XI.
Darse cuenta…
Salió de la habitación de su abuela para descubrir que el resto de su familia se encontraban comiendo y platicando con más ánimo del que habría imaginado. Su hermana y primas jugaban algún juego de mesa que le resultó difícil identificar, pero lo logró encontrar a Joaquín con la mirada.
—¿Se fue a dormir un poco más? —le preguntó a Rosie una vez que se acercó a sus primas y hermana.
Rosie le miró confundida y por la expresión en su rostro y el enrojecimiento de sus ojos, ellas se habían dado cuenta de que había llorado con su abuela.
—¿Pasó algo con la abuela? —le preguntó Anabel, con evidente preocupación.
—No, solo estuvimos conversando —respondió esbozando una sonrisa—. Me desahogué un poco con ella, eso es todo.
—¿Pasó algo con Joaquín? —preguntó Rosie visiblemente molesta—. Si te hizo algo dímelo…
—Para nada, él ha sido genial conmigo, de verdad —confesó con ligero sonrojo en las mejillas, las chicas sonrieron mirándose unas a otras.
—Él salió a caminar a la playa, recibió una llamada a su celular y dijo que volvía después —explicó Rosie—. Eso tendrá como media hora cuando mucho…
—Voy a verlo —dijo levantándose—. Sigan con su juego, lamento haberlas interrumpido.
—¡No te preocupes! —exclamó Emma—. Ya me diste la oportunidad de remontar.
Sonrió en respuesta y caminó hacia la puerta trasera que conducía al invernadero y a la salida más cercana a la playa, mientras escuchó a Rosie y Anabel quejarse por la potencial victoria de Emma.
Llegó a la playa y a lo lejos logró identificar a Joaquín a varios metros de distancia, Sonrió al ver que el muchacho caminaba todavía con el teléfono móvil cerca de la oreja, lo que significaba que aún mantenía una conversación con alguien. Le daría tiempo para terminar su llamada y mientras tanto volvería a la habitación a seguir leyendo, después de todo su abuela le había dicho que ya no le quedaba tanto por leer porque la vida la llenó de tantas cosas por hacer que el tiempo para escribir cada vez se hizo menos. ¿Cuánto más le faltaba para encontrar lo que su abuela había escrito sobre su abuelo?
—¿Sigue al teléfono? —le preguntó Rosie cuando comenzó a subir las escaleras. Se detuvo un momento para responderle afirmativamente con un movimiento de cabeza y amplia sonrisa.
Rosie no preguntó más, y Anabel la obligó a volver su atención al juego a menos que quisiera volver a perder.
Se internó en la habitación y se encontró con un caramelo de leche sobre el diario, no pudo evitar sonreír, Joaquín había ido a la habitación y le había dejado un dulce detalle sobre el precioso diario de su abuela. Tomó el caramelo y lo abrió para introducirlo en su boca, era un sabor agradable a pesar de no ser un fanático de los dulces. Abrió la libreta en donde había dejado su marcador y se acomodó sobre la cama.
“29 de Diciembre de 1969.
Han sido días maravillosos, tanto, que no me acordé de escribir sino hasta hoy que todo parece un poco más lento.
Navidad fue genial, papá y mamá nos dieron dos obsequios a cada uno de nosotros; a Tammy le regalaron un diario como el mío pero de color negro y un bolígrafo que parece caro, no tengo ni qué decir que mi hermana se veía feliz con sus regalos. A Charly le dieron un balón de soccer y su tan ansiada bicicleta, porque la que tenía ya le quedaba chica y no le era cómodo usarla, papá ha estado estos días jugando soccer con mi hermano en sus ratos libres, incluso Tammy y yo hemos jugado con él porque es divertido. A mí me regalaron un bonito vestido color azul con grandes flores blancas y un par de zapatillas que me encantaron, es la primera vez que uso tacones de más de 2 pulgadas, y me encanta la sensación.
Papá compró un par de discos de vinilo para escucharlos con mamá, a veces bailamos todos juntos cuando los hace sonar, estas fiestas han sido maravillosas. Aunque no he podido ver a Tess y a Rich, sé que ellos deben estarla pasando bien con sus familias y ya tendremos oportunidad de ponernos al día al volver a clases. Falta un par de días para que empiece el nuevo año, me preguntó cuántas sorpresas nos deparará, ojalá sea mejor que este año, no sé, quizás sea un buen año para enamorarse, para las vacaciones de verano ya tendré 17 años y sería lindo conocer un chico que me haga perder el aliento y me llene de lindos recuerdos que quiera contarle a mis amigos al volver a la escuela, sé que suena tonto, pero pensar en lo que me deparan las vacaciones de verano me hace ilusión, todavía no empieza el año y ya estoy esperándolo con ansias.”
Las navidades desde la muerte de su abuelo habían sido más bien tranquilas, desde el 24 de diciembre muy temprano, su madre y abuela hacían los preparativos para cenar en familia. Si le era posible a su tío Arthur viajar hasta Orlando, toda la familia se reunía y aunque ponían música y el ambiente era mayoritariamente festivo, todavía podía respirarse y sentirse la ausencia del abuelo Martín.
Antes de la muerte del abuelo podía recordar poco, quizás tenía que ver con que tenía 10 años cuando eso sucedió, y como todos siempre se centran en entretener a los niños durante esas fechas, tal vez era divertido escuchar las anécdotas del abuelo, o jugar con sus primo Martin y Rosie, y con Anabel. Era increíble cómo algunos recuerdos de momentos felices parecían haber sido borrados de su memoria, y por más que quisiera obligarlos a salir a flote, estaban en un lugar tan profundo que parecía imposible lograrlo. No había remedio en ello, y no pudo evitar sentir un poco de tristeza por ello.
“3 de Enero de 1970.
¡Por fin 1970!, los fuegos artificiales de la ciudad para celebrar el inicio de año se vieron maravillosos, todo el ambiente fue una fiesta grandísima, uno de los mejores.
Editado: 26.02.2023