El silencio se extendió como un manto pesado. Fire se removió incómodo en su asiento. Trix dejó su vaso sobre la mesa con un golpe seco. Incluso Slade pareció perder su aire de confianza por un instante.
—Eso… es un giro interesante —dijo finalmente, con una sonrisa ladeada que no alcanzó sus ojos.
Pero Rose apenas lo escuchaba. Su mente se aferraba a los vacíos de la historia, los años en los que su familia evitaba mencionar a Nita, los susurros que se apagaban cuando ella preguntaba. Nunca había entendido el porqué. Hasta ahora.
Gina Lane desapareció en el '99. Y Nita fue la última persona en verla.
—Hay algo que no encaja —murmuró Rose, casi para sí misma.
—¿El qué? —preguntó Trix, inclinándose hacia adelante.
Rose respiró hondo, el peso de la verdad comenzando a asentarse sobre sus hombros.
—Si mi tía sabía que Gina no era la misma… si estaba tan segura de que ya no era ella… entonces, ¿por qué nadie preguntó qué fue lo que realmente vio? ¿Qué fue lo que le llevo a decir que ya no era Gina?
La pregunta quedó suspendida en el aire, mientras la noche avanzaba lenta e inquietante, envolviendo la casa en un velo de secretos aún sin descubrir.
Pasaba el rato y la historia no paraba de rondar por la cabeza de todos, estaban asombrados por tener un misterio así delante de sus narices. No daban crédito a la situación.
— ¿Por qué no vamos a verla? — dijo Ron con una inocencia que contrastaba con la situación.
— Claro, a estas horas de la noche, voy a aparecer en su casa, sin avisar, con un grupo de amigos, para que nos cuente una historia de hace 25 años. ¿Cómo no se me ocurrió antes esta maravillosa idea? — Rose preguntó con clara ironía, su tono burlón llenando el aire.
— A mí no me suena tan mal — respondió Slade, encogiéndose de hombros.
— ¿Y si mejor vamos al Bosque? — propuso Electra, visiblemente emocionada.
— ¿Al Bosque de los Lamentos, a estas horas? — Trix dejó escapar una risa incrédula.
— ¿Tienes miedo, Trix? — Fire la desafió en tono de burla, pero con una chispa de diversión en los ojos.
— Lo cierto es que tengo bastante curiosidad. Y el bosque tiene un ambiente mucho más adecuado para seguir explorando los misterios de este pueblo — Trix respondió, con su voz más tranquila pero cargada de expectación.
Sin decir mucho más, los seis amigos comenzaron a ponerse sus chaquetas y salieron de la casa. El aire frío de la noche parecía inofensivo, casi acogedor, a pesar de la brisa que cortaba las mejillas. El cielo estaba completamente negro, aunque la luna llena iluminaba todo a su alrededor, dejando que las nubes grisáceas se disiparan lentamente. Las estrellas brillaban con fuerza, como si quisieran observar a los jóvenes mientras caminaban hacia el Bosque.
A pesar del viento que presagiaba el invierno, la emoción y la expectación mantenían a todos los chicos en un estado de excitación tal que el frío parecía no afectarles en absoluto. La caminata estuvo llena de bromas y risas, como si lo único importante fuera el momento presente, la aventura que se estaba desarrollando.
Tras unos minutos, llegaron al lugar.
— Y llegamos — suspiró Slade, mirando al cielo y luego a los enormes árboles que se alzaban a su alrededor, sus siluetas oscuras y misteriosas.
— Si no fuera por lo tétrico, sería hasta bonito — comentó Electra, sentándose en el suelo con una mezcla de fascinación y algo de aprensión.
— Es exactamente como me lo había imaginado — dijo Rose, sorprendida. Aunque el bosque parecía sombrío a primera vista, había algo cautivador en él. La tenue luz de la luna resaltaba el contraste de colores, los viejos y largos troncos de los árboles, el susurro de los grillos… no estaba tan mal, después de todo.
— ¿Te gusta, Devereux? — le preguntó Slade, con una sonrisa divertida.
— No me quedaría a vivir aquí, pero sí, para pasar un rato está bien — Rose respondió, dejando escapar una pequeña risa.
— Siguiendo con la cultura general de Springvale para Rose… ¿Sabéis por qué se le llama el Bosque de los Lamentos? — Slade sonrió de medio lado, disfrutando de la atmósfera y de la intriga que envolvía a la noche. Sin dejar que nadie respondiera, continuó su narración, como si estuviera deseando desvelar los secretos del lugar.
Narra Slade:
El caso de Gina Lane no terminó ahí. Pasaron semanas sin rastro alguno de ella, y con cada día que pasaba sin noticias, la desesperación de sus padres, Timothy y Ava, se volvía más insoportable.
Sin duda, la que más sufría era Ava.
Gina era su única hija mujer, y había enfrentado innumerables dificultades para concebirla. Ava padeció de rechazo inmunitario cada vez que quedaba embarazada de una niña, su cuerpo no lo soportaba, era como si no fuera compatible con la idea de tener una princesita por casa, hasta que por fin apareció Gina. Fueron nueve largos meses, de mucho cuidado y reposo. Ya tenía dos hijos varones mayores que Gina, pero siempre había soñado con tener una hija, y cuando finalmente nació, fue como un milagro.
Las autoridades finalmente declararon que el caso quedaba cerrado por falta de pruebas y recursos para continuar con las búsquedas. Los Lane nunca pudieron sobreponerse a ese golpe.
Ava comenzó a perder el control. Nadie la culpaba; perder a una hija debe ser un dolor insoportable.
Desde ese momento, se decía que todos los días, a las 9 de la noche, Ava se adentraba en el bosque. Nadie sabía si lo hacía en busca de Gina, o si era su manera de intentar encontrar algo de consuelo, algo que pudiera aliviar su angustia.
Así pues, quienes habitaban el pueblo aseguraban escuchar, noche tras noche, los gritos y llantos de Ava. Desde las 9 hasta que llegaba medianoche, su sollozo recorría las oscuras sendas del bosque, y los ecos de su dolor llegaban a cada rincón del pueblo. Nadie sabía qué ocurría allí, aquellos lamentos nunca dejaron de resonar.
Sobre Timothy recayó toda la responsabilidad, tanto de los negocios como de la familia. La madre empeoraba por momentos con cada día que pasaba, pero eso no significaba que los otros dos hijos debieran ser ignorados o descuidados. La situación les afectaba a todos.