hasta el final. Los cuentos de princesas y magia me encantaban y soñaba despierta con las sirenas, las hadas, los duendes y los elfos. Eran mis favoritos.

   —... y entonces apareció una hada chiquitita y preciosa con unas alas que eran capaces de iluminar todo el cielo...

   Hasta que dejé de escuchar a mamá y el cuento. Parpadeé con los ojos adormecidos cuando noté un suave beso en mi frente y escuché sus últimas palabras:

   —Buenas noche Wendy, que descanses. 

 



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En el texto hay: romance, pais de nunca jamas, peterpan

Editado: 29.06.2020

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