Billete de ida (narciso)

Capítulo 12: tentaciones y Britney Spears.

Capítulo 12: tentaciones y Britney Spears.

Si no fuera porque me siento expuesta en todas las formas que una persona puede sentirse, sé que sus palabras me habrían afectado más de lo que ya en si me han provocado.

Narciso (de nombre Friedrich Vögel y que ni se te ocurriera pronunciarlo en voz alta) había confesado que le interesaba. La pregunta era: ¿en qué sentido?

Por otro lado, una furia que desconocía que yo misma tuviera (exceptuando con Jhon Schrödez) sube desde la punta de mis pies hasta el último nervio de mi cuerpo.

No podía hablar de traición porque ciertamente Thomas Koch no me debía nada, pero mi operación era algo mío. No darme ese derecho a ser yo la que hablara sobre algo que me afectaba a mí, me enfurecía hasta límites insospechados.

¿Por qué Thomas no respetaba nada? No es como si a él le afectara lo más mínimo, es más, diría que no le importaba. Pero inmiscuirse en esos temas, no eso sí que no.

Intentaba justificarle a veces porque veía la adoración que sentía por su madre y la timidez que mostraba cuando Erlin Baltßun estaba cerca. Pero no había ninguna manera de disculpar lo que había hecho.

No soportaba la idea de que me quitaran la elección de poder contarlo. Es como si yo no fuera persona, como si me hubieran deshumanizado, como si yo no tuviera potestad sobre mí misma para elegir; eso, dolía.

—Eso no es algo que a ti te importe —Pongo distancia entre nosotros con la almohada, la cama era de matrimonio y lo bastante grande para que ambos tuviéramos espacio, en cambio él parecía tener el propósito de estar cerca de mí—. Si no tienes intención de dejarme tus ejercicios está bien para mí porque cada uno elige y estás en tu derecho, pero mi vida es mía.

—Hablas demasiado —Quita la almohada que tengo sujeta y se recuesta en mi pierna izquierda y mira hacia arriba, buscando que hagamos contacto visual—, no hago tratos ya te lo dije. No busco sonsacarte información, la que quiero, ya la tengo.

—¿Perdón? —Subo el tono de voz.

—Te perdono —Enseña los dientes con su sonrisa, Narciso está disfrutando de esto, realmente lo está haciendo. Él tiene todo bajo su control, él hace y deshace a su gusto—. Ahora, háblame de tu operación.

—No.

—Preciosa, ya sé todo —Me acaricia la pierna afectada con mucha delicadeza, evitando hacerme daño, evitando tocar mi muslo—, pero quiero que seas tú quien me lo cuente.

Podría parecer algo bueno que él quiera que sea yo la que le da la información, pero conociéndole mínimamente se sabía que Narciso sólo buscaba algo de provecho. No pretendía que tú le dieras la exclusiva. Jugaba con ventaja. Lo sabía todo antes incluso de que la persona afectada pudiera narrar su historia.

Friedrich Vögel era un spoiler andante.

—No puedes abordar así a una persona —Comienzo a acariciarle el pelo—, tienes que tener un mínimo de educación… —Sueno como Jhon reprochando y escaqueándome a sus demandantes preguntas, ¡qué horror!

—No conozco esa palabra.

—¡Vaya! —Me levanto de manera tan abrupta que ni él mismo puede impedir que me ponga de pie, ignoro el leve dolor que me da en el muslo y le observo por primera vez estando a más altura que él—. ¿Sabes? —Me cuesta mantenerle la mirada porque su cercanía me afecta más de lo que admitiré algún día en voz alta—. Eres muy interesante —Se incorpora y se sienta como si fuera un niño bueno que espera su premio cuando evidentemente no lo es—, pero no me causas impresión alguna.

Puede ser que haya mentido, pero no me gustan estos juegos y tampoco esta mecánica.

—Ten cuidado, Schrödez —¡Ya estamos con el apellido! —, no seas tan imprudente. —Para mostrar su punto se levanta, volviendo a ser casi 30 centímetros más alto que yo.

Trago saliva y me giro intentando evitarle, es como si yo fuera una mortal cualquiera y él fuera Medusa, como si su mirada y su cercanía pudieran petrificarme. Por qué me afecta tanto, joder.

Lleva sus manos a mis caderas y deja un beso en mi cabeza. Doy un pequeño respingo, pero no puedo moverme, estoy petrificada, no de miedo, no de angustia. Me está gustando.

—¿Qué crees que haces? —No sé cómo suena mi voz, pero desde luego que con más nerviosismo de lo habitual y mira que eso es complicado.

—Tentarte.

Para probar su punto, sopla en la parte de atrás de mi oreja, obligándome a inspirar con fuerza porque me niego a aceptar o reconocer que está consiguiendo provocarme más de lo normal.

—No me conoces casi —Por alguna razón sé que ambos sabemos que no es cierto; Narciso me conoce más de lo que podría imaginarme. Sabía de mi vida, se había encargado de conocerme sin mi permiso—. Te recuerdo que sólo tengo 16 años.

No puedo seguir haciendo contacto visual con él, no quiero que perciba todo lo que me afecta, todo lo que produce en mí. Me doy la vuelta, dándole la espalda y librándome de su agarre.

—Y por eso mismo aún no he hecho movimientos contigo. —Me abraza como puede desde atrás, volviendo a situar sus grandes manos en mis caderas.

Eso ha sido una confesión.




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