Bitka Drakov: Corazón de dragón

Corazón ausente

Las personas pasaban de un lado a otro trayendo y llevando, saliendo y entrando, intercambiando palabras entre ellos, sentía que habían pasado horas desde mi llegada a este mundo; la realidad es que llevaba minutos de nacida, la princesa Katherine Bécquer; era difícil creer que había vuelto a renacer un lugar tan distinto y alejado del mundo al que estaba acostumbrada. Es extraño volver a empezar una vida, siendo un bebe de apenas minutos de nacida.

Seguía en brazos de mi madre; la reina Bécquer, la única que me mantenía en calma, que hacía que la tranquilidad recorriera mi pequeño y frágil cuerpo. Me acorruqué más en sus brazos y dejé que me cubriera con su manto maternal. Su corazón ya no golpeaba contra su pecho como si fuera a salirse de él, sus latidos tenían el ritmo de un tambor; firme, profundo e imponente.

Los sirvientes y el... ¿doctor? aun no sabía si llamar a ese viejo raro un doctor, había tirado de mi pequeña cabeza tan fuerte que sentía que desprendería mi cuerpo de ella, aunque para la época en la que estábamos, no era como si ya hubiesen estudiado la forma correcta en la que debía llevarse un parto natural. Todos traían agua y mantas limpias para meterme dentro y lavarme; quitar la sangre y placenta de mi cuerpo desnudo. Con suerte y me ponían ropa limpia ya, me estaba congelando. De momentos los brazos tibios que servían como mi refugio en el regazo de mi madre ya no eran suficientes, la temperatura había bajado.

—¡Majestad!

Una joven dejo caer al piso una jarra metálica con agua, horrorizada se llevó las manos a la boca inmediatamente después de gritar. Todo mundo abandono lo que estaba haciendo y dirigieron miradas atónitas unos centímetros arriba de mí. Gotas de sangre callejón en mi rostro. ¿Mía? No. Esta vez esa sangre no era mía. La reina comenzó a escupir sangre de la boca; sus ojos se llenaron de miedo y melancolía; pero no veía que ese miedo fuera por ella. Sus ojos vidriosos me miraban mientras ella se alejaba... no, era yo quien me alejaba. Un sirviente me había quitado del regazo de mi madre.

¡No por favor! ¡Regrese me con ella! Nadie podía escucharme ni entenderme. Algo en mi se apagaba. Una mujer me envolvía en las pocas mantas que habían alcanzado a traer antes de que se desatarán los gritos.

—Traigan a su majestad de inmediato— el viejo doctor ordenó al aire.

Una mujer salió corriendo por las enormes puertas. Nuevamente volvía a sentir húmedo mi rostro y el ensordecedor ruido inundó el lugar. Estaba llorando nuevamente, más fuerte que la primera vez. La vez anterior no era consciente de los sollozos que como bebé recién nacida había hecho; esta vez, estaba muy consciente de ello, del dolor que sentía porque algo de mi se moría. El dolor era tan grande que no podía comprender como podía sentirme así por alguien a quien había conocido solo por 5 minutos. Era mi madre, pero ese sentimiento era más que solo un cariño maternal que había sentido por escasos minutos.

— ¿Qué acaba de suceder? — la figura masculina de la pintura había tomado forma, y más intensidad de la que me imaginaba que tendría. Esa pintura no muestra ni la mitad de lo que es en realidad.

—La reina está sufriendo un ataque— contesto una voz temblorosa, había sido el viejo; apenas si lo reconocí con esa voz tan baja— su cuerpo era muy débil para soportarlo, está colapsando.

— ¡Dime algo que no supiera antes ya! ¿Por qué no estás haciendo nada? — su mirada hervía, sus ojos claros habían tomado un tomo intenso que podía verse rojo como el fuego —¿Que acaso de nada sirve tener al sumo sacerdote en el reino? ¡Ella se está muriendo! ¡Carajo haz algo!

— Majestad...— Su voz entre cortada era lamentable, como si estuviera dando el pésame a alguien antes de saber que había perdido a un ser querido.

— Yasiel — Mi madre hacia esfuerzos por hablar, apenas si podía distinguir la palabra ¿Ese es su nombre? — Por favor no hagamos de esto un alboroto, sabíamos que algo así pasaríaSu voz era tranquila a pesar de que estaba muriendo— no hay nada que hacer.

Su mirada, dulce y serena. Si realmente así terminaría todo, así quería recordarla: con ojos amorosos, dulces, que te transmitían un cariño inmenso. Mi padre la miraba sin comprenderlo aún, su mujer se moría frente a él, y ella estaba tranquila con eso. Una gota bajo por su duro rostro, había tantas emociones reflejadas; miedo, amor, tristeza, tranquilidad, perdida, el conocimiento de que gracias a ella una nueva vida había sido traída al mundo; furia ¿Por mí? ¿era yo la culpable de su muerte?

—Prométeme que le hablaras cosas buenas de mí, que le harás saber lo mucho que la amo— había un toque lamentable en su voz, pérdida —le contarás historias mías, nuestras... ¿Cómo fue que un hombre como tú se fijó un Drakov tan común como el mío?

— ¿Común? — Su voz fue irónica al repetir esa palabra y sonrió débilmente —tú estás muy mejor de lo que esa palabra significa.

Ambos se mirabas, podía ver lo que a ella le costaba respirar y mantener la fuerza para sujetar su mano. Todos simplemente la veían. No podía imaginar la impotencia de todos, del sumo sacerdote, los sirvientes y sobre todo el rey al ver a su reina morir poco a poco y no poder hacer nada. No podía imaginarlo porque lo estaba viviendo, al igual que ellos yo no podía hacer, ni siquiera decir nada, era incapaz de hacer algo por mí misma en este estado, solo podía llorar la perdida de una madre.

—Sabes que fuiste mi gran amor— su sonrisa deslumbraba felicidad

— Y tú el mío Gwyneth — dejo un beso tenue en su frente y la miro con amor, por fin esa hoguera de ira había parado y solo quedaban cenizas, una tristeza que cubrió en forma de manto su rostro y el de todos en la habitación.

—Quiero verla una vez más.

La mujer que me sostenía asintió y camino tristemente hacia la cama. Mi cuerpo añoraba su calor, sería la última vez que sentiría esa tranquilidad, la paz y calor de un hogar que se terminaría en cualquier momento. Unos ojos verde olivo me miraron de la misma forma que la primera vez: extasiada. Otro par de ojos claros igual lo hacían, pero con melancolía.



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En el texto hay: rencor, venganza, amor imposible

Editado: 15.06.2020

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